Criminalización post mortem de Cuén Ojeda robustece la hipótesis del crimen de estado
Álvaro Aragón Ayala
Pese a la campaña de deshonra de la memoria defuncti de Héctor Melesio Cuén Ojeda, el asesinato del ex Rector de la UAS y fundador del Partido Sinaloense, perpetrado en el escenario de la disputa Rubén Rocha Moya-Cuén Ojeda-Universidad, no ha podido ser sacado del contexto del crimen de Estado, hipótesis que se robustece por los ataques post mortem contra Cuén que sólo han aumentado las sospechas de que el homicidio violento fue fríamente planeado incluso para criminalizarlo después de muerto.
Si bien es cierto que no hay pruebas concretas para definir y señalar a un autor intelectual del complot asesino, la sincronización periodística para destruir la imagen y la memoria de Cuén Ojeda, considerados en el derecho civil intromisiones ilegítimas en el honor de una persona fallecida, ofrecen la lectura del interés, no únicamente de desviar el curso de la investigación, sino de justificar el crimen, sin embargo, la exigencia de justicia prevalece: los universitarios jamás entregarán la UAS a los sospechosos del asesinato.
El crimen ocurrió mediante un ataque con todas las características de la simulación de un asalto en plena vivencia de la confrontación por el control de la maxima casa de estudios. La brigada o grupo de choque anti-UAS lo catalogaba como un obstáculo para la “estrategia gubernamental” implementada para buscar el ilegal dominio de la Universidad. Días antes del asesinato, la agitadora Ana Luz Ruelas Mojardín pronosticó: “ya se escuchan los primeros redobles de la campana funeral del cuenismo en Sinaloa”.
Sobre Cuén Ojeda y su familia y los directivos de la UAS se mantenía y se mantiene una furiosa persecución política y judicial por no entregar el control de la Casa Rosalina a un grupúsculo constituido por jubilados y en menor medida por trabajadores en activo y por diputados locales de Morena. Cuén había denunciado el retiro de su escolta o guardia de seguridad y un espionaje constante contra él y su familia por personas a bordo de camionetas y motocicletas que incluso usaban drones para vigilarlos por aire.
Todavía no se cumplían las 24 horas del asesinato, cuando, ipso facto, el mismo grupo de periodistas que en vida lo criminalizó y lo linchó públicamente, que generaba en el entorno de Héctor Melesio Cuén un clima de odio que ponía en riesgo su integridad física, inició el proceso de criminalización post mortem del ex Rector, alzándose con la victoria de una “guerra”, llamando cínicamente a los directivos de la UAS a “decretar el cese a hostilidades con voluntad, inclusive, para mostrarse dignos hasta en la retirada misma”.
La lectura que envían quienes han intentado demonizar la memoria Héctor Melesio Cuén lanzando ofensas post mortem, describiendo falsos escenarios, publicando “reportajes” imaginarios, tejiendo conjeturas, verdades a medias y mentiras completas, es en el sentido de que “superado el obstáculo Cuén” ya allanaron el camino para tomar por asalto a la UAS, sin reparar que se colocan como copartícipes de la conspiración fúnebre, antes y después del asesinato.
Incluso un estúpido hace un llamado “periodístico” a los universitarios y a sus directivos a entregar la UAS a los “reformistas” y a los diputados de Morena como un “acto de dignidad”, en los precisos momentos en que la familia Cuén Díaz pide justicia y que no se manche su legado y los universitarios exigen que se siente en el banquillo de los acusados a los autores intelectuales y materiales del crimen. Los uaseños no están dispuestos a entregar la Casa Rosalina a quienes han sembrado el odio y quizá hayan participado en el asesinato del ex Rector.
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