El franquismo sobrevive en la electricidad
Alejandro Gutiérrez
Los dos grandes buques del oligopolio eléctrico español, Iberdrola y Naturgy, sus campañas publicitarias de generación de “energías verdes” y su expansión internacional, han formado parte de la imagen del país, la Marca España, tanto como el turismo de sol y playa, la selección de futbol, deportistas como Rafa Nadal, el flamenco o las tapas; sin embargo, hay una parte de su historia que suele permanecer oculta.
Se trata de la cercanía que los antiguos propietarios –con apellidos de rancio abolengo– mantuvieron con el régimen del dictador Francisco Franco, financiando el golpe de Estado de 1936 y la guerra civil (1936-1939), y luego formaron parte de la oligarquía empresarial del régimen.
Aunque es obvio que ambas multinacionales son producto de posteriores fusiones de diversas sociedades, los mandamases de las compañías eléctricas de origen –apellidos como Oriol y Urquijo y Barrié de la Maza– financiaron y participaron activamente en la sublevación del bando fascista contra la segunda república, y luego lucraron con la represión y el modelo autárquico que impuso el dictador.
No son las únicas compañías con historias similares, aunque algunas de otros giros económicos: Abengoa, Acciona, OHL, ACS y más.
“Al día de hoy, estas compañías que en su origen recibieron muchos beneficios por su cercanía al régimen fascista, siguen sin reparar a las víctimas en España, como sucedió con las empresas beneficiadas por la Alemania nazi”, explica en entrevista Antonio Maestre, autor del libro Franquismo S.A. (ediciones Akal, 2019), en el que documenta con amplitud esas redes de complicidad.
En su opinión, el hilo negro que permitió la construcción de esas oligarquías fue “el cobijo del régimen al statu quo de privilegios de los grandes núcleos de decisión de las familias de ámbito más conservador y afines al movimiento (franquista)”.
La clave, recuerda, está en el discurso que Franco pronunció en Lugo el 20 de agosto de 1942, tres años después de terminada la guerra civil, donde deja en claro: “Nuestra cruzada es la única lucha en que los ricos que fueron a la guerra salieron más ricos”. Ese proceso, explica el entrevistado, “tenía como uno de sus motivos fundamentales preservar el patrimonio de las clases altas y asegurar el sistema para que las riquezas estuvieran a salvo y poder engordarlas”.
Por eso, Maestre no duda al afirmar que “el golpe de Estado del 36 fue una especie de acto fundacional del capitalismo español presente”. La razón es que “esa oligarquía empresarial no tuvo problemas para adaptarse en el periodo democrático, porque nunca fue puesta en duda la legitimidad del patrimonio que habían logrado y, por supuesto, no se sintieron constreñidos ni estuvo en riesgo su poder, a pesar de que en muchos casos era ilegítimo y producto de la represión”.
Iberdrola: los años oscuros
“Iberdrola es una de las grandes empresas españolas –quizá el referente de las hidroeléctricas– que se construyeron gracias a las relaciones de sus dirigentes con el franquismo, y siendo partícipes en algunos casos, de manos de sus presidentes, de la represión directa que ayudó a que las empresas de las que bebió el gigante eléctrico español crecieran de manera exponencial hasta convertirse en nuestros días en una de las cinco empresas más importantes del sector en el ámbito mundial”, escribe Maestre.
Iberdrola nació de la fusión en 1992 de Hidroeléctrica Española (Hidrola) e Iberduero (propiedad de Pedro Careaga), empresa que a su vez surgió de la integración de Saltos del Duero e Hidroeléctrica Ibérica.
Pero es la familia Oriol y Urquijo, ligada a los núcleos más influyentes de la política, la economía y los sectores más integristas de la Iglesia católica, la que vertebró la colaboración con el régimen. No sólo “financiaron el golpe de Estado y contrabandearon armas para las milicias sublevadas, participaron de la corrupción, la evasión fiscal, formaron el lobby religioso en la educación y ayudaron a la implantación de los Legionarios de Cristo en España”, explica.
Hidrola estuvo presidida en dos periodos por José Luis de Oriol y Urigüen (1909-11 y 1937-41), un empresario ligado a la Comunión Tradicionalista, que era la influyente corriente carlista de raigambre ultracatólica, y luego perteneció a la Falange, partido único de corte fascista y a su brazo paramilitar.
“Tomó parte de forma directa en la compra y tráfico de armamento para los requetés o boinas rojas”, que era la organización paramilitar carlista de Álava, que participó con 60 mil milicianos a favor de los militares sublevados. “En esos meses previos al levantamiento, el propio Oriol fue capaz de gestionar el flete de un barco para transportar desde Bélgica 6 mil fusiles, 150 ametralladoras pesadas, 300 metralletas ligeras, 5 millones de cartuchos de munición y 10 mil granadas de mano”.
