“México es un país hermanísimo”: Estela de Carlotto

Alonso Urrutia, Arturo Sánchez, Blanche Petrich

Estela de Carlotto, con la determinación de lucha intacta a sus 92 años, considera que después de 46 años de búsquedas, encuentros y muchos procesos de pedagogía y construcción de memoria, en Argentina “ya está sembrada la semilla” para que la batalla de la recuperación de la identidad de los nietos robados en los años 70 continúe muchos años más, aun cuando ya todas las Abuelas de Plaza de Mayo hayan muerto.

“Nuestro mensaje para todos los jóvenes adultos de esa generación que tengan dudas sobre su origen y que siguen dudosos es que se animen, que acudan al Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG), que busquen la verdad.”

La abuela que ha sido por décadas el rostro visible de este movimiento emblemático estuvo ayer muy temprano en Palacio Nacional, invitada por el presidente Andrés Manuel López Obrador, quien la presentó como “un símbolo de la resistencia, de la defensa de los derechos humanos y al mismo tiempo defensora de América Latina, del mundo, de quienes sufren por el autoritarismo”.

El jueves, De Carlotto estuvo en el Claustro de Sor Juana, acompañada por la diputada por Buenos Aires Victoria Montenegro, ella misma nieta recuperada. Autora de Hasta ser Victoria, la legisladora expuso que “la maquinaria infernal” que fue el aparato represor de la dictadura que perpetró 30 mil desapariciones forzadas y miles de asesinatos “sólo dejó vivas a estas mujeres, las abuelas, porque dio por sentado que ellas iban a recluirse en sus casas a morirse de dolor y de vergüenza. Y en lugar de eso, salieron a las calles, a la Plaza de Mayo, y convirtieron su búsqueda en el mayor símbolo de amor del país”.

De 500 recién nacidos robados a jóvenes mujeres que fueron secuestradas por fuerzas de la dictadura militar y asesinadas después del parto entre 1972 y 1979, Abuelas, la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi) y el BNDG lograron que 132 jóvenes nacidos en ese periodo y criados con identidades falsas encontraran con certeza su verdadero origen. Uno de ellos es Ignacio Montoya Carlotto, nieto de Estela.

Hace nueve años, en diciembre de 2014, la señora Carlotto vino a México a la Feria del Libro de Guadalajara, que ese año estuvo dedicada a Argentina. Apenas dos meses antes habían desaparecido los 43 estudiantes de Ayotzinapa. Se reunió con algunos padres de los muchachos. El jueves recordó: “Les dije: no se aíslen, no se encierren. Vayan a su casa a llorar, pero salgan a las calles a luchar. Nunca se rindan, no den lástima. Mejor que les tengan miedo”.

Muy temprano este viernes, llegó acompañada de su hija Claudia, de la diputada porteña y el embajador argentino Carlos Tomada al Salón de la Tesorería. Se sentaron en primera fila y escucharon la cálida recepción del Presidente.

Fue invitada a dar unas palabras al micrófono presidencial. “México”, expresó De Carlotto, “no es un país hermano, es hermanísimo”, fundamentalmente por el papel que desempeñó en aquel periodo de la dictadura militar.

“Acá han recibido exiliados para salvarles la vida. Las abuelas venimos en esos tiempos, hace muchos años, no sé cuántas veces visité este país. Y acá encontramos un nieto, lo llevamos con su papá a Argentina.”

Reivindicó que seguirá luchando por encontrar más nietos, mientras “la cabeza funcione y el corazón lata”, aun cuando sea con bastón o silla de ruedas.

Minutos antes de que comenzar la conferencia, en una breve entrevista donde le preguntaron sobre la postura de López Obrador en estos temas, sugirió: “El valor que tiene la mano de un Presidente es muy importante. Yo deseo que el Presidente no abandone a su pueblo”.

“Nunca me rindo”

El día anterior, el embajador Tomada presentó a las dos invitadas en el Claustro de Sor Juana como símbolos “del pasado, el presente y el futuro” de la historia contemporánea de Argentina.

Victoria Montenegro, secuestrada al mes de nacida junto a sus padres (él fue asesinado y se encontró su cuerpo años después; ella sigue desaparecida) fue entregada en una falsa adopción a un coronel de inteligencia del ejército argentino que la crio como hija propia. A los 24 años enfrentó la determinación de hacer la prueba de ADN, lo que arrojó su verdadera identidad.

Estela de Carlotto, ojos verdes resplandecientes, relató la génesis de las instituciones que han promovido las Abuelas y que hasta ahora ha producido 132 milagros en el colectivo de familias que buscan a los niños robados en los aciagos años 70.

A mediados de los 70 era directora de una escuela de niños muy pobres, en La Plata. Su hija Laura, criada en un hogar solidario, optó por sumarse a la lucha de Montoneros muy joven, con su compañero. A los 23 años ya estaba embarazada.

A partir del secuestro de su hijo y su marido (que estuvo desaparecido 25 días) se encerró en su casa. Hasta que su consuegra le preguntó: ¿por qué estás sola? Y entonces salió, buscó alianzas, hizo red con otras madres y abuelas y empezó la lucha colectiva que ha durado 45 años, durante los cuales dos veces intentaron asesinarla.

“Los abuelos y los padres, el día en que encontramos los huesos de nuestros hijos, aunque sea un huesito, un fragmento, los besamos. Porque a pesar del dolor nos dan fuerzas para seguir luchando. Y eso es lo que hacemos. Luchar para que estos 40 años que Argentina ha cumplido viviendo en democracia sigan, para no retroceder. Yo nunca me rindo”.

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