Sucesión 1940 en 2024 2.- MAC: el poder es indivisible

Carlos Ramírez

El periodista José C. Valadés registró en el tomo VIII de sus memorias la referencia en 1939 de José Vasconcelos sobre los precandidatos a suceder al presidente Cárdenas: “de los tres (Manuel Ávila Camacho, Francisco J Múgica y Rafael Sánchez Tapia) triunfará Avila, porque de los tres es el único que no sabe leer”. Sin embargo, Avila Camacho fue el verdadero arquitecto de la institucionalización política del régimen revolucionario.

El único error que habría cometido el presidente Cárdenas estaría en su equivocada percepción del perfil de Avila Camacho, en quien vio a un estabilizador del régimen de la Revolución Mexicana, pero no para modificarlo en sus bases de relaciones de poder, sino para garantizar la permanencia y continuidad del proyecto popular de capitalismo monopolista de Estado del presidente Cárdenas.

El presidente Avila Camacho no esperó mucho para romper con Cárdenas: abrió su sexenio con el acuerdo presidencial del 10 de diciembre para prohibir la militancia de los militares como cuarto sector corporativo del Partido de la Revolución Mexicana y rompió con el modelo de redistribución del poder político que había hecho Cárdenas con los militares en función de cuña y garantía revolucionaria.

Y Avila Camacho cerró su sexenio en enero de 1946 con tres decisiones que construyeron triángulo de la institucionalización en modo de instauración-consolidación del régimen político revolucionario con 1) una reforma electoral que le dio al Estado-gobierno el manejo de las elecciones, 2) la transformación del cardenista Partido de la Revolución Mexicana en Partido Revolucionario Institucional y 3) la postulación formal del abogado Miguel Alemán Valdés como primer presidente civil del ciclo revolucionario. En diciembre de 1946, Alemán arrancó su sexenio con dos clavos más al simbólico féretro político del proyecto cardenista: la reforma al artículo 27 para introducir el amparo agrario que frenaría el reparto de tierras cardenista y la reforma al artículo 3 constitucional para liquidar la educación socialista (sin lucha de clases, claro) de Cárdenas y definir la educación como eje de la democracia sólo en función del bienestar del pueblo.

Avila Camacho se había metido en el ánimo del general Cárdenas porque representaba la figura de un militar sin conflictos ni disputas por el poder, había participado en pocas batallas y en realidad pertenecía a los militares que se consolidaron en la burocracia político-militar del régimen revolucionario ya en modo de dominio del caudillo Elías Calles en las administraciones de Pascual Ortiz Rubio y Abelardo Rodríguez, y ascendiendo en el escalafón burocrático a la Secretaría de la Defensa Nacional en 1935 con la transformación de la Secretaría de Guerra y Marina en Sedena.

El presidente Cárdenas había radicalizado el proceso político de la Revolución Mexicana después de la expropiación petrolera de marzo de 1938 y había reorganizado la estructura del régimen para garantizar la continuidad de su proyecto con la transformación del PNR de Elías Calles en PRM, con una configuración de estructura que vinculaba a las clases sociales productivas organizadas e incorporaciones del partido y por lo tanto convirtiendo al PRM en el partido-régimen, en cuyo seno (con la imagen geométrica de la caja negra de David Easton con la que definió al sistema político) se dirimían, bajo el mando del presidente de la República, la distribución de valores y beneficios.

Cárdenas eludió el modelo de partido leninista con un enfoque no conflictivo del socialismo sin lucha de clases, convirtiendo a las clases productivas generadores de riqueza (no la burguesía patronal) en los movimientos de masas organizadas para mantener conquistas y seguir acumulando beneficios. La clave cardenista fue la construcción de un capitalismo monopolista de Estado, evitando el modelo marxista del Estado proletario: masas y no clases.

Avila Camacho desarrolló en su sexenio, bastante por su modo personal de ser y también mucho por las circunstancias de la Segunda Guerra Mundial, la estrategia de acuerdos políticos y de clases, aunque con el control estricto del Estado frenando el modelo ideológico cardenista con la implantación en 1941 del delito de disolución social que reventó en el movimiento estudiantil del 68. También junto a todos los expresidentes en un modelo de unidad nacional que desdramatizó la lucha por el poder.

En este contexto histórico, Avila Camacho fue escogido por Cárdenas para continuar el proyecto cardenista, pero al final lo encapsuló con la reforma institucional del régimen revolucionario.

El contenido de esta columna es responsabilidad exclusiva del columnista y no del periódico que la publica.

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