Xóchitl, desinflada; en su gobierno, “ni pendejos”; en su tesis: “la pendejeé”

 Carlos Ramírez

Abandonada por sus promotores, sin un jefe real de campaña y enredada en sus propias limitaciones políticas, la candidata del flamante Frente Amplio ha centrado su promoción en dormir en casas de ciudadanos en el interior de la República, aunque se sigue enredando en cada declaración que carece de supervisión política.

Los dirigentes de los tres partidos de la alianza opositora, su promotor Claudio X. González y su formal jefe de campaña Santiago Creel han dejado suelta a la candidata, inclusive sin darle ninguna participación en el diseño de programa de gobierno, ni en la evaluación de cargos en el gabinete y menos aún en el palomeado de aspirantes a nueve gobiernos estatales y a las dos cámaras federales; es decir, Xóchitl es un alma electoral solitaria y penando sin ningún sentido político.

La senadora Gálvez se perfiló a la candidatura presidencial impulsada –de manera paradójica– por el presidente López Obrador y todos explotando su figura chistosa, su llegada a eventos públicos en bicicleta y sus gracejadas verbales sólo con el valor del uso de las leperadas –un concepto que formó parte de la sociología del mexicano por cantinflas y por El laberinto de la soledad de Octavio Paz–, pero sin ningún discurso central que prefigurara una propuesta política de gobierno, sin ningún elemento que exhibiera la posibilidad de un pensamiento estratégico y sin entender la función de la institución presidencial como el eje del sistema/régimen/Estado.

Importantes figuras intelectuales del ensayística mexicana y politólogos de amplia experiencia en el conocimiento de la clase política y la configuración del sistema encontraron elementos suficientes en los dichos, figura física y vestimenta de la senadora Gálvez para construir una personalidad estratégica detrás de estas características superficiales. Sin embargo, a nadie se le ocurrió –o a lo mejor sí, precisamente por el riesgo– provocar una reunión entre la precandidata opositora a la presidencia y representantes de la intelligence mexicana, para que ella demostrara en la práctica comparada que es la figura sobresaliente que los intelectuales escribieron que es: un diálogo intelectual de Xóchitl con Héctor Aguilar Camín, Enrique Krauze y Jesús Silva-Herzog Márquez.

La senadora Gálvez, aunque en los hechos es la precandidata del Frente Amplio a la presidencia de la República, recibió una constancia pública de ser la responsable de la construcción del Frente Amplio que representan los tres partidos políticos opositores y una pluralidad desordenada de siglas localizadas en el espectro ideológico de derecha-ultraderecha. Es decir, tendría que ejercer su liderazgo activo para liderar alianzas entre todas las fuerzas dispersas que la impulsaron y no sólo andar en estos días como alma solitaria en pena sin que nadie le indica por dónde ir, qué decir o qué liderazgo le van a reconocer por encima del poder económico-político de Claudio X. González, los intereses de los tres partidos opositores que la promueven y la larga lista de más de 500 membretes de una atomizada sociedad civil digital.

El peso negativo del pasado político y burocrático de la senadora Gálvez –que nadie se preocupó por percibir para construir una estrategia preventiva de control de daños– está ahogando las expectativas y posibilidades de la candidata opositora, sobre todo porque se nota que nadie la está asesorando o aconsejando ni le han establecido una estrategia de defensa-ataque que le pudiera regresar su capacidad de iniciativa mediática que la sacara del arrinconamiento de la crítica.

Pero el problema real es más grave: en cuatro meses la realidad ha demostrado que la senadora Xóchitl Gálvez Ruiz carece de un perfil de competencia real por el poder absolutista presidencial y que su figura se resume solo a representar los intereses de una diversidad de agrupaciones políticas y de personalidades que vieron en ella sólo el contrapunto chistoso del presidente López Obrador, pero que no ha demostrado tener la capacidad ni el talento para encabezar a una oposición dispersa, atomizada sin unidad ideológica y sólo de confrontación ni menos aún ha podido siquiera lanzar una iniciativa de reconstrucción de estructuras económicas, políticas y sociales de oposición para construir un verdadero bloque de poder contra morena en 2024.

Lo peor de todo es que el deterioro político de la señora Gálvez está reduciendo las posibilidades de la oposición para conquistar gubernaturas o posiciones legislativas. En este contexto se examina la urgencia para reemplazar a la candidata opositora.

El contenido de esta columna es responsabilidad exclusiva del columnista y no del periódico que la publica.

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