En dos meses, Rubén Rocha superó las inercias heredadas por Quirino Ordaz
Álvaro Aragón Ayala
En dos meses de gobierno, Rubén Rocha Moya rompió, en algunas secretarías, con las inercias heredades y marcó un “límite” a sus relaciones con el ex gobernador Quirino Ordaz Coppel y demostró la efectividad del mandatario estatal para operar las agendas para la crisis. Rocha recibió un gobierno desfondado y con graves problemas estructurales.
En poco más de 60 días, Rocha Moya elaboró el diagnóstico real de lo que le fue heredado y la línea de deberá tomar el Proyecto Sinaloa de Cuarta Transformación, que se plasmará en el Plan Estatal de Desarrollo, a cuyo diseño fue convocada la sociedad sinaloense.
En noviembre-diciembre, el gobernador tuvo la oportunidad de participar en la elaboración del presupuesto de egresos 2022, con cuyos recursos tendrá la oportunidad de ofrecer una imagen de un mandato con alto sentido humano y social, y a la vez, en ese tiempo, mandó una lectura de su interés por que la sociedad se involucre en el cambio democrático y en el diseño de las políticas públicas.
En los primeros dos meses, el jefe del Ejecutivo Estatal destacó por el manejo certero de una agenda para la crisis y en su prontitud para afrontar los problemas financieros y económicos heredados por Quirino Ordaz Coppel; el gobierno rochista no fue “jalado hacia atrás” por las inercias del pasado.
Rocha Moya dio respuesta puntual, con el mecanismo de un crédito de pronto pago, al problema de los aguinaldos y los salarios del fin de año, y se interiorizó en los conflictos de la SEPyC, derivados por las ambiciones del poder de los dirigentes de la Sección 53 y 27 del SNTE; busca ya instalar un mecanismo para atacar de raíz la desviación de recursos en el Instituto Estatal de Pensiones y en el ISSSTESIN.
En estos dos meses, el gobernador conoció del “temperamento” para gobernar de los 18 alcaldes de Sinaloa; con dos de ellos se vaticina una relación rasposa por su proclividad, uno, a enfrentarse groseramente con quien lo critica y se opone a sus proyectos, y el otro por su tendencia a dirigir el municipio a tontas a locas, rehén de sus caprichos y su egolatría.
En el quehacer de las secretarías de Gobierno, en la mayoría se rompieron con las inercias de los gobiernos priistas, en tanto que en otras apenas se destraban los candados de la parálisis gubernamental. En las secretarías de reciente creación, todavía son más los discursos que las acciones de gobierno.
En la Secretaría de Salud, resultó toda una sorpresa el dinamismo que le imprime a esa dependencia Héctor Melesio Cuén Ojeda, sobre quien opera acciones concertadas para intentar hacerlo quedar mal con el gobernador. Si bien Rocha ya sabía de las capacidades de Cuén, no deja de captar el rescate de más de 27 programas de Salud y la orientación que le da al combate a la pandemia.
En materia de seguridad, Cristóbal Castañeda Camarillo sigue ofreciendo más de lo mismo en la prevención y contención de los sucesos delictivos. Los grupos criminales siguen operando a su libre albedrio y la SSPE manosea cifras y estadísticas para aparentar la falsa tranquilidad en el estado. Los programas de prevención de delitos también fallan porque los alcaldes crearon sus propios cotos de poder policiaco en los municipios.
Los sangrientos asesinatos de menores de edad y de feminicidios en zonas de alta marginación revelan que en Sinaloa existe enorme crisis de violencia social alimentada por la pobreza y la falta de oportunidades educativas, fenómenos que generan problemas de índole estructural que merecen ser atendidos de raíz si es que en verdad se quiere bajar la incidencia delictiva.
En dos meses de gobierno, el mandatario estatal dejó en claro que serán las instancias legales, no él, como Poder Ejecutivo, sino el Congreso Estatal y la Auditoría Superior del Estado, la Secretaría de Transparencia y Rendición de Cuentas, la Fiscalía Contra la Corrupción, las que se encargarán de investigar y convertir en carpetas de investigación los saqueos en que incurrió el gobierno de Quirino Ordaz Coppel.