Sinaloa: incendios que profundizan la crisis

Oscar Loza Ochoa
Sobre el tiempo navegan el mundo y el olvido. Alí Chamacero
Y por si fuera poco lo que nos pasa, ahora son los incendios. Hasta el día martes 27 pasado teníamos 11 incendios en plena actividad en Sinaloa. Los fenómenos de fuego que consumen nuestros bosques se distribuían de esta manera: cuatro en el municipio de Badiraguato, dos en Concordia, dos en San Ignacio, uno en Cosalá, otro en Culiacán y uno más en Sinaloa Municipio. No han sido los únicos registrados en lo que va del presente año. En estos cinco meses la bitácora nos indica que al menos 55 incendios devastan praderas y bosques en el estado. La superficie afectada ya por las llamas es preocupante: más de 66 mil 636 hectáreas.
Las pérdidas que la sequía arrima como daños colaterales en espacios geográficos supera lo que padecen estados como Jalisco y el vecino Durango que, en número de 749 y 273 vértices generadores de fuego y consumo de áreas verdes, no han depredado más terreno que en nuestra entidad. De acuerdo a la Comisión Nacional Forestal, nuestra entidad se ubica en el segundo lugar como cuna de candela, pues de las 99 hogueras gigantes que consumían hectárea por hectárea a un ritmo de horror en el país, 16 de esos siniestros se ubicaban en coordenadas de nuestra patria chica. Llamando la atención que la mitad de ellos depredaban barrancas y laderas de la sierra de Concordia, sin detenerse ante las comunidades y sus construcciones más fortificadas.
El tóxico humo y el infernal fuego no abandona las crestas y quebradas de los altos de Concordia. Lo saben muy bien los vecinos de esos lares, porque padecen sus consecuencias las poblaciones de Santa Lucía, Potrerillos, La Petaca, La Capilla, Batel, Loberas, El Carrizo, Chirimoyos y El Palmito. Don Roque Vargas, desplazado de la sierra de Concordia y vuelto al lugar de sus querencias, sigue en su tierra ahora desolada por la chamusquina. Con la angustia a flor de piel y la voz que acusa irritación y las consecuencias por estar expuesto ante las inclemencias de un medio ambiente carbonizado, reseco y por el humo que enrarece el aire que apenas semanas atrás era tan prístino.
Desde hace más de una década el fenómeno del desplazamiento forzado afecta al municipio de Concordia. Esas diásporas son recurrentes. Por razones violencia comenzaron a salir familias de la sierra de Concordia rumbo a las zonas bajas, como Villa Unión y Mazatlán. Ahora se registra una mezcla de violencia y de los incendios, que vuelven inhabitables zonas frescas, donde no faltaba el agua, los recursos naturales y una vida sencilla que se fundía con la naturaleza misma. El desplazamiento de un número importante de vecinos condena a las comunidades a ser pueblos fantasmas, donde la vida transcurre a medias y donde nadie asume ni responsabilidades y ni el disfrute pleno de su existencia.
A los problemas mencionados hay que sumar el desabasto de alimentos que padecen algunas comunidades desde hace algunas semanas. Los incendios es el entorno en el que sucede esta anomalía, no la causa de fondo. Pero propios y extraños sabemos que la situación de violencia nunca ha abandonado la tierra donde se avecindó el general Domingo Rubí. Y ahora los vecinos que se empecinan en el arraigo de su tierra de origen navegan en las inciertas aguas que mueven la violencia y las densas nubes de un humo que lastima sus cansados pulmones y los ojos tan enrojecidos que con dificultad distinguen el terreno en el que hacen sus vidas.
La inseguridad toca más de dos aristas de la vida en la sierra de Concordia, pues a la presencia de bandas armadas se suman los incendios que dificultan la visibilidad en dilatados espacios. Cada día se vuelve más complicado observar camiones que distribuyen alimentos. Un panorama desolador, de tierra arrasada, domina a lo largo de kilómetros en esa Sierra Concordense y no invita a transitarla sin preocupación alguna desde hace varias semanas. Y la población que sigue arraigada y da vida a esa zona donde pinos y encinares son ya un recuerdo en muchas de sus carbonizadas hectáreas. En los llamados que se hacen por las redes y en declaraciones a la prensa los lugareños piden seguridad, pero sobre todo demandan alimentos.
La CEDH ha estado preocupada desde el principio por lo que pasa en la tierra de don Clemente Vizcarra y el sábado 24 de mayo visitó esas coordenadas nuestro visitador de la zona sur, Erick Tiznado. En conversación con el presidente municipal pudo dimensionar el problema y las consecuencias que la pérdida de bosques tendrá a largo plazo, sumando los dolores que la violencia añade a la orfandad que se vive en las comunidades de la sierra concordense, considerada reserva de la biósfera. Pero subir al punto de Chirimoyos, fue confirmar la grave situación que, más allá de las lluvias que nos regalen estos días deja una situación tan complicada y difícil que ya es un reto plantearse la rehabilitación de toda esa zona.
Primera conclusión sobre el tema de los incendios: la violencia nos distrae cuando está muy cerca de nosotros y nos lleva a no valorar en toda su magnitud otros problemas como el del abastecimiento de alimentos, sobre todo cuando sucede más allá de la frontera en que nos movemos de manera cotidiana. Pero es en estas circunstancias cuando la solidaridad debe tomar mayor fuerza ahora. Segunda conclusión: un deber que de inmediato debe tomar cuerpo y andadura es la disposición nuestra para promover que las comunidades en apuros no queden a la deriva. Joel Rueda Rojas, con la voz de la experiencia expresó el pasado día 27: “Hasta 40 años podría tardar en restaurarse el suelo de la sierra de Concordia y ser nuevamente fértil”. Tercera conclusión: la CEDH estará de nuevo en la sierra de Concordia y terminará de documentar la situación. Después de ello presentaremos propuestas y medidas que deben implementarse para rehabilitar la zona y permitir el desarrollo normal de la vida humana y del resto de las especies. Vale.