¿Quiénes nos matan, quiénes nos salvan?

“Vayamos del pasado al presente, del siglo XIX al XXI, con un par de ejemplos muy ilustrativos de la lucha entre el bien común y los intereses particulares; luchas que pueden costar miles y cientos de miles de vidas”.

Alejandro Calvillo

Vayamos del pasado al presente, del siglo XIX al XXI, con un par de ejemplos muy ilustrativos de la lucha entre el bien común y los intereses particulares; luchas que pueden costar miles y cientos de miles de vidas.

Ignaz Semmelweis fue un médico que salvómiles y, posiblemente, cientos de miles de vidas. Murió sin ser reconocido, totalmente defenestrado. Semmelweis fue un médico cirujano obstetra en el Imperio austríaco. Descubrió la causa principal de que entre el 10 y el 30% de las mujeres parturientas murieran por la fiebre puerperal, también llamada fiebre postparto. Parir significaba un alto riesgo de muerte.

Su teoría era que los propios médicos estaban propagando esa fiebre y, por lo tanto, la muerte, al transmitirde los cuerpos de las mujeres que habían muerto a las mujeres parturientas la “partícula” causa de la enfermedad. Su propuesta para enfrentar esta situación fue muy sencilla: que los médicos y asistentes se lavaran las manos con una solución antiséptica en las salas de maternidad para no transmitir la enfermedad. Sus colegas se burlaron de él; no aceptaban que ellos mismos fueran la causa de esas muertes. Se negaron a aceptar su responsabilidad en las miles de muertes que estaban ocurriendo. Tendrían que pasar varios años para que su teoría fuera respaldada, convirtiéndose Semmelweis en el padre de los procedimientos antisépticos. Algo tan sencillo ahora para nosotros no lo fue en esa época.

Desde cuando la principal causa de muerte eran las enfermedades transmitidas por mosquitos, virus o bacterias, hasta ahora que lo son las enfermedades provocadas por el consumo de una serie de productos, ha existido una enorme resistencia para reconocer las causas verdaderas de estas muertes. Siempre existen intereses establecidos que se oponen a reconocer la evidencia sobre las causas de esas enfermedades y muertes cuando estos intereses se ven afectados. Estos intereses pueden ser desde personales hasta de grandes corporaciones.

Por otro lado, hay personas, profesionales de la salud, que han salvado miles de vidas a partir de implementar prácticas médicas sencillas o políticas públicas a lo largo de la historia, que han logrado enfrentar y doblegar esos intereses, salvando miles y decenas de miles de vidas. Estas personas han enfrentado fuertes resistencias de muy diversos tipos. Con más de un siglo de diferencia, veamos el caso de la labor que encabezó Tom Frieden en Nueva York hace unos años. Veamos las similitudes con más de un siglo y medio de diferencia.

En el mundo actual, en el siglo XXI, las enfermedades transmisibles han sido, en su mayor parte, controladas y superadas como lo fue la fiebre puerperal. Ahora, las principales causas de enfermedad y muerte son las llamadas enfermedades no transmisibles, entre las que destacan las causadas por el consumo de tabaco, alcohol, bebidas endulzadas y alimentos ultraprocesados. La evidencia sobre las causas de estas enfermedades y muertes haenfrentado otro tipo de resistencias. Ya no son los médicos del siglo XIX que no querían reconocer su responsabilidad en las muertes de las mujeres parturientas; se trata de las grandes corporaciones globales que durante años han negado sus daños en salud, ocultándolos, pagando a científicos y grupos fachadapara confundir y desviar la atención, y para sembrar la duda sobre su responsabilidad. Así lo hizo la industria del tabaco y lo hace actualmente la industria refresquera y de la comida chatarra, junto con la industria del alcohol. Negar el daño, negar su responsabilidad, con el único fin de mantener sus ganancias.

Asícomo Semmelweisenfrentó la fiebre puerperal, Tom Frieden, con todas sus diferencias, inició el camino del combate a uno de los principales asesinos de nuestro tiempo: el tabaquismo. El tabaquismo mata cada año a más de 8 millones de personas, y 1,6 millones de estas muertes son de personas que no fumaban pero que aspiraban el humo del tabaco consumido por alguien más. Nueva York era una de las ciudades con mayor índice de tabaquismo en el mundo; era una moda muy propagada en la ciudad de los rascacielos, asociada con la bohemia, con el trabajo ejecutivo, la moda, muy presente en las películas, etc.

Tom Frieden regresó a su ciudad natal para estar al frente de las políticas de salud en 2002. Cuenta, recientemente, que le dijo a su padre que quería ser el mejor comisionado de salud de Nueva York y que las últimas palabras que pronunció su padre antes de morir fueron: “¿Cómo lo sabrás?”. Y él se respondió: “Lo sabré por el número de vidas que pueda salvar”. Por lo tanto, lo primero que tenía que hacer era conocer el nivel de tabaquismo en Nueva York. Antes de iniciar, realizaronuna encuesta telefónica entre 10 mil personas para tener un piso de partida. Lo primero que demostró esa encuesta es que en los diez años anteriores no había disminuido el tabaquismo en la ciudad.

En 2009 se estableció un impuesto alto al tabaco en Nueva York; en la encuesta realizada un año después, se documentó una baja sustancial en el tabaquismo. Después vino otra medida, otra muy intensa batalla: convertir a los bares y restaurantes en áreas libres de tabaco. Un año después, la encuesta volvió a demostrar una caída en el consumo de tabaco. Esperaban que la reducción en el consumo de tabaco continuara, pero habían llegado a un punto: una importante reducción, pero hasta ahí se había quedado el impacto; no bajaba más el consumo.

El Centro para el Control de Enfermedades les recomendó una campaña publicitaria contra el consumo de tabaco, con una inversión de 10 millones de dólares. Dudaron en realizarla; con 10 millones de dólares podrían hacer muchas otras cosas, como mejorar las clínicas o ampliar el personal, pero decidieron probar.

El resultado fue muy bueno: se redujo el número de fumadores, de manera especial en las zonas de la ciudad donde la campaña publicitaria antitabaco se había desplegado. Ante las críticas internas por parte de miembros del Consejo de la Ciudad, se presentaron los datos de cuántos dólares se habían invertido para salvar cada vida. Si se cortaba el recurso, el Consejo de la Ciudad sería responsable de esas vidas no salvadas, de esos casos de cáncer no evitados, de todas las enfermedades no evitadas.

En ese mismo sentido, deben evaluarse la responsabilidad de funcionarios y legisladores que bloquean políticas necesarias para salvar vidas y reducir los daños que, en México, están generando estos productos, como el refresco, la comida chatarra, el alcohol y el tabaco. Hoy nos parece obvio que los médicos y sus asistentes tengan que desinfectarse las manos antes de atender un parto, una cirugía o cualquier intervención.

Seguramente, en el futuro será poco entendible que en nuestra época se consumiera una bebida con la cantidad de azúcar que contienen hoy los refrescos; que la Navidad fuera promocionada para niñas y niños por una de esas bebidas. Tampoco se podrá entender el consumo de una enorme cantidad de productos ultraprocesados con colorantes, saborizantes, texturizadores, aromatizantes y una cantidad de químicos cosméticos, etc.

El consumo de estos productos es la principal causa de enfermedad y muerte actualmente en nuestro país. Debemos dejar de normalizar su consumo y aprender de las políticas exitosas frente al tabaco y el alcohol, que han salvado cientos de miles de vidas. Las medidas deben ser más profundas y radicales; como sociedad y país, no debemos cargar con los daños del consumo de estos productos mientras las corporaciones se llevan las ganancias.

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