Importante que las regulaciones que se hagan a la música de banda en Mazatlán se realicen desde una perspectiva multidisciplinar
El conflicto con la música de banda no es algo nuevo, pues desde años atrás este género ha estado lleno de prohibiciones a base de prejuicios sociales y estéticos, ya que desde sus orígenes se ha intentado domesticar y apuntalar ideas relacionadas con la gobernabilidad, la preservación de la cultura, la moral, la educación y el refinamiento, apuntó el investigador universitario, doctor César Burgos Dávila.
Al estar como invitado en el conversatorio ¡Que me siga la tambora! Historia, colonización, resistencia y mediatización de la banda sinaloense organizado por El Colegio de la Frontera Norte, el docente de la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS), expuso sobre la controversia que se vive en Mazatlán entre los hoteleros y músicos de banda, al querer regularizar o prohibir que los banderos toquen en las playas del puerto.
“Estas declaraciones desafortunadas que hicieron empresarios, hoteleros o un gremio específico de Mazatlán no son nuevas, es un conflicto que tiene más de 200 años, en donde Helena Simonett tiene un libro En Sinaloa nací, historia de la música de banda, ella documenta como históricamente la presencia de esta música en el espacio público ha sido molesta para habitantes, para extranjeros, pero sobre todo para sectores de cierta clase social específica”, indicó.
En dicho espacio, moderado por el doctor Miguel Olmos, en el que se hizo un recorrido sobre lo que es la banda sinaloense, qué ha significado a lo largo de los años, donde se origina esta tradición, hasta llegar al conflicto mediático, Burgos Dávila opinó que se ha buscado criminalizar a poblaciones muy específicas bajo el pretexto del cuidado de una imagen, un desarrollo económico, la modernización de un puerto a través de la regularización de prácticas que siempre han buscado favorecer intereses capitalistas en Mazatlán.
Manifestó que la música de banda tiene que ver con la historia, con la identidad y la forma en que socializa los habitantes del puerto y que, la estrategia de resistencia que encabezaron los músicos en las calles, confrontándose a las autoridades, se debe a una gran razón, pues la música es su trabajo, es una vía de subsistencia, dejando al descubierto las condiciones de precariedad en la que los músicos realizan su oficio.
“Creo que en esta controversia es muy interesante porque alcanzó el nivel mediático que tiene ahora, desde dónde se pronuncian los discursos, estamos hablando de una clase privilegiada alta, esto no quiere decir que los habitantes de a pie como cualquiera no conviva con esta problemática, pero esa problemática no había sido escuchada, no había sido atendida porque entonces pareciera que lo que se apuntala es el confort y la comodidad de una población específica”, dijo.
Asimismo, indicó que esta situación sobre la regulación del sonido se asocia con otros fenómenos que también son problemáticos en Mazatlán como son la turistificación, la gentrificación y la capacidad del territorio para dar respuesta.
También abordó los riesgos que implica las regulaciones que se pretenden realizar sobre la presencia de músicos de banda en las playas y las consecuencias que pudiera tener esta medida, la cual puede ser tomada por la población como una medida recaudatoria en donde se pueden ejercer abusos y que, al final de cuentas como ha pasado con muchas otras regulaciones relacionadas con la música, no van a solucionar un problema.
“Esta regulación, a mi parecer, en caso de que se siga trabajando, necesita no solamente una mirada política ni económica, tiene que emerger de otros lados, se tiene que escuchar a la gente, a los habitantes; es importante conocer a profundidad la experiencia de los habitantes, qué significa vivir en Mazatlán (…) porque si no en lo que se va a traducir es a que probablemente es a hacer una especie de marketing para colocar ahora si la música como un producto vendible”, comentó.
Finalmente expresó que esta disputa, si se mira desde la historia, la ha ganado la banda siempre por su historia, por su arraigo, su sonido, por su carga política y porque la música de banda y el norteño son expresiones culturales populares que representan a México en el mundo.