La constitucionalización de la tontería

Jorge Javier Romero Vadillo

Con 410 votos a favor y 24 en contra, el Congreso mexicano ha decidido que la mejor manera de enfrentar los problemas de salud pública es convertir la Constitución en una lista de ocurrencias, con la introducción de la prohibición del fentanilo, los vapeadores y los cigarrillos electrónicos a los artículos 4 y 5 de la Carta Magna. La reforma, impulsada por el expresidente López Obrador —cuyas ideas sobre política de drogas tienen la misma base científica que las consejas de sus abuelos en Macuspana—, refleja no sólo una ignorancia abismal, sino una peligrosa tendencia a utilizar la Constitución como herramienta para encubrir incompetencias.

Equiparar los vapeadores con el fentanilo no sólo es ridículo, sino profundamente irresponsable. Mientras que el fentanilo farmacéutico es una sustancia indispensable para la medicina moderna, utilizada en cirugías y como analgésico hospitalario, su prohibición absoluta, como propone esta reforma, es una aberración que demuestra una completa falta de entendimiento sobre los problemas que enfrenta la salud pública. Lo que se comercia en el mercado ilegal no es el fentanilo médico, sino variantes sintéticas producidas sin control alguno, precisamente porque el prohibicionismo ha convertido la fabricación clandestina en un negocio millonario.

Los vapeadores y cigarrillos electrónicos, aunque no están exentos de riesgos, representan una alternativa menos dañina que el consumo de tabaco tradicional. Al equipararlos con el fentanilo, la reforma carece de matices y refleja un enfoque superficial que ignora la evidencia científica. Mientras tanto, los mercados clandestinos de estos productos recibirán con los brazos abiertos este regalo legislativo. La prohibición no hará desaparecer su consumo, pero sí garantizará que quienes lo hagan estén expuestos a productos adulterados y de peor calidad, con riesgos aún mayores para la salud.

El problema va más allá de lo absurdo de estas medidas. Incluir prohibiciones de regulación específica en la Constitución degrada su función y convierte a la Ley suprema en un manual de reglas imposibles de cumplir. Las constituciones modernas son herramientas para establecer principios fundamentales y derechos, no catálogos de prohibiciones que, lejos de resolver problemas, los perpetúan. La imposibilidad práctica de hacer cumplir estas disposiciones alimentará la percepción de que la Constitución no es más que un conjunto de aspiraciones vacías, erosionando su legitimidad y su capacidad de ser un marco rector efectivo.

López Obrador y su sucesora parecen creer que todo se resuelve con decretos y reformas constitucionales. En lugar de asumir políticas públicas basadas en evidencia científica, se opta por ocurrencias que, como en este caso, son profundamente ignorantes. Prohibir todo no es una estrategia; es una capitulación ante los problemas reales que enfrenta la salud pública. El Congreso, con su mayoría oficialista, pero con amplio apoyo de la derecha conservadora del PAN, ha seguido este camino sin cuestionar ni reflexionar, con lo que queda claro que el debate y la deliberación han desaparecido de nuestro sistema legislativo.

En mi libro El poder de la legalización ante la violencia generada por el tráfico de drogas en México, que acaba de ser publicado por Editorial Terracota, planteo cómo el prohibicionismo ha fracasado estrepitosamente en todos sus objetivos. Ni ha reducido el consumo ni ha protegido a los menores ni mucho menos ha disminuido la violencia. Por el contrario, ha generado mercados clandestinos que enriquecen a las mafias, mientras criminalizan a los usuarios y perpetúan un sistema de injusticia y exclusión. En el caso del fentanilo, la regulación y el control de calidad de los medicamentos serían estrategias mucho más efectivas para combatir la crisis de sobredosis que enfrentar una prohibición absoluta que no resuelve nada.

Estados Unidos, con su prohibicionismo exacerbado, es la prueba viviente de que estas políticas no funcionan. Allí, la persecución al fentanilo ha producido una crisis de sobredosis sin precedentes, alimentada por mercados clandestinos descontrolados y una negligencia en la atención sanitaria. México, en lugar de aprender de estos errores, insiste en copiar las estrategias fallidas de su vecino del norte.

La reforma aprobada por el Congreso no es sólo un retroceso; es un insulto a la inteligencia y una amenaza para la salud pública. En lugar de avanzar hacia políticas de reducción de daños, educación y regulación, se elige el camino fácil de la prohibición, dejando el problema en manos de traficantes que agradecen cada medida que fortalece su monopolio.

Ya sería tiempo de abandonar el moralismo barato y las ocurrencias legislativas y comenzar a pensar en soluciones reales. La regulación y el control no son sólo estrategias más efectivas, son también la única manera de proteger la salud pública sin sacrificar derechos ni enriquecer a quienes operan en la ilegalidad. Pero para eso hace falta sensatez política, algo que parece estar ausente en la actual coalición de poder.

La reforma que prohíbe el fentanilo y los vapeadores es sólo un capítulo más en el proceso de destrucción del orden constitucional que vivimos. Entre la desaparición de los contrapesos que garantizaban un mínimo de equilibrio entre los poderes y la inclusión de tonterías como estas prohibiciones, la Constitución se ha convertido en un reflejo de la arbitrariedad del Ejecutivo y de la mediocridad del Congreso. En lugar de ser un instrumento para proteger derechos y limitar abusos, ahora es un vehículo para caprichos y ocurrencias que socavan su legitimidad. En manos de este Gobierno, se está desmoronando el de por sí endeble Estado de Derecho que se estaba construyendo en México.

Como dijo el extraordinario especialista en transparencia Toby Mendel en el cierre del 13º Seminario Internacional sobre Rendición de Cuentas y Combate a la Corrupción que se celebró el lunes pasado en la FIL de Guadalajara, lo que está viviendo México es una tragedia terrible, no sólo para nuestro país, sino para todo el mundo.

Share

You may also like...