También mantuvo encuentros con el general Emilio Mola, llamado El Director por ser el artífice del golpe de Estado y a quien se atribuye la orden de “eliminar sin escrúpulos ni vacilación a todos los que no piensen como nosotros”. Le ofreció la participación de los requetés al lado de los sublevados y su fortuna personal para garantizar el éxito de la asonada.
“Para un movimiento salvador, españolista, y espiritual que acabe con esto, Álava no sólo ofrece la considerable aportación de sus requetés, sino que puede contar con mi fortuna personal”, dijo, según lo documenta el periodista.
En 1941 llega a la presidencia de la compañía eléctrica su hijo, José María de Oriol y Urquijo –que permanecería hasta su muerte, en 1985–, quien mantendría el vínculo más estrecho con Franco.
“En 1939 ocupó un cargo del II Consejo Nacional presidido por Ramón Serrano Suñer, cuñado de Franco. El desempeño del jefe de Hidrola como un instrumento efectivo de la represión política tuvo su punto álgido en sus años al frente de la jefatura de Falange en Vizcaya”, al crear la “Brigada de Investigación y Vigilancia que, según palabras del propio Oriol al diario Hierro, en 1938, realizó informes de 80 mil personas” que fueron utilizados para “la depuración de la disidencia política y desafectos al régimen”.
Maestre sostiene que los favores de la dictadura “no tardarían en verse convenientemente pagados por Franco, que colocó al empresario como alcalde de Bilbao al final de la guerra civil (1939-42), y luego como presidente del Consejo de Administración de Hidroeléctricas Españolas (HE). La compañía familiar, Hidrola, entonces tuvo un despegue” y en los sesenta ya estaba entre las cinco empresas españolas más importantes.
Ante el disgusto de miembros del régimen, Franco “despachaba con el jefe de Hidrola las obras de infraestructura españolas en contraprestación a la ayuda económica que la familia Oriol y Urquijo brindó al dictador para el levantamiento”.
La preponderancia del empresario llegó hasta límites insospechados durante el franquismo, cuando “el Ministerio de Industria y Comercio ordenó el 2 de diciembre de 1944 que se encomendaba a Oriol y Urquijo la responsabilidad desde el sector privado de la política hidroeléctrica del Estado español. Es decir, un empresario del sector privado fue el encargado de establecer las normas de producción eléctrica de España que propiciaron el crecimiento sin medida de la actual Iberdrola”.
Explica Maestre: “Oriol y Urquijo, además de ser el presidente de Hidrola, era el presidente de la Patronal Hidroeléctrica, que aglutinaba a todas las empresas del sector y además era procurador en las cortes franquistas. Es decir, él hacía las leyes que beneficiaban a la patronal de la que él era presidente y, a la vez, a su empresa; hacía las leyes a beneficio suyo y además construía todas las obras eléctricas en el país”.
Su hermano Antonio María, alto mando de los requetés durante la guerra, fue nombrado ministro de Justicia –de 1963 a 1975–. Éste, al igual que su sobrino Íñigo de Oriol e Ybarra y su yerno, Miguel Primo de Rivera y Urquijo, formaron parte del Consejo Nacional del Movimiento Nacional.
Maestre sostiene que la oligarquía empresarial transitó de la dictadura a la democracia sin sufrir ningún inconveniente. El ejemplo más claro, cuenta, es el episodio que presenció Julio Feo, secretario general de presidencia, cuando el presidente Felipe González recibió a Oriol y Urquijo, el 15 de febrero de 1982. “Cuando el empresario vasco entró en el despacho del presidente, se cuadró militarmente y saludó a Felipe González dando un taconazo de reminiscencias franquistas. Tras los saludos cordiales preceptivos, el anciano industrial pidió a Felipe González que, en la próxima visita a Marruecos, le solucionara unos conflictos que tenía abiertos el país alauí con un gasoducto de Hidrola”.
Tras el fallecimiento del empresario en 1985, es su hijo Íñigo de Oriol e Ybarra (antes citado) quien tomó los mandos de la compañía y es el que llevó a cabo el proceso de expansión, con la fusión de Hidrola con Iberduero, que en 1992 dio origen a la multinacional Iberdrola. En 2006 le dejaría el mando a Ignacio Sánchez Galán, actual presidente. Su hermano José María Oriol heredó la otra empresa familiar, TALGO (Tren Articulado Ligero Goicoechea-Oriol), la poderosa constructora de trenes de ferrocarril que fundaron en 1942 de la mano del ingeniero Alejandro Goicoechea.
La llegada de los Legionarios de Cristo a España en 1946 “no se podría entender sin la familia Oriol”. Marcial Maciel, el fundador de la orden religiosa mexicana, recibió ayuda directa en España de Íñigo de Oriol y tuvo fructíferos encuentros con Antonio María cuando era ministro de Justicia. Mientras que cinco hijos de Ignacio María de Oriol y Urquijo fueron ordenados sacerdotes y monjas sin hábito de la congregación, hasta que estalló el escándalo de pederastia y abandonaron la orden religiosa”.
