Juárez, indígena, autor de segunda conquista indígena

Carlos Ramírez

La argumentación política que le da la bienvenida al próximo presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, el abogado mixteco Óscar Aguilar Ortiz, se quiere montar sobre la imagen y fama pública del gobernante indígena Benito Juárez. Pero no se quiere reconocer ni revisar el hecho histórico de que Juárez aplastó a las comunidades indígenas para construir “la organización del poder criollo en Oaxaca”.

Dos reconocidos historiadores tratan a profundidad del tema: Nancy M. Farris en La sociedad maya bajo el dominio colonial. La empresa colectiva de la supervivencia, Alianza Editorial 1984, y Marcello Carmagnani en El regreso de los dioses. El proceso de reconstrucción de la identidad étnica en Oaxaca, Fondo de Cultura Económica, 1988. Los dos documentan que Juárez usó la mano dura para desindiginezar Oaxaca durante las seis gubernaturas del Benemérito de 1846 a 1857.

El proceso de liquidar la cultura indígena como forma de gobierno en Oaxaca la caracteriza Farris como “una segunda conquista que en muchas maneras se demostró tan devastadora como la conquista original del siglo XVI”, y tuvo como dinamo la construcción de nuevas relaciones sociales no indígenas para la modernización capitalista que luego llevaría Juárez como presidente a nivel nacional.

Durante las gubernaturas de Juárez en Oaxaca, “el poder político desea reorganizar las finanzas públicas, la justicia, la administración y establecer una verdadera organización militar. Estamos, así, en presencia de una vasta reforma regional o, mejor dicho, de la organización del poder criollo en Oaxaca”, señala Carmagnani.

Bajo el férreo puño estatal de Juárez, “la organización del poder criollo es buscada por el grupo mestizo-blanco no solo por la crisis de la principal producción regional, la cochinilla, sino también por la mayor rebeldía –autonomía– que muestran en los grupos indios desde finales del decenio de 1920”.

El modelo de implantación del poder criollo en Oaxaca por parte de Juárez partió del criterio del gobernante indígena desde su primera exposición como gobernador de Oaxaca, al señalar “al problema indio como uno de los incesantes connatos de los enemigos de la paz pública para disolver al Estado en los horrores de la anarquía”. Juárez caracterizó “el problema indio” como “esa tendencia que generalmente se observa en los pueblos de sustraerse de las obligaciones que las leyes le imponen”.

La rebeldía física de grupos indios de Tehuantepec, de la Sierra zapoteca, de la Mixteca y de los triquis es asumida por Juárez como “amenaza a la seguridad pública y debe ser dominada con la creación y organización de una fuerza militar, que, por moralidad, por su disciplina y por su equipo puede ocurrir prontamente a dar auxilio conveniente en cualquier punto del Estado”. Para reprimir a los indígenas Juárez crea “una fuerza de policía rural armada, municionada y pagada por el Tesoro Público. En este sentido Juárez instauró la Guardia Nacional entre 1848 y 1850.

“Fortalecidas por este nuevo poder directo, sostenido por las armas, las autoridades locales comenzaron a controlar efectivamente los grupos étnicos que todavía en 1848 continuaban con sus ayuntamientos y República que elegían conforme a sus antiguas costumbres”.

En este contexto, “la segunda conquista de los grupos étnicos de Oaxaca fue entonces un hecho que acontece en un periodo limitado de tiempo, esencialmente entre 1847 en 1853, durante la cual y gracias al poder militar, el grupo mestizo-blanco (liderado por el indígena Benito Juárez) intervino directa y simultáneamente sobre todas las dimensiones indias, desde la territorialidad hasta la ideológica, provocando un nuevo colapso de identidad étnica”.

La derrota de los grupos étnicos –sigue Carmagnani– da comienzo a una nueva era en la región de Oaxaca en la cual la minoría mestiza-blanca –12% de la población total de 1857– dominará directamente a la mayoría india –87% de la población total–, permitiendo a la clase dirigente nacional obtener los recursos necesarios para reforzar su poder… y realizar, en un segundo momento, una maciza transferencia de recursos desde los grupos indios al grupo mestizo-blanca. La desamortización de las comunidades indígenas transfiere más de 300 mil hectáreas del millón poseídas por los grupos indios.

Carmagnani caracteriza a los operadores de la segunda conquista comandados por Juárez como los “Ulises criollos” que aplicaron una triple negación del indio como grupo étnico: negación de su pasado, de su presente y de su futuro”.

Sobre la política de represión indígena de Juárez se erigió el gran movimiento de reforma que fundó el capitalismo liberal.

En este contexto se debería analizar que un indígena oaxaqueño mixteco llegue a la presidencia de la Suprema Corte.

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