Miedo en las calles de Sinaloa
Álvaro Aragón Ayala
Leer sobre el tema: ESCUADRONES DE LA MUERTE Y LIMPIEZA SOCIAL
La deficiente o blanda participación de las corporaciones policiales de Sinaloa en las tareas de prevención y combate al delito no solo crea la percepción del reforzamiento de la Pax Narca, sino que genera un estado de miedo y desamparo en la sociedad.
El miedo se ha apoderado de las calles y los hogares por los efectos psicológicos ocasionados por la incursión militar fúnebre en Jesús María y los dos “culiacanazos” y la ola de robos de vehículos, asesinatos, asaltos y robos registrados a todo lo largo y ancho de Sinaloa.
Las pocas acciones desarticuladas de los cuerpos de seguridad o de justicia criminal no ofrecen resultados perdurables porque el campo de acción de estas instancias sobre las causas del fenómeno delictivo es limitado. La sociedad presume la colusión de los cuerpos policiacos con bandas de delincuentes.
Vivir con miedo de ser víctima de un criminal tiene efectos psicológicos, sociales y económicos, tal y como lo describió la psicóloga y académica Alba Luz Robles Mendoza en su artículo “Miedo en las calles: principal emoción de la inseguridad pública delictiva. Un estudio criminológico y de género”.
“El miedo al delito, a diferencia de la delincuencia real, afecta a un mayor número de ciudadanos y sus consecuencias son prevalentes y severas. Incluso hay quienes han subrayado que el miedo al delito puede ser un problema más severo que la propia delincuencia. El miedo al delito obliga a los individuos a cambiar sus estilos de vida”, plasmó.
La sensación de inseguridad desarrolla expresiones emocionales, siendo algunas de las más importantes el miedo, la angustia, la ansiedad y otras más que desencadenan trastornos de personalidad específicos que impiden a los individuos a actuar con plenitud.
El miedo es una perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario. El miedo al crimen puede definirse como la perturbación angustiosa del ánimo que se deriva de la diferencia entre el riesgo percibido de ser víctima de un crimen y la victimización de hecho.