Los bebés y los niños propagan el virus en casa con mayor facilidad que los adolescentes, según un estudio
Emily Anthes
Los bebés y los niños pequeños tienen menos probabilidades de llevar el coronavirus a sus casas que los adolescentes pero, una vez que se contagian, es más probable que propaguen el virus a otras personas en sus hogares, según un nuevo estudio de gran alcance a cargo de una agencia canadiense de salud pública.
Según los expertos, los factores conductuales pueden, al menos en parte, explicar estos hallazgos, incluido el hecho de que los niños muy pequeños necesitan muchos cuidados activos y no pueden aislarse cuando están enfermos.
El estudio, publicado el lunes en la revista JAMA Pediatrics, no resuelve un debate en curso para determinar si los niños infectados son tan contagiosos como los adultos y no sugiere que los niños pequeños estén impulsando la pandemia. No obstante, sí demuestra que hasta los niños muy pequeños pueden tener un papel en la transmisión.
“Este estudio demostró que incluso los niños más pequeños transmiten el virus con facilidad”, dijo Zoe Hyde, investigadora de salud pública en la Universidad de Australia Occidental, quien no estuvo involucrada en la investigación.
Hyde agregó: “Para mí, la conclusión clave es que se muestra con claridad que la transmisión de los niños ocurre en el hogar. Esto quiere decir que necesitamos pensar con urgencia en cómo proteger las escuelas cuando reabran en poco tiempo”.
Durante los primeros meses de la pandemia, algunos científicos sugirieron que los niños pequeños, en particular, casi no se infectaban ni transmitían el virus. Sin embargo, el hecho de que la mayoría de los niños tuvieron pocos encuentros sociales durante ese tiempo pudo haber distorsionado esas observaciones.
“Creo que tiene un sesgo por el hecho de que los niños estaban aislados en casa”, dijo Tina V. Hartert, investigadora especializada en temas respiratorios de la Universidad Vanderbilt, quien no estuvo involucrada en el nuevo estudio. “Se les recomendó que ni siquiera jugaran con los vecinos, no iban a la escuela, no iban a la guardería”.
El nuevo estudio, realizado por investigadores de Salud Pública de Ontario, se basó en los casos de COVID-19 y las pruebas positivas de coronavirus registradas en Ontario del 1 de junio al 31 de diciembre de 2020. Los investigadores identificaron todas las pruebas positivas asociadas con hogares privados y luego, en cada casa, identificaron el “caso índice”, la primera persona en desarrollar síntomas de COVID-19 o dar positivo por el virus.
Se concentraron en 6280 hogares en los que la primera persona en contagiarse del virus era menor de 18 años. Luego buscaron los casos secundarios, u otros en la misma casa, de personas que se hubieran enfermado dos semanas después de que el primer niño se enfermara.
En la mayoría de los casos encontraron que la cadena de transmisión se detenía con el niño contagiado, pero en el 27,3 por ciento de los hogares, los niños le pasaron el virus al menos a otro habitante.
Los adolescentes fueron más propensos a llevar el virus a sus hogares: los jóvenes de entre 14 y 17 años representaron el 38 por ciento de todos los casos índices. Los niños de 3 años o menos fueron los primeros en enfermarse en tan solo el 12 por ciento de los hogares, pero fueron los más propensos a contagiar el virus a otras personas en su casa. La probabilidad de una transmisión casera era más o menos un 40 por ciento superior cuando el niño infectado tenía 3 años o menos que cuando tenía entre 14 y 17 años.
Los expertos médicos aseguran que los hallazgos podrían ser el resultado de diferencias conductuales entre los niños y los adolescentes.
“Cuando pensamos en el comportamiento social de los adolescentes fuera de casa, sabemos que pasan mucho tiempo juntos, a menudo en espacios bastante reducidos y con frecuencia se tocan o comparten un trago”, dijo Susan E. Coffin, especialista en enfermedades infecciosas en el Hospital de Niños de Filadelfia, quien no participó en el estudio.
Esos comportamientos pudieron provocar que los adolescentes fueran más propensos a contraer el virus y llevarlo a casa, agregó Coffin.
Por otro lado, aunque es probable que los niños muy pequeños tengan menos interacciones sociales fuera de casa, tienden a estar en contacto físico cercano con otros en el hogar, además de que todo el tiempo se llevan las manos y otros objetos a la boca, lo cual podría ayudar a propagar el virus. “Una vez que lo llevan a la casa, se puede propagar con facilidad”, mencionó Coffin.
Los investigadores resaltan que también es posible que los niños más pequeños transmitan niveles más altos del virus —o tengan tasas más altas de transmisión del virus— que los adolescentes. Algunos estudios han descubierto que, aunque los niños pequeños casi nunca se enferman de gravedad, podrían cargar con niveles similares del virus, o incluso más altos, que los adultos. Aunque la carga viral no es un predictor perfecto del riesgo de contagio, los datos sugieren que los niños pueden ser tan contagiosos como los adultos.
Sin embargo, las dinámicas de transmisión de la enfermedad son complicadas y el papel preciso de los niños en la propagación del virus sigue siendo incierto.
“Independientemente del debate, creo que podemos decir que los niños transmiten el virus en tasas significativas, en términos clínicos”, concluyó Hyde.
Aunque los niños menores de 12 años aún no son elegibles para las vacunas, asegurarse de que todos los demás en el hogar estén vacunados puede ayudar a frenar la propagación, dijeron los expertos.
Las escuelas y las guarderías también pueden ayudar a evitar que los niños se infecten tomando una variedad de precauciones que incluyen distanciamiento físico, buena ventilación, pruebas y el uso de mascarillas cuando los niños tienen la edad requerida. (Las últimas pautas escolares de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos recomiendan el uso de cubrebocas para niños de 2 años o más).
Y aunque no es práctico decirles a los cuidadores que se mantengan alejados de un niño enfermo, pueden practicar una buena higiene mientras lo atienden, dijo Coffin.
“Las personas que han tenido hijos pequeños están bastante acostumbradas a que las salpiquen y babeen en el hombro”, dijo. “No hay forma de evitar eso. Pero usar pañuelos, desechar las toallitas desechables y lavarse las manos inmediatamente después de limpiar la nariz de su hijo son precauciones que pueden implementar los padres de un niño contagiado, o que se sospecha que ha sido infectado, para ayudar a limitar la propagación dentro de su hogar”.
Con Información en The New York Times