Vejez, pobreza y soledad en México

Alejandro De la Garza

Al sino del escorpión llegan noticias impactantes sobre la precaria realidad de la vejez. En Japón, por ejemplo, el país más longevo del planeta, los hombres y mujeres mayores de 60 años prefieren ir a la cárcel (obviamente con servicios carcelarios dignos), donde obtendrán techo y comida, atención médica y compañía. En Canadá, la Muerte Médica Asistida amplió sus alcances para aquellas personas mayores, hombres y mujeres, imposibilitados de obtener atención médica para enfermedades físicamente incapacitantes y dolorosas, adultos mayores a quienes por sus padecimientos y edad, les resulta ya imposible obtener lo fundamental para vivir: trabajo, vivienda, salud. En México, el impacto de la pobreza, la enfermedad y la soledad comienza a ascender en mujeres y hombres a partir de los 65 años.

En 1970, Simone de Beauvoir publicó un libro radical, La vejez. El alacrán echa mano de la edición en español (Hermes-Sudamericana, 1983), donde la francesa señala: “Para la sociedad, la vejez parece una especie de secreto vergonzoso, del cual es indecente hablar. Por eso escribo este libro, para quebrar la conspiración del silencio. La sociedad de la abundancia y el consumo ha sustituido la conciencia desdichada por una falsa conciencia feliz. Hay que perturbar esa tranquilidad, pues escudada en los mitos de la expansión y la abundancia, trata a los ancianos como parias”.

El texto viene a cuento luego de las noticias reportadas por la inglesa BBC sobre la situación de la vejez en Japón, donde las mujeres y los hombres mayores de 65 años prefieren cometer un hurto menor (una bicicleta, productos en la tienda de conveniencia o robos callejeros) para dejarse atrapar por la policía y, siendo una sociedad radicalmente respetuosa de la ley, enfrentar una condena de dos años en prisión, donde obtendrán techo y comida para paliar la pobreza (la pensión no alcanza para sobrevivir), además de servicios médicos para atender su salud, y compañía para aliviar la soledad. Japón es el país más longevo, más envejecido del mundo: casi 30 por ciento de su población supera los 65 años. Dentro de una estructura social ritualmente individualista, una de las consecuencias más inmediatas es la soledad. Pero Japón no es el único país que sufre de soledad, recordó el escorpión, pues el gobierno británico de Theresa May creó un ministerio para atender a las personas solas.

Otra noticia alarmante llegó al arácnido procedente de Canadá, donde la periodista Cinthya Mulligan reporta el incremento de solicitudes de Muerte Médicamente Asistida en personas de más de 60 años. La MMA fue legalizada en Canadá en 2016 para quienes enfrentaban una muerte inminente, pero la accesibilidad se abrió en marzo pasado para quienes “experimentan sufrimiento físico o psicológico debido a una enfermedad, discapacidad, padecimiento o estado de deterioro intolerable y que no puede ser aliviado de manera constante y aceptable”. Esto, señala la reportera, está creando un sistema en el cual “finalizar la vida de los adultos mayores es una solución más barata y sencilla para el Estado que invertir en saludo y en asistencia social”. En resumen: la MMA para algunas personas mayores y enfermas es la única opción antes que vivir en la pobreza. Trudeau Lemon, profesor de Bioética en la Universidad de Toronto declaró al respecto: “El hecho de que las personas se sientan obligadas a solicitar la MMA porque no pueden obtener lo fundamental para vivir es vergonzoso para el país”.

En México, la velocidad del proceso de envejecimiento implica desafíos en lo político, social y económico, pues la mayor esperanza de vida para hombres y mujeres parece transformarse en una carga social negativa y no ser más un logro positivo. El censo 2020 reportó 15.1 millones de personas de 60 años o más en nuestro país, 12 por ciento de la población total. De estas personas adultas mayores, 20 por ciento (tres millones) no cuentan con afiliación a una institución de servicio de salud. Por grupos de edad, poco más de la mitad de las personas adultas mayores tiene de 60 a 69 años; el 29 por ciento tiene entre 70 y 79 años, y 15 por ciento alcanza 80 años o más. La estructura es similar entre hombres y mujeres, aunque la proporción es ligeramente más alta en las mujeres de 80 años y más.

En su artículo Vejez y sociedad en México (Fórum Sociológico, 2016), los investigadores Fernando Bruno y Jesús Acevedo Alemán destacan aspectos de gran relevancia para nuestro país, donde no han podido resolverse los desafíos impuestos por una sociedad desigual y con un alto grado de rezago social, y donde el envejecimiento de la población avanza en un contexto de alto índice de pobreza y una amplia desigualdad social y económica resultante de la regresiva redistribución del ingreso, y también, en el plano del mercado de trabajo, con un déficit notable en la creación de empleos de calidad y regulados.

Al venenoso no sorprende que el impacto de la pobreza en la población sea creciente a partir de los 65 años, momento del cese institucional de actividades laborales. El riesgo del empobrecimiento se asocia entonces con la reducción de oportunidades laborales para las edades avanzadas, además de la “pérdida paulatina de sus capacidades físicas y de salud, así como la insuficiente cobertura de los sistemas de seguridad social y la dependencia de los apoyos económicos familiares”.

La pobreza, la enfermedad, la falta de empleo, la pérdida de la pareja, la imposibilidad de recibir cuidados, el abandono y la soledad, conforman el contexto en el cual se desarrolla el envejecimiento de la población en México. En su investigación de 2016, Bruno y Acevedo urgían al desarrollo de políticas públicas de asistencia social para las mujeres y hombres mayores. En este camino, la universalización de la pensión del Bienestar para más de ocho millones de adultos (poco más de la mitad de las personas de 60 años o más en el país) representa un logro del Estado de bienestar, por más críticas economicistas, tecnocráticas o clasistas que se dirijan a esta política. No obstante, las personas mayores requieren también de políticas de apoyo en otros aspectos, como salud, vivienda, empleo y cuidados.

El alacrán deja para otra ocasión profundizar en otros aspectos vitales de las mujeres y los hombres mayores de 60 años, pues de acuerdo con la investigación “Epidemiología de las conductas suicidas en México”, de la Organización Panamericana de la Salud, la principal causa del intento suicida en los adultos mayores es la depresión, desencadenada por la pérdida de vitalidad, el cambio en el ritmo de vida, la disminución de las funciones y capacidades (sumada al desempleo o la jubilación), la pérdida de figuras significativas (amigos, pareja, independencia de los hijos, distanciamiento con la familia), la aparición de enfermedades crónico-degenerativas y, destacadamente, el empeoramiento de la situación económica, es decir, la pobreza.

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