Seguridad humana y catástrofes ambientales

Clara Judsiman

En México muchos hemos perdido la expectativa de contar con gobiernos que privilegien la seguridad de las personas que los han elegido para poner orden en la casa común y aminorar desigualdades. 

Han renunciado a procurar el bien colectivo. Han convertido bienes y dinero público en propiedad personal y en recursos para compra de votos. Han abandonado la planeación de mediano y largo plazo para responder a lo inmediato. Su interés se centra en perpetuarse en el poder mediante una narrativa llena de mentiras.

Estos profundos cambios tienen al menos dos efectos muy dañinos en la seguridad humana. Por una parte, un desinterés en el mantenimiento de infraestructuras que se desarrollaron a lo largo de décadas como son las redes de distribución de agua potable, las de drenaje, presas, canales de riego, refinerías, escuelas, hospitales. La inversión pública está en sus niveles históricos más bajos. La previsión para 2026 es de sólo el 2.5% del PIB.

Otro efecto consiste en la ausencia de previsiones de políticas para el mediano y largo plazos teniendo en cuenta los cambios en curso en materia demográfica, tecnológica, ambiental y cultural. 

Estamos en México frente a un envejecimiento acelerado de la población y un crecimiento de ésta por debajo de la tasa de reemplazo. A nivel mundial hay dos revoluciones industriales, una crisis climática profunda y grandes cambios políticos y culturales.   

En un contexto de tanta incertidumbre y cambio sería muy importante que el gobierno contara con un grupo de inteligencia estratégica que estuviera desarrollando posibles escenarios de futuro, así como los efectos que podrían provocar en México y las medidas que, en su caso, se tendrían que adoptar.

Por ejemplo, de los varios aspectos que se incluyen en el concepto de seguridad humana uno central es el que se refiere a la seguridad de que las personas no perderán sus vidas, sus posesiones, sus trabajos e ingresos, sus viviendas frente a catástrofes humanas naturales o antropogénicas. 

Las capacidades públicas para prevenir, aminorar y en su caso, atender los desastres climáticos a todos los niveles de gobierno están en su punto más bajo de desempeño, como lo hemos podido vivir por las catastróficas lluvias recientes. Las muertes, las personas desaparecidas, la destrucción material y de entornos de vida ha tenido un altísimo costo individual y familiar, así como para las actividades económicas, sociales y culturales.

México enfrenta varios riesgos: sismoshundimientossocavones grietasinundacionesincendiosaludes, ocupación del territorio en zonas de alto riesgo, extracción excesiva de agua del subsuelo, presas azolvadas, ruptura de redes de distribución de agua, carga excesiva de peso en suelos urbanos, deforestación acelerada. 

Es una tristeza que no se cuente con sistemas de alerta temprana que utilicen las nuevas tecnologías de comunicación. Es una tristeza que funcionarios responsables de prevenir y atender los problemas no sepan cómo actuar o ni siquiera estén presentes. Es una tristeza que las personas que saben de nuestras vulnerabilidades y son expertas en preverlas y enfrentarlas no formen parte de los gobiernos.

La soberbia y la ignorancia, así como la sustitución de capacidades por lealtades están provocando mucho daño en la seguridad humana en nuestro país.

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