Los fantasmas de la corrupción

Diego Petersen Farah
En la era de la 4T la corrupción es como los fantasmas: no existe, pero de que la hay, la hay.
Es un absurdo, cuando no una ingenuidad, pensar que la corrupción se termina por decreto. Más aún que se haya convertido en dogma de fe para los seguidores de la religión cuatroteísta: les bastó que el Presidente López Obrador haya dicho que se acabó la corrupción para creerlo. Como un gran ilusionista, el expresidente se gastó cuatro veces los ahorros que decía haber obtenido de la erradicación de la corrupción, y mucha gente aplaudió el truco barato. Llegó Segalmex, donde el desfalco fue monumental, 13 mil millones de pesos, mayor aún que el de la Estafa Maestra. Fue de un descaro absoluto, sólo se recuperaron 900 millones, no se tocó al director general, Ignacio Ovalle, porque era amigo del Presidente. Y los creyentes siguieron creyendo.
Desbarataron el sistema de compras y abasto de medicina porque era muy corrupto, Y sí, sin duda lo era, pero no sólo no lo arreglaron, hicieron un desastre mayor, provocaron un enorme desabasto, y la corrupción siguió intacta, como intactos están los corruptos. Corrompidos y corruptores campean por las oficinas del sector salud haciendo lo que saben hacer: amañar concursos, vender a sobre precio, manipular el sistema de compras. Es patético: seis años después el Gobierno no ha podido hacer una compra de medicamentos que sea mínimamente transparente y, sobre todo, eficiente. Esto tampoco hace cosquillas a la fe de los creyentes.
Como no pudieron –o no quisieron– acabar con la corrupción, entonces mejor acabaron con la transparencia. No les bastó aniquilar al INAI porque, dicen, salía muy caro (cerca de mil millones de pesos en los seis años de López Obrador) sino que aprobaron una Ley que le permite a Pemex, a CFE y a todos los proyectos “estratégicos” que construye el Ejército a no rendir cuentas a nadie.
No se trata de defender al INAI y mucho menos a sus consejeros, sino de entender que la corrupción no se combate con bonitos discursos ni con el ejemplo de los presidentes (suponiendo que sean ejemplo de algo) sino con procedimientos transparentes y vigilados, y con una justicia que realmente persiga los delitos de corrupción en todas sus formas: soborno, cohecho, tráfico de influencias, peculado, etcétera.
Que el Gobierno de Sheinbaum haya detenido la compra de medicinas por sospechas de corrupción es sin duda una buena noticia. Que hayan separado a los funcionarios de Birmex que estuvieron involucrados, también lo es, pero de nada servirá si no se logra establecer cuál es el mecanismo con el que opera la corrupción en la compra de medicamentos y si no se procesa judicialmente a los presuntos corruptos por parejo, sean funcionarios o empresarios.
El fantasma de la corrupción está en la casa, vive entre nosotros y está en cada pasillo de la administración pública, aunque hayan decretado su extinción.