Vende Florina García movimiento de jubilados. Transa en lo obscurito privilegios para sus hijas en la UAS

Durante los últimos días algunas personas que se llaman líderes de la disidencia universitaria, que suman no más de 200 jubilados de un total de 6 mil, arman alharacas con estudiantes menores de edad y con ese segmento de trabajadores en retiro para obtener beneficios personales. Se presentan como “defensores” del cambio universitario, pero detrás de los discursos y los gritos, esconden sus intereses individuales.

Mientras agitan, gestionan e impulsan enfrentamientos y alientan a otros a ponerse al frente de los ataques contra la Universidad Autónoma de Sinaloa, en privado, en lo obscurito, buscan acercamientos y acuerdos con las autoridades a las que públicamente critican. Estas contradicciones dejan ver una vieja práctica que ya se creía desaparecida en la Casa Rosalina: aprovechar la fabricación del descontento, sobre todo de estudiantes, para sacar ventaja propia y/o favorecer a su círculo familiar más cercano.

Tal es el caso de la presidenta de la Asociación de Jubilados Florina García y su esposo, quienes en público atacan y vociferan en contra de las autoridades universitarias, sin embargo, en privado transan, negocian, para beneficiar con ascensos, recategorizaciones y compensaciones a sus hijos. Esas son las primeras peticiones que pusieron en la mesa de “los acuerdos”. Otra de las principales solicitudes planteadas a cambio de entregar el movimiento, es que los préstamos de la Caja de Ahorro de la Asociación de Jubilados, que han mantenido como rehén durante más de 20 años, sea descontados vía la nómina de la Universidad para poder seguir obteniendo jugosas ganancias económicas para ellos y sus más cercanos.

Como muestra de este tipo de negociaciones está el caso de las dos hijas de Florina: una de ocupa un puesto de confianza en la Universidad, (tipo de trabajadores que por cierto se supone que la “defensora” Florina repudia ); la otra acaba de ser basificada de manera “sorpresiva” en la institución.

Las verdaderas demandas, las de la mayoría de esos 200 jubilados quedan relegadas, mientras los pactos personales avanzan y se cocinan a espaldas de los llamados “compañeros de lucha”. Esto no es nuevo: los beneficios laborales, ascensos o concesiones particulares suelen aparecer primero en la mesa de los tratos, pues de antemano se sabe que las exigencias de la no aportación a un Fideicomiso de este segmento de jubilados no prosperarán porque el gobierno federal exige un nuevo modelo de pago de prestaciones en retiro para evitar que la Casa Rosalina caiga en la quiebra.

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