México, entre la espada y el futuro del transporte eléctrico
Isabel Studer
La expansión global de los fabricantes de vehículos eléctricos chinos, junto con las políticas proteccionistas en mercados como Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea, recuerda el ascenso de los productores japoneses como competidores formidables hace décadas. En aquel entonces, las medidas proteccionistas de Estados Unidos culminaron en una ola de inversiones japonesas en el sur de ese país, coincidiendo con las negociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
De manera similar, hoy enfrentamos presiones políticas para evitar que México se convierta en una puerta trasera para la exportación de vehículos hacia Estados Unidos.
La presión política estadounidense fue un factor determinante que disuadió la inversión japonesa en la industria automotriz mexicana. Durante muchos años, la inversión de Nissan en México estuvo destinada principalmente a satisfacer la demanda del mercado interno. No fue sino hasta una década después de la adopción del TLCAN que Toyota decidió invertir en el país.
Actualmente, las declaraciones del candidato presidencial Donald Trump en contra de los autos eléctricos, a pesar del apoyo de Elon Musk, CEO de Tesla, representan un desafío para atraer inversiones en la producción de vehículos eléctricos en México. Además, existe un consenso bipartidista en Estados Unidos sobre la necesidad de incrementar las barreras arancelarias bajo el argumento de que los vehículos chinos están subsidiados por el gobierno chino.
Este entorno político complejo añade otra capa de dificultad para México, especialmente si consideramos la oposición estadounidense a la producción de autos eléctricos chinos en nuestro país.
La paradoja radica en que, si esta oposición tiene éxito, podría convertirse en un obstáculo significativo para mantener el liderazgo de México en la industria automotriz. México es actualmente el séptimo productor y el cuarto exportador de vehículos a nivel global. La presencia de vehículos eléctricos chinos, que lideran el mercado global, será crucial para la expansión de este sector en México, especialmente en un momento en que Tesla y otros productores luchan por mantener su competitividad. Por lo tanto, es vital que México evite que las inversiones en electromovilidad se desvíen hacia otros países como Brasil, Turquía y España, que ya están atrayendo estas inversiones.
En 2023, las ventas de vehículos eléctricos en México representaron solo el 1% de las ventas totales, en comparación con un 21% en China y un 9% en Estados Unidos. Economías emergentes como Corea del Sur, Turquía y Chile también han superado el umbral del 5% en la penetración de vehículos eléctricos, un nivel considerado crítico para la masificación de estos vehículos. Turquía, por ejemplo, decidió producir un vehículo eléctrico nacional y se convirtió en unos cuantos años en el cuarto mayor exportador de estos vehículos a la Unión Europea.
Desde la implementación del TLCAN, México se ha beneficiado de una relación con Estados Unidos basada en el cumplimiento de las reglas de origen regional. Con una infraestructura de costos competitivos, la industria automotriz mexicana ha atraído a todos los productores de vehículos del mundo, convirtiéndose en una de las más internacionalizadas. De hecho, más de la mitad de la demanda de vehículos en México se satisface a través de importaciones provenientes de más de nueve países, y algunas marcas estadounidenses, incluyendo Tesla y GM, importan modelos fabricados en China.
Ante este escenario, es crucial que México adopte una política industrial efectiva que coordine las políticas comerciales, fiscales, energéticas, de desarrollo de infraestructura y educativas, orientadas a fortalecer la producción de vehículos eléctricos no solo para su exportación a Estados Unidos y Canadá, sino también a otros países y para el consumo nacional.
Aunque el mercado mexicano de vehículos eléctricos aún está en una fase incipiente, presenta grandes oportunidades, especialmente para la renovación de una flota vehicular envejecida y la promoción del transporte público, de carga y de vehículos de dos y tres ruedas. Un estudio reciente estima que el mercado automotriz en México podría crecer más del 60% para 2035, dada la proyección poblacional y los bajos niveles actuales de propiedad vehicular.
Políticas enfocadas en la promoción de la demanda interna de vehículos eléctricos, especialmente vehículos pequeños y accesibles de dos y tres ruedas y apropiados para el mercado mexicano, podrían aumentar significativamente la producción de estos vehículos para consumo nacional y exportación hacia América Latina y otros mercados afines.
Tres beneficios adicionales de la electrificación del transporte son el aumento de la eficiencia energética, la reducción del consumo de combustibles fósiles, disminuyendo así la dependencia de estos combustibles que son importados de Estados Unidos, y el avance en el cumplimiento de las metas de reducción de emisiones.
Esperamos que el próximo gobierno, bajo el liderazgo de Claudia Sheinbaum, impulse decididamente esta agenda. Sus promesas electorales favoreciendo la electromovilidad y la transición energética apuntan en este sentido. México está en una coyuntura clave para superar los desafíos mencionados y asegurar que continúa siendo un actor relevante en la industria automotriz global.