Otis: negligencia de gobernadora Salgado y nulidad de protección civil

Carlos Ramírez

A las seis de la tarde del martes 24 de octubre, la gobernadora Evelyn Salgado Pineda había confirmado su presencia en la inauguración del Congreso de la Cámara Minera en el Fórum Mundo Imperial, situado, en la zona zero hotelera amenazada por el huracán Otis. La inminencia destructiva del meteoro estaba en lluvias y vientos en las calles y sobre todo en las alertas en Estadios Unidos, pero nadie del sector oficial mexicano previno de lo que venía.

Sin embargo, la mandataria estatal no apareció en el salón de sesiones y un representante del Gobierno de Guerrero anunció que la gobernadora Salgado no estaría presente en el evento por razones de seguridad porque se avecinaba un gran huracán y ella había salido de Acapulco por razones de seguridad. Aún en esas circunstancias, ninguna autoridad del gobierno estatal alertó a la población que se refugian en sus casas ni avisó a los turistas; como pudieron, muchos de los 6,000 asistentes al congreso minero se fueron a sus habitaciones, pero sin que nadie –menos aún los administradores del hotel– tuviera alguna idea de cómo actuar ante la furia de fenómenos naturales.

Las informaciones de organismos especializados de Estados Unidos  alertaron la llegada del huracán. Pero en Acapulco autoridades municipales, estatales y federales nunca aparecieron para alertar a la población civil, ni siquiera con mensajes que se acostumbran en Estados Unidos a través de medios de comunicación para que las personas pudieran protegerse de la furia del meteoro.

A lo largo de 36 horas no existió ninguna autoridad de cualquiera de los tres niveles para tomar la gestión mínima de respuestas gubernamentales ante el huracán. Los hoteles carecen de zonas de refugio, los suministros de alimentos y líquidos son los del diario, los meseros y personal hotelero actuaron con buena voluntad pero sin ninguna idea de qué hacer ante amenazas de esa naturaleza. Los hoteles parecieron construcciones de papel porque a nadie se le ocurrió crear ciertas condiciones mínimas de seguridad, entre ellas, por ejemplo, que las salidas de emergencia tenían cristales delgados y en los primeros momentos de la furia del viento estallaron en mil pedazos y lastimaron a quienes querían salir de las zonas conflictivas por rutas de escape dentro de las instalaciones hoteleras.

Algunos turistas fueron colocados en las diferentes oficinas creadas dentro de los hoteles para otros menesteres: spa, bares, salas de descanso, zonas de espera, pero en ningún hotel hubo algún empleado de bajo o alto nivel que hubiera recibido entrenamiento oficial para atender los efectos de un huracán otra es una inundación. Los turistas quedaron en un estado de naturaleza, entre ellos buscando refugio conjunto, sin que nadie tuviera idea de cómo atender a niños mujeres y ancianos que en la desesperación subieron a sus habitaciones para tratar de rescatar sus pertenencias y muchos de ellos fueron arrasados por la fura del meteoro.

Las personas quedaron atrapadas al interior de los hoteles sin que nadie les informara del desarrollo de los acontecimientos; luego de las tres de furia de viento de 300 kilómetros por hora, nadie se atrevió a salir hasta que no pudieran encontrar alguna autoridad que les dijera qué hacer en estos casos de emergencia; sin embargo, ninguna autoridad municipal, estatal ni federal apareció para dar instrucciones en calles locales y zonas sobre lo que había que hacer.

Al interior de los hoteles hubo una camaradería natural de las personas atrapadas: los pocos alimentos y agua entraron en momentos de trueque, buscando atender a niños y ancianos. Los empleados del hotel abrieron todas las instalaciones donde había alimentos y trataron de atender de manera gratuita a los damnificados, pero sin ningún control porque ninguno de los trabajadores de la autoría turística había tenido alguna capacitación mínima para casos de desastre.

A lo largo de treinta horas, todos los turistas reaccionaron en función de su instinto de sobrevivencia. Varios de ellos, que tenían vehículos en la calle y que no fueron afectados por los árboles caídos, salieron de la zona zero y buscar un otro hotel cercano, pero en medio ya de escenas de saqueos y robos –al principio sólo de alimentos y bebidas y después de mobiliario–, sin que hubiera ninguna policía cuando menos para dar instrucciones sobre las zonas de refugio bajo control gubernamental.

La gobernadora Salgado se refugió primero en Chilpancingo y luego en Palacio Nacional. Y hasta ayer domingo 30 no tuvo ninguna aparición de liderazgo para tomar el control de la crisis social que fue el principal efecto de Otis en acapulco. Queda, sólo como referencia, el hecho de que la gobernadora Salgado nunca estuvo en el proceso de designación del candidato a gobernador de Guerrero en 2021 y que el cargo le llegó de rebote porque su padre, el polémico de desprestigiado Félix Salgado Macedonio, el “toro sin cerca”, había recibido la candidatura de manos personales del presidente López Obrador por alianzas políticas. Cuando el INE le quitó el registro de candidato al senador Félix, por decisión personal –avalada por Morena y por el presidente de la República–, designó a su hija como la candidata sustituta, con un resultado de una victoria inevitable.

A lo largo de poco más de dos años, la gestión política de la gobernadora Salgado ha sido de incompetencia total, el senador Salgado es el que controla el gobierno estatal y aparece en todos los eventos públicos opacando la figura de su hija como gobernadora constitucional y el reparto de posiciones de poder es gestionado por el propio “toro sin cerca”.

La estrategia de comunicación de Palacio Nacional fue la de disminuir el estado de ánimo negativo de los medios, el propio presidente de la república asumió la imagen única y la gobernadora Salgado fue escondida, inclusive para que no apareciera junto a López Obrador. Y aunque el discurso presidencial ha sido eficaz en cuanto a la disminución de la potencialidad crítica de eventos con daño social, lo cierto fue que la dimensión del impacto del meteoro en Acapulco y la destrucción de la zona hotelera será el tema político del último año presidencial de gobierno y está metiéndose en la campaña de la candidata de Morena, Claudia Sheinbaum Pardo.

Lo que quedó a la vista fue la negligencia de la gobernadora Salgado, el vacío de poder gubernamental, estatal y municipal en las primeras setenta y dos horas y sobre todo el fracaso de la protección civil.

El contenido de esta columna es responsabilidad exclusiva del columnista y no del periódico que la publica.

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