El culpable del hashtag #NarcoPresidente está en palacio nacional
Beatriz Pagés
López Obrador por su lado urgió al INE investigar la guerra sucia en su contra y dar con los responsables de la campaña en redes sociales que lo vinculan al crimen organizado.
Para tratar de quitar importancia a un hashtag que ya es tendencia mundial dijo que no son personas las que replican el mensaje, sino empresas publicitarias que utilizan robots.
Tanto Sheinbaum como el presidente saben que con esas denuncias no van a llegar a ninguna parte. El origen de la etiqueta #NarcoPresidente pudo haber nacido en cualquier lugar del mundo. Lo único cierto es que expresa el pensamiento y el sentimiento de millones de mexicanos. Y eso, es exactamente lo que les preocupa.
Si se trata de encontrar al culpable hay que buscarlo en Palacio Nacional. La etiqueta de narco presidente no solo se lo gana quien tiene vínculos con el crimen organizado y le garantiza impunidad. La conducta narca también existe y tiene que ver con la burla a la justicia.
Es narco o parece serlo quien acepa con desvergüenza haber intervenido en el Poder Judicial cuando Arturo Zaldívar era ministro presidente de la Corte.
Es narco o parece serlo cuando da a entender que los jueces son honorable sólo cuando aceptan someterse a sus dictados y no cuando defienden la separación de poderes y la Constitución.
Sólo alguien con una mentalidad delincuencial puede soltar frases como: “No me vengan con que la ley es la ley”. O mandar ataúdes con el nombre de los ministros que han invalidado reformas inconstitucionales. O presentar pretender que su partido elija en urnas a ministros, jueces y magistrados que terminen limpiándole los zapatos.
Al narcotraficante poco le importa la vida de los demás. Por eso asesina, descuartiza, incinera cuerpos y los desaparece. López Obrador también desaparece a las víctimas cuando las ignora, cuando acusa a la clase media de ser aspiracionista, a las feministas de ser el “fruto podrido del neoliberalismo” o cuando finge resolver el desbasto de medicinas.
Hay un estilo narco en la presidencia. Sólo así puede entenderse que un jefe de Estado desprecie a sus gobernados y los llame corruptos por haber ejercido su derecho a marchar el 18 de febrero para exigir respeto al voto libre y a la democracia.
A la silla presidencial la mueve hoy una psicología narca: el resentimiento social, la violencia, la ausencia de sentimientos y de culpa, la tendencia a la mentira, a la manipulación, el hambre de poder.
El ex senador del PRD Carlos Navarrete confirmó esta mentalidad cuando dijo que AMLO “está enfermo de poder, come poder, disfruta el poder”.
López Obrador podrá no usar el dinero para comprarse ropa, casas o coches, pero sí lo usa y lo ha necesitado para avanzar políticamente. Navarrete lo denunció con toda claridad: No eran sobres, sino maleteas de dinero que senadores, diputados, gobernadores le entregaban para que llegara a la Presidencia de la República.
Los testimonios del legislador se suman al artículo de Tim Golden: también había otras maletas y no precisamente de legisladores. Falta saber de dónde van a venir las que lleguen a Palacio Nacional para ganar las elecciones presidenciales.
La presencia de dinero ilícito en las campañas de López Obrador ya es un escándalo internacional. El reportaje que publicará The New York Times obedece a un razonamiento lógico: si la DEA dice que el Cartel de Sinaloa financió la campaña de 2006 también debe haber financiado la de 2012 y la de 2018.
No es el presidente, ni su candidata quienes deben presentar una queja contra los supuestos autores del hashtag #NarcoPresidenteAMLO, somos los mexicanos quienes deberíamos exigir llevar a juicio a quien entregó la plaza.
Publicado en Siempre