AMLO, el gran distractor
Adela Navarro Bello
Este 2024, tiene dos vías. Primero, en un análisis evaluativo de lo que fue la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador, dado que este es su último año de gobierno, le restan meses en la titularidad del Poder Ejecutivo Nacional, pues su incompleto sexenio termina el 30 de septiembre debido a la reforma electoral de 2014.
En ese contexto, corresponde a los ciudadanos hacer una evaluación de lo que fue, lo que se vivió y el legado que deja la primera presidencia de la República emanada de Morena y encabezada por López Obrador.
La segunda vía del 2024, la domina, por lo menos en los primeros seis meses, la campaña electoral para elegir sucesor o sucesora del presidente López Obrador. Los tres candidatos están ya definidos, dos mujeres y un hombre: Claudia Sheinbaum por el oficialismo morenista, Xóchitl Gálvez por el bloque opositor de derecha, centro e izquierda, y Jorge Álvarez por el satélite político Movimiento Ciudadano.
Por supuesto que los dos ejes que significan 2024 en México están ligados. Un voto puede ser producto de una evaluación del gobierno actual para castigar o refrendar a Morena, como también puede ser un voto de cambio de carril, y más si se considera que están en juego los escaños camarales federales, las renovaciones del Senado de la República y de la Cámara de Diputados, lo cual puede concluir en un voto total de refrendo o uno de balance político con el sufragio diferenciado para no entregar todo el poder a un solo partido. Especialmente cuando el presidente ha dado muestras clarísimas de lo peligroso que resulta tener el poder ejecutivo y también el legislativo, particularmente cuando se trata de neutralizar, minimizar o destruir al tercer poder del Estado Mexicano, el Judicial.
Andrés Manuel López Obrador, como titular del Poder Ejecutivo, no debe, al menos en regla, transitar por las dos vías políticas del 2024. Su papel tiene que remitirse exclusivamente al gobierno de la República y no incidir en el proceso electoral. De acuerdo a la Ley, su intromisión en las campañas políticas es supervisada y sujeta a sanciones.
Pero el presidente es de esos que más sabe el diablo por viejo, y doce años en campañas políticas propias le han dado más salidas que muros de contención. Con la habilidad retórica que le caracteriza y su tendencia a controlar la política hasta en el menor de los movimientos, López Obrador se mueve como pez en el agua en los dos ejes políticos de 2024, sin caer en la sanción pero sí imponiendo su agenda política a los candidatos y a la opinión pública.
El análisis es que en cinco años y tres meses de administración lopezobradorista el balance popular no es favorable para el mandatario nacional, ni para su partido Morena que en un afán por controlarlo todo y ganarlo todo, descansa en los mismos laureles políticos que lo hizo el PRI en lo más rancio de la hegemonía que dominó durante más de 70 años en el País.
México es un país más violento de lo que fue durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, antecesor inmediato de López Obrador, e incluso más sangriento de lo que fue en la administración del presidente Felipe Calderón Hinojosa, el último mandatario nacional emanado del Partido Acción Nacional y que encabezó una guerra contra las drogas para presuntamente contener a los cárteles en México.
En su quinto año de gobierno, de acuerdo a un conteo del semanario ZETA, López Obrador acumulaba para noviembre de 2023, 168 mil 787 ejecutados en su administración. Homicidios dolosos producto de las intestinas guerras entre las mafias con la complicidad de corporaciones y áreas del Estado. Esta cifra, significa 37.8 por ciento más que la contabilizada en el mismo rubro durante la administración de Enrique Peña Nieto, y un 76.4 por ciento más que los asesinatos registrados en los primeros cinco años del gobierno del panista Felipe Calderón Hinojosa.
En realidad, el sexenio de López Obrador terminará como el más sangriento de la historia contemporánea de México. El crecimiento de cárteles como el de Sinaloa y el de Jalisco ha sido la constante en la guerra entre narcotraficantes donde la autoridad del Estado ha sido mero testigo complaciente de ello. Además, el resurgimiento en estados como Guerrero, Michoacán, Jalisco, de lo que fue el cártel de la familia Michoacana, acaso con otros nombres derivados de células criminales que prevalecen, han contribuido a la ola de violencia que, en tiempos recientes ha dejado las más horrendas escenas de violencia: jóvenes secuestrados y ejecutados, la irrupción a una posada para matar a mas de diez, el secuestro de pobladores en Guerrero, la parálisis de transportistas en Taxco por las extorsiones, la saña de asesinar a policías por media docena y enfrentamientos con fuerzas armadas que han dejado también decenas de muertos del lado oficial.
La economía tampoco es la mejor. Una alta inflación, el encarecimiento de la canasta básica, el alza en los servicios como la energía eléctrica (además de la pésima distribución de la misma), el agua y ni hablar de la carencia de medicamentos en los hospitales de la seguridad social que también dejan muertos ante la falta de tratamientos y medicinas. La prestación de salud no llegó adonde el presidente prometió, sino todo lo contrario, mantuvo un retroceso sostenido en atención, proveeduría y procedimientos quirúrgicos suspendidos ante la falta de material y una infraestructura hospitalaria sin mantenimiento ni inversión.
Acapulco, Coyuca de Benítez y otros municipios de Guerrero que fueron azotados por el huracán Otis demostraron a México que el gobierno federal tampoco fue capaz de responder ante las inclemencias del clima. Aquella zona terminó en una escena post apocalíptica después del paso del huracán, evidenciado aun más la desatención, la pobreza, lo endebles que son los servicios públicos, para aflorar la rapiña, la desatención y el desinterés de la federación para sacar a flote a la población.
Pero de nada de esto se habla en los últimos días porque el presidente Andrés Manuel López Obrador se ha convertido en el gran distractor de las fallas de su gobierno y el impulsor de una agenda político electoral. En los últimos diez, días, tres temas puestos en la opinión pública por el mandatario han imperado en el análisis nacional y desviado la atención del fracaso que significan también sus “grandes obras”, el fallido aeropuerto de Santa Lucía, el depredador de la naturaleza que es el lentísimo Tren Maya, o la inacabada e infructuosa refinería de Dos Bocas: El presunto segundo tirador en el asesinato de Luis Donaldo Colosio Murrieta ocurrido en 1994, la investigación inconclusa de la DEA sobre el financiamiento de los hermanos Beltrán Leyva a la campaña de López Obrador en el 2006, y las 20 iniciativas de reforma que presentó el 5 de febrero López Obrador.
Esos serán los temas de la campaña porque así los ha lanzado el presidente como anzuelo electoral y los partidos, los candidatos y los miembros de los poderes legislativo y judicial, los han mordido. Incluso la prensa divulgando la voluntad presidencial domina la conversación social con la agenda político electoral del presidente.
Andrés Manuel López Obrador es la mente maestra detrás de la agenda pública del año electoral 2024, y la oposición, los satélites y los suyos, están cayendo en la narrativa que el presidente está marcando. Las 20 iniciativas serán parte del debate en los próximo seis meses. Sabedor que no logrará sacarlas todas adelante, mete más a la puja para obtener lo que desea, y por lo pronto, ya logró dominar el discurso nacional, como el gran distractor que es de una realidad que lo supera porque no pudo o de plano no quiso cumplir con su palabra de hacer del gobierno y del País uno mejor.