Juegos de guerra: la tercera guerra mundial comenzó desde la segunda

 Carlos Ramírez

El discurso de temor sobre el riesgo de una tercera guerra mundial en Ucrania parece olvidar un hecho de la real politik: en 1980, el expresidente Richard Nixon escribió un libro para anunciar, con análisis estratégico de quien modificó el equilibrio de poder EU-URSS con las relaciones con China, que “la tercera guerra mundial ha comenzado”.

En su libro La verdadera guerra (Planeta, 1980) Nixon volcó su experiencia como gobernante estratégico al confrontar a la Unión Soviética y buscar un acercamiento a China. La llamada de atención insistió en el juego perverso de Moscú –equidistante con el juego perverso de Washington– de hablar de coexistencia pacífica, pero seguir avanzando en la conquista de territorios estratégico de influencia y dominación.

En efecto, el campo comunista se expandió con la conquista militar de países no determinantes por nivel militar o económico, pero sí influyentes en un mejor equilibro estratégico: el sudeste asiático, el medio oriente y Africa y mayor presencia en América Latina y el Caribe a través de Cuba. En 1978 Moscú invadió Afganistán, pero tuvo la astucia de salirse en 1989.

En cambio, Estados Unidos con Bush Jr. falsificó información de inteligencia para invadir Afganistán, no solo por haber patrocinado a los talibanes que estallaron el terrorismo criminal el 9/11 de 2001, sino porque la CIA estadunidense había “ayudado” a los talibanes antisoviéticos con dinero y armas y por tanto la Casa Blanca consideró que habría sido fácil conquistar el país e instalar, en una frontera con Rusia, un país capitalista.

Mientras el mundo asumía como cierto el modelo de coexistencia pacífica URSS-EU entre dos potencias nucleares y aceptaba como cierta la declaratoria de una detente, los dos imperios siguieron su lucha de conquista de territorios. A ese escenario le llama Nixon la fase caliente de la guerra fría. El modelo estadunidense, señala Nixon en su libro, buscaba crear una “estructura de paz” que pudiera evitar una guerra: la conquista de nuevos territorios ocurrió en guerras encapsuladas que no incendiaran regiones ni obligaron a las grandes potencias a involucrarse más allá de los apoyos estratégicos.

Entre las aportaciones de Nixon hubo una que pudiera aplicarse hoy a la crisis de Ucrania: el modelo de disuasión de Estados Unidos. Para Nixon, “si se desea disuadir a los dirigentes del Kremlin de que ejecuten la determinada provocación, es preciso que comprendan que semejante provocación comporta asimismo el definitivo riesgo”. Pero Rusia invadió Ucrania y la provocación no soltó a la fiera estadunidense, porque Putin dejó entrever la amenaza nuclear y Washington careció de una réplica en la misma intensidad y en sentido contrario.

El reacomodo estratégico, señalado por Nixon en su libro, ha sido prioridad de Biden: la construcción de un escenario de guerra en Europa, porque las fronteras estratégicas de Putin no están en los países latinoamericanos aliados porque carecen de decisión para militarizar sus posiciones, sino en la reconstrucción simbólica de la línea roja del Muro de Berlin. La amenaza de Putin de usar armamento nuclear no encontró respuesta activa en la Casa Blanca y ahí el dirigente ruso posicionó su poder: no el uso de armas nucleares, sino el mensaje de la construcción de un nuevo escenario estratégico.

Nixon recuerda que hacia finales de los años setenta el estado de ánimo social en Estados Unidos era de depresión después del fracaso y la derrota en Vietnam y de la huida de ese país; ese ambiente se reproduce hoy con el fracaso de EU en Afganistán después de una ocupación de veinte años. Cansancio y traumas han facilitado el retroceso estratégico de EU ante el avance de Moscú. Hoy se agrega la apatía del pueblo estadunidense ante una guerra ucraniana que no entienden y que consideran que no es suya. Por eso Biden reculó ante la amenaza nuclear de Putin y tomó el camino larguísimo de las sanciones que, de manera paradójica, se le revierten a EU.

Dos claves adicionales aporta Nixon en su libro que ayudan a entender el escenario ucraniano:

1.- “Los rusos juegan ajedrez. En el ajedrez un jugador adquiere ventaja por el medio de eliminar piezas del contrincante. Pero los maestros de ajedrez saben que la partida puede ganarse cuando aún quedan muchas piezas en el tablero. Para ello basta con inmovilizar al rey del contrincante, mediante amenazas para todos lados que les impidan el movimiento”.

2.- “Los rusos saben matemáticas. Fijándose en la ecuación de sir Robert Thompson, según la cual el poder nacional es igual a potencial humano más recursos aliados y voluntad en el tiempo; comprenden perfectamente que si la voluntad es cero, la ecuación entera es cero (cursivas de Nixon)”.

La gran aportación de Nixon al escenario estratégico de los setenta fue el acercamiento de Estados Unidos a China, con dos encuentros personales de Nixon con el líder Mao, y la ruptura de un poderoso bloque soviético-chino que sí hubiera puesto en aprietos EU. La operación estratégica de Henry Kissinger se basó en desencuentros de la URSS con China y la ventana de negociación de EU con Mao.

El escenario político después del libro de Nixon contribuyó a consolidar sus tesis. Brézhnev murió en 1982 y el liderazgo de la URSS entró en crisis hasta el arribo de Gorbachov en 1985, Reagan potenció el juego de poder de EU en su presidencia 1981-1989 y obligó a Moscú a entrar en la competencia armamentista sin tener fondos presupuestales y el mundo soviético desapareció en el periodo 1989-1991.

Para entender la lógica de Ucrania habrá que releer a Nixon y entender su contexto estratégico.

Con información de Indicador Político

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