La “resistencia” y el plan para desarticular el gabinete de Rocha
Álvaro Aragón Ayala
Anclados en las prácticas del pasado, grupúsculos adheridos al PRI o a otras fuerzas políticas, instalados como la “resistencia” al cambio, buscan generar un clima de desestabilización fabricando escenarios de enfrentamientos en el gobierno de Rubén Rocha Moya con el propósito de debilitarlo y buscar desarticular el gabinete estatal.
Opositora al proceso de transformación de Sinaloa, la “resistencia” emerge de las catacumbas de agrupaciones sindicales adheridas al PRI y de grupos de “activistas” tricolores o de figuras políticas que a falta de estructura territorial buscan crecer políticamente a través del ataque, la crítica o la agitación política.
El gobierno de Rubén Rocha Moya logró destruir los andamiajes podridos del modelo de administración pública-priista que privilegió los dispendios, las obras faraónicas y las frivolidades, golpeando los intereses de la vieja nomenclatura que cuajaba grandes negocios con dinero público.
El modelo administrativo-político y el plan de ir desmantelado estructuras corruptas que abrevaban de los recursos públicos sin rendir cuentas a nadie, desencadenó primero la inconformidad y una “reacción natural” de quienes creían que todo seguiría igual.
Los primeros brotes de rebeldía fueron gestados en la secretaría de Salud. El arribo ahí de Héctor Melesio Cuén Ojeda sacudió arcaicos intereses. El nuevo titular de la SSA operó a tiempo y con el apoyo del gobernador Rubén Rocha sofocó la inconformidad del personal que en el pasado fue relegado en la asignación de plazas violentando sus derechos laborales.
Cuén Ojeda hizo química con la planta de trabajadores con los que pactó rescatar el sector Salud y reactivar los programas que se mantenían olvidados. El ex gobernador Quirino Ordaz Coppel y el ex director de Salud Efrén Encinas Torres heredaron a la administración de Rubén Rocha hospitales y clínicas “muy jodidas”, sin medicamentos y sin equipos para la elaboración de estudios médico-científicos.
A falta de argumentos para descalificar el trabajo de Cuén Ojeda, la “resistencia” inventa un choque entre el gobernador y el secretario dada la dinámica y la pasión con que defiende su posición como responsable de la salud pública de Sinaloa. Les incomoda la franqueza del funcionario de salud y aprovechan para crear tempestades en un vaso de agua.
En la Secretaría de Educación Pública y Cultura la “resistencia” al cambio faena por destituir a la titular Graciela Domínguez Nava, enfrentada con la gerontocracia sindical, con los dueños de la Sección 27 y 53 del SNTE, quienes manejaban la SEPyC como si fuera de su propiedad.
En el pleito Graciela no está sola. El gobernador Rubén Rocha Moya sostiene el plan de rescate de la SEPyC y el proyecto de someterla a una profunda reingeniería. En la Sección 27, grupos de maestros de la Cuarta Transformación defienden a Domínguez Nava y exigen la salida de Genaro Tordecillas de la dirigencia del magisterio federal.
Los profesores federalizados demandan también sendas auditorías al Fideicomiso del Sistema de Ahorro y Préstamo, al FIGLOSNTE y al JUBICOM y que se aclare el destino de la venta del Centro de Convenciones de Mazatlán, propiedad de los maestros.
En la Sección 53 del SNTE, dos auditorías específicas, una al Fideicomiso del SIAP y otra al “contrato” de renta del edificio de la Unidad de Servicios Especiales -USE-, despertó la ira del cacique sindical Daniel Amador Gaxiola. El nuevo dirigente de la 53, Ricardo Madrid Uriarte, enfrenta el dilema de pasar a la historia por limpiar la casa sindical o por someterse a los intereses amadoristas.
En la secretaría general de Gobierno, Enrique Inzunza Cázarez riñe con los “fantasmas” de las “orejas” o espías del pasado. La “resistencia” ha puesto a prueba al ex titular del Supremo Tribunal de Justicia: que no es lo mismo manejar expedientes judiciales desde un escritorio a operar la política interna del Estado, dicen.
Las fallas inventadas o reales, las filtraciones, los escándalos y el supuesto choque “interno” entre secretarios y la aparente “frialdad en el trato” con algunos funcionarios del gabinete, se las atribuyen a la falta de operación política de Enrique Inzunza, a quien acusan de “apropiarse” del gobernador.
Rubén Rocha Moya entiende que la “resistencia” opera con el apoyo de una sofisticada estructura de comunicación y que el plan es dividir o desarticular su gabinete, y no da un paso atrás, mientras que algunos de los secretarios, acalambrados, prefieren “trabajar a obscuras”, sin muchos reflectores.
A Javier Gaxiola Coppel de Economía, Ruth Díaz Gurría de la Secretaría de Bienestar, María Guadalupe Ramírez de la Secretaría de Transparencia, José Luis Cabanillas de Obras Públicas, María Teresa Guerra Ochoa de la secretaría de la Mujer, Jaime Montes Salas de Agricultura y Flor Emilia Domínguez de Pesca, entre otros, no se les ve desplegando un “trabajo en tierra”.
En las “entrañas” de las secretarías del gobierno estatal viejos los líderes sindicales o de grupos, enquistados en las áreas claves de las dependencias, pretenden mantener sus “influencias” sobre los nuevos mandos o sus superiores inmediatos; hay casos en que intentan seguir operando áreas o departamentos enteros, como antes, como si fueran de su propiedad.
Rubén Rocha Moya no se arrenda. Sabe cómo funcionaba el “engranaje humano” y entiende también de la fabricación de escenarios falsos y de las jugadas mediáticas que se usan para “sembrar” ideas. El gobernador continúa con el proyecto de acabar con las dañinas prácticas del pasado y con su compromiso de emprender una reingeniería del ejercicio de gobierno para marcar la gran diferencia.