Claudia Sheinbaum ante la fórmula populista

Antonio Salgado Borge*

“Responsabilidad” es el término predilecto de quienes integran el círculo próximo a Claudia Sheinbaum. Cada vez que existe la oportunidad de expresarse en público, el compromiso de una transición y un gobierno responsables es reiterado por quienes representan a nuestra próxima presidenta.

La necesidad de transmitir este mensaje viene del enorme poder que tendrá el próximo gobierno. En algún punto el presidente se resignó a que, para materializar el proyecto denominado “Cuarta Transformación”, era necesario conseguir los permisos de construcción y preparar el terreno para el próximo gobierno.

El llamado “Plan C” fue concebido y promovido para estos efectos. También lo fueron el continuo golpeteo a organizaciones de la sociedad civil que han sido cruciales para la transparencia, los derechos humanos o la rendición de cuentas. A ello hay que sumar el desmembramiento o colonización de institutos concebidos originalmente para jugar el papel de contrapesos –por ejemplo, el INAI o la CNDH–.

Casi 60% de los votantes decidieron darle a Claudia Sheinbaum las licencias necesarias para terminar de demoler las estructuras existentes y reemplazarlas por lo que considere conveniente. Y es que, aunque Morena se quedara corto en su deseo de obtener mayoría calificada en ambas cámaras, los pocos legisladores adicionales que requiere, en combinación con la “flexibilidad” de algunos de nuestros representantes, dejan ver que esa mayoría terminará por materializarse eventualmente.

En este contexto, una decisión fundamental que tendrá que tomar pronto la presidenta electa es si incluirá a la democracia liberal o al populismo en el corazón de lo que resulte ser su proyecto. 

Aunque a los defensores incondicionales de la 4T no les guste reconocerlo, el gobierno de AMLO utilizó varios puntos clave del manual de populista contemporáneo para conseguir sus metas. 

El presidente y Morena abrazaron la idea de que las instituciones que tendrían que ser contrapesos están secuestradas por las élites económicas. Cuando se les cuestiona qué pasará con las funciones que dieron origen a las instituciones en cuestión, la respuesta es que son innecesarias para combatir la opresión si se dota de la fuerza necesaria a un líder que represente genuinamente al pueblo y a un movimiento con los principios correctos.

INAI, institución golpeada por la 4T. Foto: Octavio Gómez

Los elementos anteriores, sumados al uso de humor, de tropos o al rechazo a los datos y a la ciencia no dejan lugar a dudas: uno puede disputar si se justifica o no la adopción de una fórmula populista por parte de Morena y del presidente. Lo que no se puede negar es que durante su sexenio AMLO recurrió a sus principales ingredientes. Y que, electoralmente y en términos de mejoras salariales o de derechos laborales, esta fórmula fue todo un éxito.

De ello no se sigue que el gobierno de Claudia Sheinbaum adoptará automáticamente estos elementos. Una posibilidad real es que la nueva presidenta, más cerebral, preparada y organizada que su predecesor, y sin su carisma, busque dejar atrás la apuesta populista. 

Muchos pensamos que hay evidencias de que el progresismo, la redistribución y la eliminación de fuentes de opresión no son sostenibles a largo plazo fuera de un marco de genuinos pesos y contrapesos. Este marco es incompatible con el populismo que caracteriza al actual gobierno. Y es probable que de ello la doctora Sheinbaum tenga pleno conocimiento.

El problema es que, aun si este fuera el caso, la presión para preservar la fórmula populista es esperable de tres fuentes. La primera es, desde luego, la figura de AMLO. Por mucho que pretenda lo contrario, el presidente saliente conservará un peso enorme dentro de su movimiento. Y, con base en su historial, es poco probable que acepte un giro hacia un enfoque más liberal por parte del nuevo gobierno.

La segunda vendrá de los clérigos de su movimiento. Hay una veta marcadamente iliberal en los liderazgos intelectuales, muchos de ellos también activistas, que articulan la visión ideológica de Morena. Así, es común leer o escuchar que la idea de pesos y contrapesos está viciada por su origen –un pésimo argumento– o que cualquier aspecto liberal es una especie de imposición que viene desde el capital o del extranjero. Si decidiera remar en sentido contrario, la presidenta entrante se encontrará con presión desde este frente.

Palacio Nacional. Manual del populista. Foto: Proceso

La tercera es que las causas que dieron pie al surgimiento y fortalecimiento del populismo se mantienen vigentes. Tal como explicó recientemente David French en The New York Times, ejemplo de ello son la desigualdad, el resentimiento y la falta de capacidad de atender satisfactoriamente las necesidades reales de millones de seres humanos de gobiernos liberales. Si Claudia Sheinbaum diera un paso fuera del molde populista, alguien más ocuparía el espacio dejado. Y esto incluye a personajes instalados en la derecha.

La existencia de estas tres fuerzas es importante pues, como hemos visto arriba, los actores principales que, en principio, tienen la capacidad de obligar a Claudia Sheinbaum a dar un giro liberal a su gobierno están debilitados. Y otros más, que podrían intentarlo por propia conveniencia política están para efectos prácticos, están desprestigiados e inexistentes –como los partidos de oposición y las organizaciones que les empujaron durante este sexenio–.

Sheinbaum. Presiones desde los duros de Morena en favor del populismo. Foto: Miguel Dimayuga

Nuestra próxima presidenta buscará construir las estructuras sobre las que se articulará la vida política en México durante las próximas décadas. En este artículo he argumentado que, si Claudia Sheinbaum decide dejar atrás el modelo populista de AMLO, encontrará en el camino fuertes resistencias. Pero también defendí que cuenta con todo el poder y los instrumentos necesarios para vencerlas. Sea cual sea la decisión que termine tomando, su compromiso con la “responsabilidad” terminará, eventualmente, quedando en evidencia.

*Profesor Asociado de Filosofía en la Universidad de Nottingham, Reino Unido

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