El trampa: seres invisibles
Luis Ángel Rivera Ayala
Varias personas son invisibles para el resto de los seres humanos. Como los migrantes convertidos en indigentes tratando de sobrevivir en un universo adverso e indiferente. Son olvidados, fantasmas, personas llenas de dolor, heridas por la vida.
Así fue como conocí a Rubén Leonardo Peralta Preciado. Iba caminando por la avenida Federalismo, a la orilla del canal Rosales, cerca de las vías del tren.
En esos hangares buscan refugio mientras siguen su camino. Ahí donde no solo mexicanos, sino migrantes indocumentados de otros países, algunos de Centroamérica, burlan a la muerte al treparse al ferrocarril en su sueño de llegar a los Estados Unidos.
Por eso les dicen trampas, porque trampean el ferrocarril, trampean a la muerte.
Él, como todos estos viajeros sin permiso, se ha montado en La Bestia, la peligrosa máquina que devora, que mutila, que aniquila al que da un paso en falso o se duerme. Si no te despedaza la máquina llamada La Bestia lo hará otro ser humano convertido literalmente en bestia.
Rubén Leonardo luce un cuerpo cansado, consumido y desgastado. Su ropa está llena de mugre y hecha pedazos.
Huele mal. Tiene cicatrices, está sucio, harapiento y su calzado no tiene suelas. Prácticamente anda descalzo sobre el asfalto convertido en carbón ardiente con las altas temperaturas de Sinaloa en esta época del año.
Por eso le obsequiamos un par de tenis, para darle un poco de alivio a sus pies. También le dimos dinero y comida, para brindarle ayuda.
Tiene cuarenta años y narra que tiene 23 en esas condiciones. Confiesa que en ese tiempo ha perdido a su madre, se ha quedado sin familia y se han borrado de su memoria los rostros de sus seres queridos. Se le ha ido el tiempo y la vida. Con dolor admite que nadie se acuerda de él, probablemente porque su apariencia ya no es la del joven que se fue hace décadas.
Fue deportado de Los Ángeles, California donde trabajaba en una fábrica. Ha estado en la cárcel y reconoce con desaliento y tristeza que en esas desventuras muchos se mueren solos.
Ha sufrido vejaciones y agresiones que lo han dejado al borde de la muerte. Tiene múltiples cicatrices por arma blanca en el rostro.
Ríe sin motivo, una risa nerviosa, pide perdón una y otra vez, una lágrima asoma a sus ojos, nadie habla conmigo dice, luego da las gracias.
Reflexiona: No hay que olvidarnos de que somos personas, cuida a tu familia, me dice, porque a veces se pierde todo. Siento que lo dice desde el fondo de su corazón.
Al final me pregunta qué opino de los pájaros que se acercan a platicar, son acaso mensajeros de Dios, quizás, se responde a sí mismo, porque Dios siempre nos está viendo.
Comparto este video para crear conciencia y no perder el humanismo, ese que en su sentido más amplio significa valorar al ser humano y está relacionado con la generosidad, que tiene que ver con la condición humana y ser indulgentes con los errores de los demás, y dar la mano a quien se encuentra en desamparo sin juzgar, tan solo por ser persona.