Imelda, Pedro y Minerva: la traicion y la triple alianza del retroceso
Benjamín Bojórquez Olea
Hay momentos en la política en los que ya no cabe la tibieza. Lo que ocurrió en el Congreso del Estado no es un simple desacuerdo: es una traición abierta, descarada y calculada, una jugada tan mezquina que dejó desnuda la ambición de quienes ya perdieron cualquier rastro de ética pública.
Los diputados Pedro Villegas Lobo y Juana Minerva Vázquez consumaron un acto que pasará a la memoria política como uno de los episodios más vergonzosos de la legislatura: votaron contra Sinaloa, contra su propio gobierno y contra el proyecto que los llevó a sus curules. Y lo hicieron con la frialdad de quien no entiende —o ya no le importa— el daño que causa.
Pero no actuaron solos. Detrás de este sabotaje interno asoma la sombra de la senadora Imelda Castro Castro, que desde hace tiempo juega a dinamitar cualquier propuesta que no pase por su mano. Su operación, es la evidencia irrefutable de que algunos dentro de Morena prefieren incendiar la casa antes que permitir que otros la gobiernen con solvencia.
Imelda Castro movió fichas y los diputados obedecieron como si fueran peones resignados a hipotecar el futuro de un estado completo con tal de complacer una agenda personal. Una agenda que, por cierto, hace tiempo dejó de tener que ver con Sinaloa y mucho menos con la Cuarta Transformación.
Porque votar en contra del crédito no es solo rechazar un instrumento financiero; es trabar el desarrollo del estado, frenar obras, bloquear soluciones y apostar al desgaste del gobierno.
Y es aquí donde la incongruencia golpea más fuerte: estos diputados no se rebelaron por convicción; se arrodillaron por cálculo y traicionaron al pueblo que los puso ahí.
Y todo para obedecer la estrategia tóxica de quien se imagina dueña del poder cuando ni siquiera ha logrado conquistar la legitimidad para ejercerlo.
Lo que hoy exhiben Villegas Lobo y Vázquez González no es independencia; es fragilidad política. No es valentía; es subordinación al capricho. No es pensamiento crítico; es la incapacidad de sostener un proyecto sin buscar padrinos en la sombra.
Imelda Castro, por su parte, juega un papel aún más grave: el de la dirigente que, incapaz de construir futuro, elige destruir el presente. Esa política del sabotaje silencioso, del “si no me toca, que no avance nada”, no solo es cobarde: es profundamente regresiva.
GOTITAS DE AGUA
Hoy, Morena no enfrenta una crítica externa. Enfrenta algo peor: un tumor interno que ya empezó a mostrar metástasis.
Por eso esta traición no quedará impune en la memoria colectiva. Porque cuando la historia pase factura, los nombres de estos tres personajes quedarán marcados como ejemplo de lo que la 4T jamás debió permitir: la política que se alimenta del ego, no del deber.
Sinaloa no merece diputados en oferta ni senadoras en guerra consigo mismas. Merece proyecto, congruencia y altura de miras.
Y quienes hoy eligieron jugar a la traición deben entender una cosa: cuando se le da la espalda al pueblo, el pueblo también sabe cerrar filas… pero en tu contra.
