Las elecciones del 2 de junio

Anamari Gomís

Nos queda claro a muchos ciudadanos que López Obrador ha dividido a los mexicanos basándose en la entelequia del pueblo bueno, que lo sigue fielmente (los narcos, ha dicho el presidente, también son pueblo) y, del otro lado, se encuentran todos los demás: las clases altas, medias y bajas, un universo de aspiracionistas, que todos son de derecha, conservadores y opinan lidereados por la oligarquía, es decir, por unos cuantos que tienen el poder de influir en un determinado sector social, económico y político. El archi enemigo que nos comanda es Claudio X González, hijo de un ingeniero químico y presidente del consejo de Kimberly-Clark de México. Claudio X González estudió derecho en la Escuela Libre de Derecho, donde fue compañero de Felipe Calderón y Margarita Zavala. Allí está el detalle. El ex presidente Calderón es otra de las némesis de AMLO, porque, según el macuspano, en el 2006 se cometió fraude en la elección a la presidencia y se la dieron (sic) a Calderón. El vengativo y furioso López Obrador no perdona. La presidencia era para él, aunque no la haya ganado esa vez. Por desgracia para México la obtuvo en el 2018. Arrasó en las votaciones. Muchos querían un cambio y apostaron por esta izquierda espuria devenida en populista y tirana.

Conforme se ha acercado al final de su mandato, el López Obrador quiere aumentar más poder para que lo detente su elegida a la presidencia, no sé si para organizar su propio Maximato, como el de Plutarco Elías Calles (1928-1924, que gobernó tras bambalinas durante las presidencias de Emilio Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio y Abelardo I. Rodríguez. Cuando Lázaro Cárdenas se sentó en la silla presidencial (1934-1940) envió a Calles al exilio y así tomó la batuta y dirigió al país. A lo mejor el deseo de López Obrador radica en emular a Calles o quizá prepara una maniobra sucia para perpetuarse. No lo sabe nadie.

López Obrador ha tutelado a Claudia Sheinbaum Pardo. Será su sucesora, porque ha sido su alumna más aventajada. López no permitirá que, si Xóchitl Gálvez gana en las urnas, le quite la presidencia a su “criatura”. Jorge Castañeda, excanciller y escritor de todos conocido, ha lanzado tres hipótesis en el diario El Universal de este 29 de mayo. A saber:

El voto oculto se manifiesta con contundencia. La oposición triunfa. No funcionó la Elección de Estado. ¿Y López en silencio? No, López rechazará, dice Castañeda, el conteo rápido, insistiría en que se trata de un fraude y tratará de anular la elección. Eso abriría la puerta a un etapa de intensa inestabilidad.

Sheibaum triunfa por más de un dígito o por mucho más. La oposición se conforma y el PRI y MC apoyan el Plan C del presidente, lo cual sería instaurar la autocracia.

Al ganar por poco dígitos la candidata de Morena, la oposición buscaría anular la elección, acudir a instancias internacionales, a la Iglesia y a otras instituciones. Casteñeda, según entiendo, dice que no se arreglaría el problema de ninguna manera. ¿De veras no? Sheinbaum , opina el otrora Secrtario de Relaciones Exteriores, gobernaría con el estigma del fraude, como Calderón. Pero en la elección del 2006 no hubo fraude. ¿Entonces? Morena, en este caso, aceptaría negociar con la oposición.

En lo personal, este escenario me resulta muy improbable. No veo las convengencias que Jorge Castañeda percibe entre Morena y la oposición. Pero para muchos, “el daño está hecho” (El Universal, 29 de mayo).

Prefiero quedarme con lo escrito por Héctor Aguilar Camín: Los triunfos de la oposición no tendrán para nadie el sabor de una imposición.Serán triunfos de la democracia en cancha dispareja (Milenio, 29 de mayo).

Yo acudo aquí a los del voto oculto y a los indecisos. Les pido que no olviden que este ha sido el gobierno más corrupto de la historia de México (Segalmex, el enriquecimientos de los Lopez Beltrán, de Nahle, de Bartlett y de los muchísimos que todavía no sabemos). La “casa blanca” de Peña Nito es peccata minuta.

200 mil muertos, miles de los desaparecidos y la displicencia del presidente por las madres buscadoras; el contubernio de López con el cártel de Sinaloa. Cada día asesinan a más candidatos de todos los Partidos, El crimen pulula, recorre el país a sus anchas, se anida bajo cualquier piedra y no sólo trafica con drogas sino con limones y aguacates. Se cobra derecho de piso hasta en las tortillerías, secuestra personas, mata a mansalva a quien sea, hasta niños.

Las obras faraónicas de López Obrador no funcionan o funcionan a medias. La Educación primaria y secundaria van en picada. La cultura es un desastre, le quitaron fideicomisos y le otorgan una cantidad risible en presupuesto. El presidente miente todos los días sin el más mínimo decoro. No es compasivo, no es buena persona y no ha trazado un plan para gobernar más allá del miedo que infunde entre la gente que trabaja para él y sus ideas peregrinas. La Cuarta Transformación no significa nada, tan sólo es el nombre que le puso a su necesidad de convertirse en un personaje histórico.

Es un destructor, 50 millones de mexicanos no tienen salud pública. No hay medicinas, pero sí una farmaciotota que no despacha. Acabó con el esquema extraordinario de vacunación que México había alimentado desde hace muchísimo. A mí, hace siglos, me tocó que me vacunaran en la escuela.

Aumentó la pobreza extrema, su plan C nos llevaría a la NO DEMOCRACIA y, eventualmente, a la dictadura. Pateó a la Comisión de Derechos Humanos, él es lo único que más le importa y estará detrás de Claudia Sheinbaum si ésta gana las elecciones.

¿Y si no las gana? No hemos considerado un componente fundamental: el ejército, que ha sido convertido en el “maestro de obras defectuosas” del sexenio. No se le ha permitido enfrentar al crimen organizado y se le ha desprovisto de su dignidad como agente de la historia en el México contemporáneo. ¿Secundaría el ejército un magno berrinche presidencial de no ganar Sheinbaum?

El voto es la forma más relevante de ejercer nuestro derecho ciudadano. ¿Votaría usted, si me lee, por lo mismo que hemos padecido estos últimos años? Se trata de elegir el autoritarismo o la democracia. Lo había escrito antes, pero insisto en esto porque éste es mi país y su gente es mi gente. Los chairos, no, que quede claro.

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