UAS: La crisis que unos sembraron y hoy quieren capitalizar

“Mezquindad disfrazada de lucha: el juego político de Medrano contra la UAS”
Jacinto Robles Salazar.
La Universidad Autónoma de Sinaloa vive tiempos definitorios. Frente a una crisis financiera profunda que pone en riesgo el cumplimiento de sus funciones sustantivas, la institución ha optado por una ruta compleja pero necesaria: reorganizar, optimizar y defender lo que aún puede ser salvado. No es un proceso sencillo, pero sí imprescindible para garantizar su viabilidad. Y como en todo proceso de transformación, los enemigos no siempre están fuera; a veces se disfrazan de defensores para destruir desde dentro.
En este escenario, es imposible ignorar el papel que ha jugado un personaje cuya responsabilidad en la actual situación es tan evidente como su cinismo para lavarse las manos: Marco Antonio Medrano Palazuelos. Hoy, desde la comodidad del retiro y al frente de una Asociación de Jubilados que opera más como instrumento personal que como representación gremial, vuelve a atacar a la Universidad, utilizando el tema de la prima vacacional como nuevo estandarte de conflicto.
Pero hablemos con claridad. La situación que atraviesa hoy la UAS no se gestó en un vacío. Fue provocada y sostenida por la cerrazón y mezquindad de grupos como el que encabeza Medrano. Durante años, se opusieron con ferocidad a cualquier esfuerzo institucional que buscara ordenar las finanzas universitarias, especialmente en materia de jubilaciones. El ejemplo más ilustrativo y trágico fue la ruptura deliberada del fideicomiso que la Universidad diseñó para garantizar la prestación de Jubilación Dinámica, una de las más generosas del país. En lugar de sumar a su consolidación, Medrano y su grupo promovieron una narrativa de desconfianza, sembraron el miedo entre los trabajadores y llenaron los tribunales con demandas gestionadas por despachos cercanos y altamente redituables para ellos, hasta colapsar el sistema.
Hoy, miles de trabajadores que ingresaron a la Universidad después de 2016 no cuentan con esa prestación, y quienes aún la gozan ven amenazada su continuidad por la falta de respaldo financiero. El daño no fue teórico: fue profundo, sistemático y dirigido. Y lo más grave es que los responsables no solo no muestran arrepentimiento, sino que vuelven a intentar sacar provecho político y económico del caos que ellos mismos sembraron.
El caso más reciente es la presión legal que están ejerciendo contra la Universidad por el pago de la prima vacacional a jubilados. Una prestación que, si bien está plasmada en el contrato colectivo, ha sido señalada por instancias federales como un uso indebido de recursos, pues se trata de un beneficio concebido para quienes laboran y gozan de un periodo vacacional activo. El rector Jesús Madueña Molina ha sido claro en su postura: se buscarán todas las vías legales y financieras para sostener los derechos de los jubilados. Pero también ha dejado claro que no se pondrá en riesgo la estabilidad institucional por la cerrazón de un grupo que no conoce otra forma de operar que el chantaje y la manipulación.

Y es que detrás de la supuesta “defensa de derechos” promovida por Medrano, hay una estructura construida con fines muy distintos a los del bienestar colectivo. Uno de los componentes más preocupantes de esta estructura que opera es su actual presidencia, encabezada por Florina García, quien se ostenta como una suerte de “presidenta vitalicia” al frente de la Asociación. García ha monopolizado el control de la organización durante más de quince años, y opera bajo la línea directa de Medrano, quien ha hecho de ella una ficha útil para seguir manejando desde las sombras los intereses y recursos del gremio. Mientras exigen alternancia y democracia en los discursos, en la práctica han instaurado un cacicazgo autoritario, cerrado a la participación real y absolutamente opaco en el uso de los fondos.
La llamada caja de ahorro, que debería ser un instrumento de apoyo colectivo, se maneja sin transparencia, con préstamos onerosos, con beneficios para unos pocos y sin rendición de cuentas clara. El argumento es siempre el mismo: defender los derechos de los jubilados. Pero la realidad es que lo que se defiende es el control político y económico de una estructura clientelar disfrazada de representación gremial.
Hoy se rumora que en la próxima asamblea se propondrá que el propio Medrano tome el control formal de la Asociación, cerrando así el círculo de poder sin necesidad de intermediarios. Si esto se concreta, no solo s e eliminará cualquier posibilidad de alternancia interna, sino que se profundizará el modelo corporativo que tanto daño ha hecho a la Universidad. Un cacicazgo que se niega a soltar el poder, que ha saboteado cada intento de solución colectiva, y que utiliza a los jubilados como carne de cañón en cada coyuntura política.
La Asociación de Jubilados, que Medrano manipula desde hace años, no ha sido un espacio de propuestas ni de solidaridad entre compañeros retirados. Ha sido un instrumento de presión política y una maquinaria que ha lucrado con el miedo, la desinformación y la falta de alternativas.
La Universidad no puede seguir rehén de estas dinámicas. El momento que vive la UAS exige un debate de altura, madurez y un compromiso real con su futuro. El rector y el SUNTUAS han asumido con responsabilidad esta etapa crítica, enfrentando decisiones difíciles para sostener derechos laborales sin comprometer el funcionamiento institucional. Se ha mantenido el diálogo con autoridades estatales y federales, se ha explicado con transparencia la situación financiera y se ha abierto la puerta a construir soluciones colectivas.
Pero eso no será suficiente si ciertos grupos siguen apostando por el conflicto y el desgaste, creyendo que en cada crisis hay una oportunidad de negocio. La comunidad universitaria debe recordar, con memoria y sin miedo, quiénes sabotearon los esfuerzos por construir una jubilación sostenible, quiénes llenaron sus bolsillos con demandas que destruyeron al fideicomiso, y quiénes hoy se presentan como víctimas para volver a capitalizar políticamente lo que ellos mismos provocaron.
No se trata de dividir. Se trata de exigir responsabilidad. De tener la honestidad de reconocer que sostener una nómina de más de 2 mil 100 millones de pesos para jubilados es financieramente inviable si no se construyen esquemas estructurados, con respaldo técnico y una visión de largo plazo. Y de decirlo firmemente: los jubilados no son el problema, pero quienes los utilizan con fines personales sí lo son.
Hoy la UAS necesita unidad, pero no a cualquier costo. Necesita un debate público informado, propuestas que sumen, diagnósticos serios y una participación plural que no dependa de agendas de venganza ni de intereses personales. Necesita mirar hacia el futuro, pero sin olvidar quiénes intentaron hundirla en el pasado y ahora se presentan como salvadores.
La Universidad no se salva con mezquindades. Se salva con responsabilidad. Y esa responsabilidad empieza por llamar las cosas por su nombre, defender con firmeza el interés colectivo, y no volver a permitir que quienes ya dañaron la institución, vuelvan a poner en riesgo lo que pertenece a todas y todos los sinaloenses.