“Todo esto deja en claro –dice el entrevistado– que la transición española pudo significar un cambio de tipo político, democrático, cultural y social, pero en ningún caso ese cambio llegó a la economía.”
Naturgy: el expolio
“En la historia oficial de Gas Natural Fenosa (renombrada Naturgy) existe un silencio llamativo sobre la guerra civil y la dictadura. Como si aquel periodo histórico no hubiera tenido nada que ver en la consolidación económica de una de las empresas que hoy dicta los designios políticos desde el parqué del Ibex (bolsa de España). Un olvido interesado que no se corresponde con la realidad de la conformación del imperio de una de las compañías más importantes del sector eléctrico”, escribe el autor.
En 2018 la compañía cambió la denominación a Naturgy, después de que en 2009 naciera Gas Natural Fenosa tras fusionarse Gas Natural y Unión Fenosa. Gas Natural se creó en 1991 tras la unión de Catalana de Gas, Enagás y Gas Madrid. Por su parte, Unión Fenosa surgió en 1982 de la fusión entre la Unión Eléctrica Madrileña y las Fuerzas Eléctricas del Noroeste (Fenosa), propiedad del coruñés Pedro Barrié de la Maza.
“El dueño de Fenosa, Pedro Barrié de la Maza es protagonista del episodio más oscuro de la historia de la compañía. El empresario era un íntimo amigo de Franco y, a su vez, uno de los financieros del bando fascista que se sublevó contra la república. La cercanía de Barrié de la Maza con el régimen ayudó al también dueño del Banco Pastor a progresar tanto en los negocios como en las relaciones sociales de la época. A través de su banco se convirtió en mecenas del golpe y la guerra”, explica.
“Barrié forjó su imperio beneficiado por el asesinato del diputado republicano Pepe Miñones, quien hasta su fusilamiento en 1936 controlaba el sector de la electricidad en la región a través de su empresa Unión Eléctrica Coruñesa”, escribe el entrevistado. Durante la segunda república, Miñones fue elegido diputado por La Coruña, con el Partido Republicano Radical en 1933 y, posteriormente, en 1936, con Unión Republicana.
Miñones competía en los negocios como en la política con Barrié de la Maza y con el diputado de derecha Luis Cornide Quiroga, propietario de la Sociedad General Gallega de Electricidad. “Barrié, con su Banco Pastor, el diputado Cornide y con la colaboración del periódico El Ideal Gallego pusieron todo de su parte para terminar con la competencia de Miñones”.
Éste fue hecho prisionero y fusilado el 2 de diciembre de 1936. “Con su desaparición también comenzó el proceso de expropiación de sus bienes en beneficio de los ilustres empresarios coruñeses amigos de Francisco Franco”. Si bien “la expropiación no se hizo de forma directa ni fue una desaparición política al uso, sí se urdió una trama que puso en marcha el robo institucional de los bienes de los Miñones”.
“El 30 de marzo de 1948 Pedro Barrié de la Maza consiguió recoger los frutos al adquirir el negocio de su competidor, asesinado una docena de años antes por sus ideas, y competitividad empresarial”, escribe el autor.
En 1938, el empresario y banquero –que juró “lealtad inquebrantable” al dictador– fue de los prohombres del bando golpista que organizaron una colecta pública obligatoria para comprar el Pazo de Meirás, en Coruña, como regalo para que Franco pasara ahí sus vacaciones estivales. En septiembre de 2020, la justicia sentenció que el Pazo era propiedad del Estado y declaró nula la donación a Franco y a su familia.
En 1955, Franco correspondió otorgando al empresario el condado de Fenosa, en agradecimiento a su colaboración con la causa franquista; es decir, era el primer condado que tenía el nombre de la compañía eléctrica.
Otra dinastía familiar que también se benefició del régimen fue la de los Benjumea, miembros de la burguesía andaluza y fundadores de Abengoa. Algunos de sus integrantes participaron, durante la guerra civil, en las razias que organizaban los “caballistas negros”, que eran caravanas de latifundistas y toreros, los “señoritos andaluces”, que salían a caballo para “cazar rojos”, personas afines al gobierno republicano.
Joaquín Benjumea Burín fue el más fiel al general golpista Gonzalo Queipo de Llano durante el alzamiento militar y participó en la guerra. Ocupó diversos cargos en la dictadura: alcalde de Sevilla, ministro de Agricultura y luego de Hacienda de Franco. Sería gobernador del Banco de España y Franco le otorgó el condado de Benjumea.
El impulso que dio a la fortuna familiar fue bien aprovechado por su sobrino Javier Benjumea Puigcerver, quien creó Abengoa en 1941, misma que recibió innumerables concesiones públicas. Éste se había enrolado como voluntario con los requetés hasta el fin de la guerra civil, dos años antes de su andadura en la empresa de infraestructura, energía y agua.
Con información de Proceso