Apuntes de una transición 3.- El juego palaciego de Cárdenas
Carlos Ramírez
Como la actual sucesión presidencial ha hecho algunas referencias a la decisión del presidente Lázaro Cárdenas en 1940 para escoger al tibio general Manuel Avila Camacho como su sucesor por encima del radical general Francisco J. Múgica, entonces se hace necesaria una revisión de lo que ocurrió a finales de 1939, sobre todo porque todo presidente de la República saliente tiene que asumir decisiones históricas.
“Las fuerzas contrarias al proyecto cardenista”, analiza Anna Ribera en su ensayo “Francisco J. Múgica y la candidatura frustrada a la presidencia de México en 1940”, “iban en ascenso dentro y fuera del país, y para finales de 1940 se encontraban a la defensiva”. La precandidatura Avila Camacho arrancó en noviembre de 1938 cuando su hermano Maximino convocó a una treintena de senadores para armar el primer grupo sucesorio, mientras el expresidente Emilio Portes Gil construía otro frente contra el general Múgica, con el gobernador veracruzano Miguel Alemán también en el carro de Avila Camacho
A finales de 1938, el presidente Cárdenas tomó la decisión de que los tres generales qué “sonaban” como precandidatos del PRM renunciaran a su cargo: Avila Camacho, Múgica y Rafael Sánchez Tapia, los dos primeros como reales aspirantes en pugna frontal y el tercero sólo como relleno. Avila Camacho representaba el conservadurismo que le convenía a un Cárdenas en su repliegue radical, en tanto que Múgica estaba definido por el lado de la izquierda socialista no comunista.
El factor determinante de la decisión sucesoria del presidente Cárdenas tenía que ver con estos perfiles, con el argumento oficial de que se necesitaba un candidato de unidad nacional, toda vez que México enfrentaba un contexto nacional e internacional de polarización ideológica, de militares vinculados a la derecha, del efecto político de la guerra civil en España y la inminencia de una Guerra Mundial contra el fascismo de Alemania e Italia.
En este contexto, el perfil tibio de Avila Camacho casaba perfectamente con una alianza política de los sectores corporativos de clase fundados por el presidente Cárdenas en la reforma fundacional del Partido de la Revolución Mexicana, sobre todo la CTM y su dirigente con perfil marxista Vicente Lombardo Toledano ya enfilado a una institucionalización de izquierda oficial.
El presidente Cárdenas había refundado el Partido Nacional Revolucionario del general Elías Calles y le había creado sectores organizados como masa y no como clase revolucionaria (tesis de Arnaldo Córdova) para meter al país en un proceso de institucionalización posrevolucionaria que representaba el precandidato Avila Camacho, a quien por cierto se le debe la gran reforma institucional del sistema político posrevolucionario con la transformación del radical PRM cardenista en Partido Revolucionario Institucional y su sucesión a favor del abogado Miguel Alemán.
El punto clave de la sucesión de Cárdenas en 1938-1940 estuvo en la habilidad para eludir una radicalización de izquierdas socialista-comunista, aunque sin optar por un presidente de derecha, aunque al final el conservadurismo tibio de Avila Camacho derivó en una opción formal de derecha conducida por el bloque dominante del régimen militar en sus primeros pasos hacia un sistema político civil. El punto fino estuvo en que la sucesión de 1940 se movió entre una derecha antirrevolucionaria y una línea de centro con perfiles progresistas que se colocaron en la orilla del socialismo utópico de la Constitución de 1917-Cárdenas-Múgica.
Años después, el propio Cárdenas se arrepentiría: “pensé que Avila Camacho rectificaría el camino iniciado, pero jamás esperé un viraje de 180 grados”, mostrando el error estratégico del presidente saliente al no poder conciliar el contexto internacional con el alineamiento político-ideológico interno.
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