El negocio oculto del Carnaval de Mazatlán
Álvaro Aragón Ayala
Inmerso en la falta de transparencia y rendición de cuentas, el Instituto de Cultura, Turismo y Arte y el Carnaval de Mazatlán, cuya celebración genera ganancias millonarias, se convirtieron en una empresa familiar del alcalde Guillermo -El Químico- Benítez y de su hijo Yazid Yahave Benítez Ocaranza, a quien procreó con su esposa Catalina Ocaranza. Las fiestas del “Rey Momo” han desmerecido, transformándose en el espectáculo anual del desenfreno.
Desde el 2019, año en el que El Químico Benítez Torres tomó posesión de la alcaldía mazatleca, el Instituto de la Cultura, Turismo y Arte se enanizó mutándose en una promotora espectáculos o de pachangas públicas, dedicada a exhibir al puerto como sede no de singulares riquezas históricas, culturales y turísticas, sino como un centro ideal para dar rienda suelta a la borrachera y toda clase de vicios.
El legado de Raúl Rico González, quien fuera director del Instituto de la Cultura no ha podido ser superado; por el contrario, se sepultó. El ex funcionario dejó huella por la realización de festividades, entre ellas el Carnaval de Mazatlán, en el que lo primero que destacaba era el orgullo de ser mazatleco, las raíces culturales y la historia del puerto.
Raúl Rico impuso un mecanismo de rendición de cuentas para dar transparencia al manejo de los recursos, las contrataciones y las ganancias que dejaba el Carnaval y el destino de esos recursos. El Químico Benítez no informa de nada, ni cuanto se invierte ni cuanto se gana y opera con desfachatez los negocios que se cocinan en el Instituto de la Cultura.
Desde las “sombras” se mueve en los sótanos del Instituto de la Cultura su hijo Yazid Y. Benítez Ocaranza. El vástago es quien de manera directa o triangulada avala todo tipo de contratos para la celebración de las gigantescas pachangas, nuevo distintivo del Instituto de la Cultura, Turismo y Arte. Yazid Y. Benítez y su esposa Daly Lizárraga son los representantes de la Banda Los Recoditos.
El alcalde Guillermo Benítez ha realizado dos Carnavales grotescos. El primero en el 2019, en el que desató el escándalo por la contratación del colombiano J. Balvin, el “Príncipe del Reguetón”, al que le habría “pagado” 17 millones de pesos, cuando los empresarios del espectáculo lo tasaban solo en 7 millones de pesos. Otras contrataciones “infladas” en beneficio de artistas de poca monta, avivaron la sospecha del rapiñaje de los recursos del Instituto de la Cultura.
En el 2020, cuando avanzaba la pandemia, El Químico Benítez realizó su segundo Carnaval chafa. En el 2021, presionado por la sociedad flagelada por el coronavirus, “El Químico” Benítez tuvo la ocurrencia de realizar una consulta para saber si el pueblo estaba a favor o en contra de la celebración de la fiesta del “Rey Momo”. La gente voto 90 en contra y diez a favor. Del dinero que se iba a destinar al Carnaval nadie sabe nada.
El Carnaval Mazatlán 2022 corre el riesgo de suspenderse por el repunte de contagios y muertos provocados por la cuarta ola del Covid. En Mazatlán, la cifra de fallecidos supera los mil 500. El reporte de las autoridades de Salud es de cientos de mazatlecos infectados. En el cierre del 2021, el Químico Benítez celebró la megafiesta “Bienvenidos 2022”, en la que se habrían gastado varias decenas de millones de pesos. La pachanga generó gigantescas cadenas de contagios.
De erario público municipal salieron, para el destejo del fin de año y la bienvenida del 2022, millones de pesos para pagar los contratos “inflados” del grupo versátil Sentido Contrario, Su Majestad Mi Banda El Mexicano, el grupo versátil Playazul, la Banda Sinaloense y la Falsa Orquesta Cubana.
En este 2022, el Instituto de Cultura, Turismo y Arte, operará con un presupuesto de 150 millones de pesos, 90 millones de pesos más de los que manejó en el 2019. Los recursos ya comenzaron a fluir. En la organización del Carnaval de Mazatlán 2022 aparece tras bambalinas el hijo del alcalde El Químico Benítez, Yazid Y. Benítez Ocaranza, quien avala la contratación desde artistas, grupos músicos, sillas, montajes, hospedajes, vigilancia y el destino de los “apoyos” para la elaboración de carros alegóricos alusivos al puerto, etc.
El pueblo de Mazatlán entiende que el Carnaval es un jugoso negocio, pero no se sabe en qué manos caen las ganancias. La inversión en las fases de organización y ejecución del Carnaval proviene del ayuntamiento, vía el Instituto de la Cultura, sin embargo, los agentes económicos privados –hoteleros, restauranteros, taxistas, etc., son los mayores receptores de los beneficios de la megafiesta.
Hasta donde se sabe, hoteleros, restauranteros, taxistas, empresas cerveceras, agencias de viajes, etc., aportan recursos a través de sus organizaciones para apoyar la celebración del Carnaval de Mazatlán, el cual genera a la vez ingresos millonarios por la venta de espacios de publicidad en sus desfiles y por la difusión de los eventos, cuyos espacios son aprovechados para promocionar productos, hoteles, restaurantes o figuras artísticas.
En sí, el Carnaval de Mazatlán es rentable, se paga solo, únicamente que El Químico Benítez lo usa, sin duda, para clavarse el presupuesto del Instituto de la Cultura y las aportaciones que realizan los sectores activos o las fuerzas vivas del puerto.