AMLO y el búnker de Palenque
Juan Manuel Asai
Andrés Manuel López Obrador acumula enemigos día tras día. Son legión. Los puede mantener a raya porque es el presidente. Es jefe supremo de las fuerzas armadas, tiene acceso permanente a la información de las agencias de inteligencia del gobierno federal, ofrece una conferencia de prensa todos los días por más de dos horas, vive en Palacio Nacional, a la vuelta de los aposentos que fueron de Benito y Margarita.
Pero eso, su condición de presidente se terminará dentro de pocos meses, el último día de septiembre para ser precisos. Perderá el blindaje que le permite mantener a raya de sus enemigos. Adversarios, malquerientes o de plano odiadores pronto se verán las caras con el ciudadano López Obrador y no con el presidente López Obrador. La pelea será en cancha pareja. ¿Podrá resistir el asedio?
Los políticos se acostumbran rápido al poder y piensan que durará para siempre, pero no. Todos los expresidentes mexicanos vivos fueron en su momento los hombres más poderosos del país y ahora andan todos ellos de capa caída, a la sombra, en el extranjero y con el perfil más bajo posible. Ninguno de esos expresidentes acumuló durante su mandato tantos enemigos como lo ha hecho López Obrador que se ha peleado con todos porque sabe que lleva las de ganar. ¿Qué hará cuándo lleve las de perder?
A la doctora Sheinbaum le alcanzará para evitar que transiten acusaciones jurídicas que lo puedan llevar a la cárcel, digamos por su desempeño durante la pandemia de COVID, acusado de negligencia criminal, pero no será fácil detener la acometida contra López Obrador y su familia que tendrán una ex presidencia francamente complicada, la más difícil en décadas.
¿Qué tan fuertes son las defensas de su finca en Palenque? ¿Ya es un búnker para resistir bombardeos? López Obrador tiene cuentas pendientes con un montón de líderes de opinión que no se irán a ningún lado, seguirán al frente de sus periódicos, noticieros, sus medios y no tendrán misericordia para un ex presidente que cuando tuvo poder los atacó personalmente, le van a apedrear la azotea del búnker chiapaneco.
Hacer enemigos no es solo resultado de su mala entraña, no es fortuito, nada de eso, es parte de una estrategia política para aparecer en los libros de historia como alguien que, desde una posición de debilidad, solo apoyado por el pueblo bueno, realizó grandes proezas, de esas para contar en corridos. No dice que usó y abusó de las fuerzas armadas, que los legisladores de su partido pasan sus iniciativas sin quitarles ni una coma, que trató a los gobernadores de Morena como empleados de segundo rango, que se ensañó con la prensa de manera sistemática, que destruyó organismos autónomos. Eso no lo dice.
La parte central de esa estrategia política es aparecer como víctima de cualquier cosa que ocurre en el país. Todo sucede para tratar de desprestigiar su mandato. Sigue con la idea de tener un lugar preponderante en los libros de historia, como uno de los grandes héroes nacionales. Acaso por eso, para asegurar su lugar en el Olimpo cívico, presiona para que quede en la Secretaría de Educación el próximo sexenio alguien comprometido con sus apetitos de inmortalidad, alguien que lo convierta en monografía para cuarto de primaria.
Como van las cosas, no sería nada raro que se resolviera construir una base de la Guardia Nacional a poca distancia del búnker. La Chingada, que es el nombre de la finca donde vivirá cuando sea expresidente, tiene más de 10 mil metros cuadrados. El césped está verde y bien cortado, por ahí cerca se construye una estación de Tren Maya y hay un aeropuerto. Ambos, el tren y el aeropuerto, son administrados por el Ejército.