Resistir a Donald Trump
Armando Vargas
El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, es una amenaza absoluta para la prosperidad de las naciones, en el sentido más amplio del término. A tres días del segundo mandato trumpista, México ya enfrenta tres graves problemas: imposición de aranceles, deportaciones masivas y la declaración de los cárteles de la droga como organizaciones terroristas extranjeras.
Hablamos, de hecho, de problemas mayúsculos porque definitivamente nuestro país no cuenta con el andamiaje institucional y la infraestructura material para contener todos los posibles efectos nocivos de la implementación simultánea de estas políticas. Con mucha probabilidad, en los próximos meses veremos un incremento, cuando menos, de las violaciones masivas a derechos humanos de las personas migrantes, mayor desempleo e inflación, diversificación de los mercados criminales y un aumento de la violencia del crimen organizado.
Ante dicho escenario, que es altamente probable, los llamados a la resistencia no deben pasar desapercibidos. En particular, me parecen relevantes los apuntes y advertencias de Jacques Coste, entre los que destaco el siguiente: “No hay virtud posible en un tirano que llega al poder con un programa que amenaza la integridad nacional de nuestro país y la dignidad de millones de nuestros connacionales y con un discurso que nos culpa de todos sus problemas (…) No hay que plegarnos frente al tirano: ante la indecencia y el despotismo, dignidad, solidaridad y escrutinio”. Estoy de acuerdo. ¿Cómo? Me parece que hay dos vías generales de acción que son dependientes: construir redes de resistencia de contención y desplegar políticas públicas pertinentes o, en palabras coloquiales, cerrar filas y abandonar las ocurrencias.
Cerrar filas
A diferencia de sus antecesores, principalmente López Obrador, la defensa discursiva de la soberanía nacional de la presidenta está acompañada de anuncios severos de política y oportunidades de cooperación internacional (no subordinación). Las respuestas con la misma moneda ante las amenazas arancelarias de Trump lo dejan claro. En una guerra arancelaria nuestro país está en clara desventaja frente a una de las economías más poderosas del mundo. No obstante, lo que quiero evidenciar es que la postura de la presidenta es loable, pues comunica dignidad y resistencia y frente a la inflexibilidad ideológica de Trump no hace más que fortalecer la posición geopolítica de nuestro país.
Es un error dudar del poder simbólico de dicho discurso. Tiene la capacidad, mediante la persuasión, de amalgamar a las masas, pero también de acumular capitales políticos, económicos y sociales y, por lo tanto, favorece la construcción de redes de apoyo más afectivas frente a las políticas Trump, dentro y fuera del territorio nacional. Piénsese en empresarios 100% comprometidos con ampliar las inversiones y un congreso que facilite las reformas para garantizar la gobernabilidad democrática a nivel territorial para dicho propósito.
La presidenta cuenta con el apoyo de gran parte de la población, como lo demuestra el 70% de su aprobación a 100 días de gobierno, pero debe encontrar la manera de cohesionar a la mayor cantidad de organizaciones sociales e internacionales, empresarios y a la oposición. Cerrar filas ante una amenaza en común como es Donald Trump es una muestra de altura política. Esto no implica abandonar la defensa de la democracia en nuestro país, que ciertamente vive uno de sus momentos más críticos. El siguiente punto se relaciona con esto.
Adiós a las ocurrencias
Por otro lado, la cohesión política, la defensa de la soberanía nacional, debe llevar rápidamente a la implementación de políticas públicas para que el bienestar compartido dependa de la acción del Estado mexicano y mucho menos de la agenda trumpista. Para ello, el Estado mexicano debe evitar las salidas fáciles. Evitar la tentación de repartir más dinero a sectores vulnerables como los migrantes deportados o caer en el populismo punitivo realizando grandes detenciones y decomisos.
Claudia Sheinbaum se encuentra en un escenario pertinente para acumular apoyo político, económico y social y desmarcarse del desgobierno de Andrés Manuel López Obrador y sentar las bases de su propio legado, empezando por la creación de condiciones certeras de seguridad y justicia a través del desarrollo de policías y fiscalías locales, como base para la protección de los derechos humanos y generación de entornos propicios para la inversión extranjera. Si pretendemos resistir a Donal Trump no hay más espacio para las ocurrencias técnicas, como la reforma judicial y el desmantelamiento de otras instituciones democráticas, que concentran el poder para el oficialismo, pero nos hacen vulnerables ante las amenazas globales.
Quiero dejar en claro que también coincido con Jacques Coste en que, en sí misma, la agenda ultraderechista de Donald Trump no brinda oportunidades para México y que no estoy buscando verle el lado positivo a la situación, pero la resistencia, si es una alternativa frente a la tormenta que se avecina, necesita vías para operarse o no será.