La economía de la longevidad, una oportunidad para las próximas generaciones
Jeannina Valenzuela
Actualmente nos encontramos en un momento de la historia en que más generaciones conviven entre sí, y esta realidad deriva en la colaboración intergeneracional. Por ello este último concepto está estrechamente vinculado con la longevidad, que configura un nuevo escenario donde están intrínsicamente vinculados son la salud, el conocimiento, la economía y el empleo.
La salud es un factor fundamental que se debe comprender para impulsar la productividad multigeneracional de las naciones cuya fuerza laboral está cambiando. Muchas personas de avanzada edad se quedan en situación de vulnerabilidad, principalmente económica, derivada de la dependencia o fruto de la exclusión social. Esta dependencia, que también puede ser afectiva y estar vinculada al abandono, es un problema social, pero también médico, ya que quienes la padecen ven deteriorado su estado de salud.
En relación con la salud, es importante considerar la evolución funcional a lo largo de la vida y las diferentes situaciones de salud física y mental que todas las personas atraviesan a lo largo de su vida. Sin embargo, la mala gestión de longevidad tiene su contraparte en las personas jóvenes, quienes asumen el cuidado de los adultos mayores desde su propia situación de vulnerabilidad. En Latinoamérica se observa que la edad de emancipación de una persona joven se sitúa entre los 27 y los 30 años; por ello muchas personas de mediana edad se convierten en la red de seguridad de los mayores y los menores de sus familias.
La colaboración intergeneracional se ve potenciada por la transición demográfica, a la par que emerge como elemento fundamental de un futuro longevo, próspero e inclusivo. Es decir, cuando hablamos de cooperación entre generaciones, también hablamos de edad, y cuando hablamos de edad, lo primero que deberíamos hacer es felicitarnos: las mejoras científicas y sociales alcanzadas han permitido a la población mundial alargar considerablemente su esperanza de vida media y llegar en mejores condiciones a su última etapa.
Gracias a estos logros la humanidad atraviesa el momento histórico en que más generaciones se relacionan entre sí. Sin embargo, dichos avances no han sido insertados adecuadamente en los mecanismos e instituciones diseñadas para una realidad demográfica anterior. Este desajuste plantea nuevos retos entre los distintos grupos etarios, los cuales deben ser superados o continuarán generando dificultades en la colaboración intergeneracional.
Los grandes avances sanitarios y las nuevas formas de autoaprendizaje son logros positivos que configuran una nueva realidad para el sector que tiene acceso a sus beneficios, pero, como ya hemos planteado, también surgen nuevas situaciones sociales con un panorama todavía incierto. Esto nos indica que la longevidad conlleva problemáticas que incluyen a todos los estratos sociales.
Resulta de suma importancia propiciar cambios: erradicar los prejuicios sobre el envejecimiento, aprovechar la tecnología para construir nuevos mercados, crear nuevos modelos de financiación, introducir nuevos modelos de estudios y pensiones, y promover el emprendimiento social para aprovechar las oportunidades de la economía de la longevidad.
Comprender los aspectos de la participación intergeneracional vinculados a los retos de la transición demográfica exige analizar la situación de las todas las generaciones en cuanto a variables demográficas y socioeconómicas. Pero este análisis, sin duda necesario, no es suficiente. Es indispensable analizar cómo la evolución de estas variables medibles se materializa en la experiencia concreta de las personas en diferentes etapas de su vida y cómo afecta esto a la relación entre ellas.
Entonces, la idea de los adultos mayores configurados como un nuevo sector económico es un reflejo de la nueva realidad intergeneracional. Este sector va más allá de la economía del cuidado, ya que también implica la posibilidad de gastos de recreación, estudio, trabajo, etc. Esta dinámica afecta tanto a adultos mayores como a jóvenes y demás generaciones, pues conlleva generar puestos de trabajo y espacios de oportunidades profesionales y personales entre los adultos mayores y su entorno.
Podemos concluir, en primer lugar, que la economía de la longevidad puede generar oportunidades profesionales para las próximas generaciones. De esta idea se deriva la conclusión final, pues es fundamental entender que la diferencia de oportunidades laborales entre los grupos etarios y la desigualdad en el acceso a la cobertura de los sistemas de pensiones (que pueden tener su origen en el aumento del autoempleo entre los adultos mayores) condiciona las relaciones de dependencia entre ellas.