La estrategia de Enrique Inzunza aplasta el “retrato político” de Imelda Castro

Álvaro Aragón Ayala
Aquí no cabe el adagio de que el que tiene más saliva traga más pinole. No encaja. Lo que cuenta es la estructura. O el poder de la estructura. En la carrera por la candidatura de Morena al gobierno de Sinaloa, si se valora con exactitud el quehacer político, el Senador Enrique Inzunza Castro ya rebasó a la Senadora Imelda Castro Castro. Inzunza gasta menos saliva que Imelda y se mueve con estrategias más rentables. El Senador es el jurisconsulto, el hacedor de reformas y leyes para modificar el sistema político mexicano y la Senadora es la convidada de piedra en tareas jurídico-legislativas ya que no domina la litis parlamentaria.
No es el propósito del artículo ofrecer una definición política a priori. No. De ninguna manera. Es la realidad. Guste o disguste, el Senador Enrique Inzunza, por sus capacidades jurídicas y legislativas le ha sido más útil en el Senado de la república a Claudia Sheinbaum Pardo que Imelda Castro en la aprobación de las reformas estructurales operadas desde el Palacio Nacional. Sin embargo, no presume una extrema cercanía con la presidenta de la República. Es institucional y prudente. En cambio, Imelda Castro que no participa en los trabajos legislativos que se desarrollan a puerta cerrada, usa el impacto del “retrato político” para demostrar el “cariño” y el “apoyo” que según ella le brinda Claudia Sheinbaum.
El Senador Enrique Inzunza incorporó a su equipo de primer nivel, encargado de armar redes de influencia y estrategias de penetración política, al ex dirigente del PRI estatal, Jesús Valdez Palazuelos, político nato que conoce “de pe a pa” los partidos políticos que operan en Sinaloa, sus dirigencias y militancias y lo más importante: sus necesidades y alcances. También sumó al dirigente estatal del Partido Verde Ecologista de México, el diputado federal Ricardo Madrid Pérez, personaje que mandó al demonio al Plan de Retorno de Quirino Ordaz a Sinaloa para trabajar en un proyecto tangible: el de Inzunza. No es casual entonces el acercamiento de Ricardo con dos pesos pesados de la política estatal: Gilberto Ojeda Camacho y Pablo Moreno Cota.
Como en la Ciudad de México es una Senadora del montón, en Sinaloa Imelda Castro trabaja entonces con la estrategia del “retrato político” y se mueve en otra galaxia, con una plataforma digital a la que bautizó como Vocerías Digitales Por La Paz, toda una mafufada con la que pretende hacer creer su preocupación por la crisis de seguridad que atrapa algunos municipios de Sinaloa. Sin embargo, ese escaparate publicitario y la narrativa de que es víctima de una persecución política, lo cual es falso de toda falsedad, no trasciende y, por tanto, no avanza, no crece y la conduce a un proceso de enanización política de alto riesgo.
Enrique Inzunza es más sagaz. Traza acuerdos invisibles con operadores políticos de primer nivel que mueven la trayectoria del PRI, PAN, PVEM, PT y que son claves en MORENA. Jala también a ex dirigentes de esos partidos que aún poseen presencia y arrastre político. Opera “abajo de la superficie” construyendo sin estridencias un andamiaje resistente. Ese trabajo en el “subsuelo político” tiene más peso que el discurso volátil y las fotografías de Imelda Castro, pues incluye dinámicas formales y relaciones de poder subterráneas. El Senador levanta, pues, una estructura con redes sociales y sus liderazgos en todas las ciudades, pueblos, sindicaturas y rancherías de Sinaloa.
Sabe el Senador que las dinámicas políticas ocurren en las comunidades locales, a menudo movilizadas con sus propias normas y mecanismos de toma de decisiones. Que esa estructura es lo que se conoce como “subsuelo político”. Desarrolla ahí un trabajo territorial con operadores que tejen fino y que le permite conquistar espacios geográficos específicos, incluyendo las zonas marginadas, para poder ofrecer la transformación de realidades locales. Para los estrategas, avanzar en el “subsuelo político” es vital para crear la fuerza motriz de una campaña política porque es en tierra donde se genera el despertar cívico que se traduce en votos el día de las elecciones.