Sinaloa, los demonios andan sueltos

Ernesto Hernández Norzagaray

“Queda claro que quien garantizaba la paz en Sinaloa era ‘El Mayo’”, reza el muro digital de un activista culichi que, quizá, hasta antes del 25 de julio pasado pensaba que vivía en un estado/ciudad donde imperaban los mínimos de la Ley, el pacto motor de estabilidad en toda sociedad civilizada y, finalmente, se ha dado cuenta que no es tal y que son los poderes fácticos los que garantizan su seguridad. 

Y ahora de golpe y balazo, se ha dado cuenta que el imperio de la Ley era una ensoñación y la realidad le ha demostrado que todo radicaba en la voluntad de un personaje que estaba “siempre en algún” lugar de Culiacán, la Sierra Madre Occidental o en las costuras del triángulo dorado y, ahora, ese hombre otrora todopoderoso habita en una celda del centro correccional de Brooklyn, desde donde puede hacer poco por restablecer la paz rota. 

Es la historia de siempre de las viejas mafias con su inevitable Padrino, decidido, audaz e inteligente que fue capaz de acumular poder por las malas o por las buenas, gracias, a sus dotes de negociador que le reconocen propios y extraños, y que le ganó el mote de “jefe de jefes”.  

Consciente de que el poder no es útil, sino es para servir a los suyos en la carta que escribió desde su reclusión texana recomendaba a los suyos, y quizá también a los que le traicionaron que había que evitar que se desatara la violencia que hoy estamos presenciando con el Culiacanazo 3.0. 

Y las palabras del General Francisco Leana Ojeda, Comandante de la Tercera Región Militar, de que la paz “no depende de nosotros, depende de los grupos antagónicos, que dejen de hacer confrontación entre ellos y que estén dejando a la población en paz para que viva con tranquilidad” es la confirmación de una política de seguridad fallida, pero, también, de que si esa guerra se desataba era a cuenta y costo del Cártel de Sinaloa. 

Así, los ciudadanos están sujetos a que los que hoy toman sus calles, secuestran o asesinan, dejen de confrontarse porque el Gobierno no está para garantizar la seguridad, sino para cumplir la política de “abrazos no balazos”, a la que se suma penosamente la Presidenta electa que no se sale un centímetro de la línea que le han trazado. 

Y eso lo han entendido los sinaloenses que el mayor número de votos que haya obtenido un Gobernador en la historia del estado de los once ríos y en los comicios presidenciales de 2018 y 2024, fue el estado del norte que más aportó votos en términos relativos a Andrés y Claudia e, igual, está entre los primeros cinco a nivel nacional. 

“Amor con amor se paga”, reza un apotegma que gusta mucho decir al obradorismo y en Sinaloa, no parece cumplirse al caer en el desamparo y llamar a rascarse con sus propias uñas y resguardarse en sus hogares para evitar los efectos de la narcopandemia, como la llama acertadamente el Diputado Mario Zamora desde la tribuna legislativa. 

Llaman a los culichis a aceptar su realidad con una contención gubernamental disuasiva o encomendarse al poder del Padrino que garantizaba que los “dueños” del estado no se confrontaran y ahora sin control están tirando bala a la vuelta de la esquina, donde, además, levantan a jóvenes para incorporarlos a fuerza en sus comandos armados. 

Quizá, en algún momento esto vaya a la baja -al escribir este texto al caer la noche del jueves me llega la imagen capturada por un dron desde lo alto de la céntrica avenida Álvaro Obregón de Culiacán- y en ella, muestra, esperanzadoramente, que la circulación de autos y personas empieza a normalizarse. 

Total, dirán los culichis más resignados, no es la primera vez que Culiacán vive una situación similar y están, como ejemplo, los otros culiacanazos que han cimbrado a la población y pasado un tiempo las cosas vuelven a una normalidad metabolizada. 

Hoy, no faltara algún compositor de corridos tumbados que este escribiendo ya la crónica del “culiacanazo 3.0” más largo y en sus rimas este exaltando la épica en estos acontecimientos y personajes mientras los personeros de otros cárteles se soban las manos bajo la máxima de que “cuando tus enemigos hacen tonterías, no los distraigas” pues, así como en la política, no hay vacíos, tampoco en el crimen organizado, como lo dice Ricardo Ravelo, estamos ante un relevo y, el que a su juicio, será el cártel del próximo sexenio. 

Pero la doble orfandad duele cuando se sale de las series narcas de plataformas de streaming para mostrarse a todo color y aparece el miedo que significa salir a la calle, la escuela, el trabajo o abrir un negocio para atender a los clientes y, duele, más cuando ante ese torbellino interno el Gobernador sale a la prensa para buscar normalizar con saliva la vida cotidiana de los culichis mientras él, y su equipo más cercano, se desplaza por las calles a toda velocidad en caravanas de camionetas como garantía de su seguridad. 

O sea, lo que no tiene el culichi de a pie, el que espera en una esquina un autobús para hacer sus tareas cotidianas y ve pasar esa decena de vehículos veloces sólo le queda más que maldecir y hacer su vida. 

Vamos, que importante son en toda sociedad las instituciones para garantizar la vida en condiciones mínimas de seguridad y que mejor que sean las del Estado, no las de un Padrino por más reconocido que sea, porque está visto que cuando aquel, falta, como sucede con “El Mayo” Zambada, los demonios salen con todo a cobrársela sin considerar la perdida de sus libertades básicas. 

En definitiva, la expresión de nostalgia trágica con la que empezamos este texto es lamentablemente una gran verdad para muchos sinaloenses convencidos de la mitología que envuelve a este personaje sencillo que sobrevivió décadas de persecución, sino también por el sentimiento de desamparo que significan las palabras del General Leana Ojeda, del Presidente López Obrador y las de la Presidenta electa, Claudia Sheinbaum. 

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