Netanyahu y el adiós de Biden
Isidro H. Cisneros
El pasado viernes el panel de 15 jueces que integra la Corte Internacional de Justicia presentó un dictamen a petición de la Asamblea General de la ONU, el cual establece categóricamente que la presencia de Israel en los territorios palestinos ocupados es ilegal. En consecuencia, mandató poner fin a dicha presencia y detener de inmediato la violenta construcción de asentamientos judíos irregulares, emitiendo una condena generalizada y sin precedentes respecto a la dominación israelí sobre los territorios ocupados desde hace más de 5 décadas. Los jueces detallaron una amplia lista de políticas para la construcción y expansión de los asentamientos ilegales en Cisjordania y Jerusalén, que incluye la expropiación de los recursos naturales en la zona particularmente gas y petróleo en la costa de Gaza, la anexión e imposición de un control permanente sobre las tierras confiscadas a los palestinos y la aplicación de políticas discriminatorias contra ellos, estableciendo que tales prácticas son violatorias del derecho internacional.
Por ello es que, contra todo sentido común y ofendiendo a la comunidad internacional que promueve la paz y la democracia, se tiene previsto que mañana martes el cuestionado presidente de los Estados Unidos Joe Biden, reciba en la Casa Blanca al responsable directo de los múltiples y horrendos crímenes de guerra contra los palestinos, el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu, quien además -en el colmo de una arrogancia impune- tendrá un discurso ante los legisladores estadounidenses este miércoles en una sesión conjunta del Congreso en Washington. Todo esto mientras el Estado judío mantiene una desproporcionada guerra de agresión contra los palestinos tanto en Gaza como en otras regiones ocupadas militarmente y que se focaliza contra los diferentes campos de refugiados donde las muertes se han elevado a más de 39 mil y los heridos a 90 mil personas, especialmente de mujeres e infancias, desde que inició el conflicto armado hace nueve meses.
La guerra deseada, organizada e impulsada por Netanyahu, se está desplegando también contra sus vecinos del sur de Líbano y se ha extendido hasta Yemen, donde este sábado fue atacado el puerto de Hodeida por parte del ejército israelí, dejando seis muertos y decenas de heridos. Urgidos de alguna legitimación que les permita justificar el genocidio que llevan a cabo, los líderes hebreos buscan desesperadamente apoyo internacional, lo que explica también que el presidente de Israel Isaac Herzog, haya anunciado que realizará un viaje a Francia e Italia en los próximos días con motivo del inicio de las olimpiadas, para reunirse con las comunidades judías. Este inusitado activismo en el plano internacional se lleva a cabo ante la creciente presión de la comunidad de naciones para que termine esta guerra genocida y se pueda establecer finalmente un Estado Palestino soberano e independiente.
Al igual que Hitler durante la Segunda Guerra Mundial, Netanyahu ha establecido que el objetivo de su política exterior es construir por medios militares un espacio vital para la sobrevivencia del Estado judío, razón por la cual impulsa un nuevo imperialismo político, económico y racial en esa región. Los hebreos se consideran a sí mismos “el pueblo elegido” o la raza superior que necesita urgentemente disponer de un espacio de seguridad, conquistando por la fuerza territorios que no les pertenecen y llevando a cabo una sangrienta “limpieza étnica” contra los palestinos. De la misma forma que los nazistas establecieron vínculos políticos con los fascistas italianos y otros regímenes autoritarios, Netanyahu busca establecer nuevas alianzas político-militares con el mundo occidental sin las cuales la guerra actual no sería posible. Persiguiendo y exterminando a los judíos, los nazis hicieron la guerra a un enemigo imaginario que no tenía ejército, Estado o gobierno. Ahora las víctimas de ayer se presentan como los verdugos de hoy