La ficción de Rubén Rocha

Álvaro Aragón Ayala

El gobernador Rubén Rocha Moya recurrió al discurso simplón y a la narrativa ficción, a la fabricación de novelas, en las que privan los sonsonetes aquí “no pasa nada”, “todo está controlado” y “los estamos cuidado”, para intentar ocultar, inútilmente, los sucesos violentos que paralizaron a Culiacán y amenazan con extenderse a todo Sinaloa debido a la incapacidad para frenar los enfrentamientos entre grupos de civiles armados considerados por la DEA, el FBI y el Departamento de Justicia de los Estados Unidos altamente peligrosos y poderosos.

La incapacidad de Rocha Moya y su gabinete de seguridad para controlar y vigilar las dinámicas del narcotráfico y el crimen organizado derivó en una crisis institucional evidente. El gobierno rochista y su policía -preventiva y ministerial- perdieron credibilidad y legitimidad ante los ojos de la sociedad generando una sensación de desconfianza e inseguridad. Para colmo, el pueblo culpa al gobernador del estallamiento de la violencia. La militarización de Culiacán, siembra más miedo que respeto.

Como si fuera parte de la novela, “El Disimulo, así nació el narco”, obra de su autoría, el mandatario estatal configura una narrativa mentirosa para negar la ingobernabilidad y el colapso de su gobierno y la caída de su sistema de publicidad y propaganda que, en sus primeros tres años de gobierno, usó para pretender hacer creer que en materia de seguridad no ocurría nada extraordinario, nada fuera de lo “normal” que pusiera en peligro la vida de los sinaloenses ajenos a actividades ilícitas.

Pero la narrativa ficción de Rubén Rocha no logró cambiar la realidad: los sagrados alimentos de los sinaloenses están contaminados con conversaciones sobre complicidades, traiciones, enriquecimiento ilícito, tráfico y carrusel de obras, asesinatos, crímenes de Estado, victimas inocentes, tiroteos, empoderamiento del narco, control de la plaza, impunidad, corrupción, abusos del gobierno, etc.

El gobernador Rubén Rocha quedó atrapado en su libro de ficción “El Disimulo, así nació el narco”, en el que él reseñó que “el disimulo es una forma de ocultar o de fingir que la realidad es otra o inexistente; encubrir o permitir la transgresión de la ley, del precepto, a cambio de prebendas y sobornos”, y que el cultivo y tráfico de drogas generó, en un pueblo serrano, una “ausencia de valores éticos” y la instauración de una cultura de la simulación y una “fantasía de un poder fundado en la crueldad, la corrupción, la negación de la vida”.

Para inventar un falso clima de tranquilidad, el mandatario estatal, por medio de la dirección de comunicación social que dirige Adriana Ochoa del Toro, y con el apoyo de medios de comunicación pagados con dinero público, levantó toda una industria de la mentira, para maquilar el rostro de un Sinaloa “color de rosa” y atacar y difamar a quienes califica como “enemigos del estado”, con inventos policiacos o políticos.

El mandatario estatal mandó fabricar novelas para poner “al servicio de la sociedad” la fantasía gubernamental en cantidades insultantes. La Novel’s Rocha Company Ltd, en la que invirtió millones de pesos nunca le funcionó, pese a que contrató los mejores especialistas en redacción de infamias e insultos, intrigas tenebrosas, falsedades policiacas y políticas, aventuras del gobernador y su pandilla, en limpieza de imágenes y ocultamiento de la verdad.

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