Sinaloa: entre el mito, la ficción y la realidad

Ernesto Hernández Norzagaray

A la Universidad Autónoma de Sinaloa y a la memoria de Héctor Melesio Cuén.

Culiacán nuevamente se encuentra en medio de un huracán mediático, antes lo estuvo con los “culiacanazos” I y II. Y es que la llamada “capital del corrido” se vende bien por los capos y los crímenes de alto impacto, las fugas y detenciones de barones del narco, las revueltas urbanas con sus imágenes a la Hollywood con persecuciones armadas, balaceras y vehículos humeantes.  

Y con esas escenas apocalípticas aparecen ipso facto, cómo no, expertos en Sinaloa, con sus reportajes y entrevistas soportadas en “informantes” sin rostro buscando encontrar el santo grial y explicar, las más de las veces, con aproximaciones, conjeturas, verdades a medias  o mentiras completas, el complejo sistema de relaciones que detona de vez en vez en la capital sinaloense y, claro, ahí están, sus personajes burocráticos, ante los hechos que distinguen la comarca, articulando explicaciones que inmediatamente tumba la realidad.  

Lo estamos viendo con la trama de la última semana donde tenemos una “entrega” que resultó secuestro, pero, que quizá sea un acuerdo negociado; una operación secreta estadounidense de la que debía saber, pero, que nunca supo, el gobierno mexicano y ahora este pide sin mucho fuelle “explicaciones” sin obtener respuesta de un interlocutor indiferente.  

Y la serie o la película sigue en medio de entrevistas cargadas de oportunismo mediático más que de información veraz, confiable, que explique porque hoy la leyenda Ismael Zambada García, el “Mayo” Zambada, está tras las rejas y lo mismo Joaquín Guzmán López, uno, de los hijos, del igualmente mítico Joaquín Guzmán “El Chapo” quien reside a perpetuidad en la Supermax de Florence, Colorado. 

Ya sabemos que este tipo de casos funciona mediáticamente in crescendo, administrada como el Bolero de Ravel y, así, está el hecho de las detenciones de los capos en un pequeño aeropuerto en las afueras de El Paso, Texas para ir al escaparate multiplicador de The New York Times o LA Times y las plataformas de ABC o NBC. 

Ahí, aparecen, las primeras imágenes de El Mayo Zambada lejos de las que imaginamos porque conocimos cuando fue entrevistado por Julio Scherer en febrero de 2010 y donde, se le veía, sano y contento, con aire de libertad, satisfacción u omnipotencia.  

En cambio, en la nueva imagen, lo vemos turbado, cansado, enfermo, agotado y la vista puesta en un horizonte incierto como una vida que termina con todos los reflectores sobre su humanidad.  Se derrumba el mito y en ese primer flashazo, empieza la historia del hombre de carne y hueso.  

Y con ello, la historia no comprobada, de una traición exprés tejida en el periodismo emocional, cierta o no, para mantener las audiencias con la “detención del siglo” no del todo legítima cuando este por su talante negociador, conciliador, siempre contó con apoyos institucionales para su protección de dentro y fuera del país.  

Y, como toda buena historia criminal, son indispensables los políticos para que sea redonda, creíble, vendible. Es la otra cara que da forma a lo que sociológicamente se conoce como narco político. Varios periodistas nos volvieron a recordar la dialéctica del narco y el político -Cómo la figura hegeliana del “amo y el esclavo”. 

El asesinato de Héctor Melesio Cuén Ojeda da en el clavo para la sospecha, conjetura, y una semana después cobra en percepción goebbeliana de “di una mentira mil veces, que algo queda”.  

Porque lamentablemente de eso se trata en este tipo de casos, generar antes que información apegada a los hechos, percepción, sea con fines de marketing haciendo que la historia continúe o sirva para que los objetivos políticos se cumplan o sea como un narco serie adelantada.  

No se destaca que el asesinado, además, de haber sido rector de la Universidad Autónoma de Sinaloa, alcalde de Culiacán, diputado local, fundador y dirigente del Partido Sinaloense (PAS) y diputado federal electo, era la única figura opositora al gobierno del morenista Rubén Rocha Moya de quien fue aliado para llegar al gobierno de Sinaloa y ya, con el mando político, lo despidió de su gabinete junto con sus correligionarios.  

Desde entonces la confrontación entre ambos políticos fue permanente, dura y ríspida, tomando tonalidades violentas en el campus de la UAS donde lamentablemente la unidad de los universitarios se contrasta con las imágenes de un comando armado persiguiendo a un funcionario de la máxima casa de estudios de los sinaloenses. 

Se trata, dirán algunos universitarios, de completar el proyecto autocrático. La UAS, es el último eslabón, de una serie de capturas y esta, con sus liderazgos, ha salido al paso para decir NO. O mejor, ¡de rodillas, nunca!, que se ha transformado en el lema de una resistencia civil que solo tiene precedente en las jornadas por la autonomía universitaria de principios de los pasados años setenta.  

Es de esperar, entonces, que con la muerte de Héctor Melesio Cuén pasando los días de duelo el gobernador decida si continúa con la confrontación o busca un punto de acuerdo para realmente terminar con el conflicto que va para dos años y, que sorprendentemente, no ha paralizado a la institución Rosalina. 

Un escenario de mayor confrontación no es la mejor opción para la convivencia de los sinaloenses y ojalá se imponga la cordura, la necesidad, de volver a lo básico del entendimiento entre los agentes institucionales.

Lo otro es continuar con la ficción para alimentar las audiencias nacionales e internacionales y, quizá, cae como anillo al dedo una nueva pieza de dramatismo y está en la profanación en Culiacán del mausoleo donde reposan los restos de la familia de Damaso López Núñez, “El Licenciado”, brazo derecho de Joaquín Guzmán “El Chapo”, ubicado en una prisión estadounidense. 

En suma, en Sinaloa, estamos mediáticamente ante un nuevo capítulo de esas historias con sus personajes y obras, buenas y malas, y donde el único problema radica en su fugacidad, pues, en una semana ha pasado de todo y parece que ha tocado fondo, aun, cuando, algunos periodistas y miembros de la opinocracia han llegado a decir como agoreros del desastre que lo peor está por venir y es que, como escribió Manuel Clouthier, en uno de sus tuits: Sinaloa está suelta. 

Y eso, mientras no suceda, no ha sucedido, y es que hay mucho en juego, no olvidemos que negocios son negocios y vaya, que los hay, en medio de la refriega mediática con sus mitos y ficciones. 

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