Corrupción e impunidad

Lourdes Mendoza
Para las víctimas del delito y del poder, México es un país de pesadilla cuando se trata de la administración de justicia, pero, tal cual me enseñó el Lic. Javier Coello Trejo, la justicia puede tardar, pero siempre llega. Alzar la voz como víctima, mujer y periodista aumentó el riesgo y los obstáculos para llegar a la verdad, y espero que ya sólo sean días para la reparación, para tener mi sentencia firme.
Media década en un laberinto doble
El próximo 19 de agosto se cumplirá media década de haber sido violentada en todas las facetas de mi vida con una denuncia falsa, artera y venenosa. Mentiras que me persiguen diariamente a pesar de haber sido la única mujer a la que atacó Lozoya, la única periodista y la única persona de las 17 nombradas que jamás he sido funcionaria pública. También fui la única en denunciarlo de inmediato por difamarme y le he ganado las tres instancias previstas en la ley. También son cinco años de vivir injustamente con el estigma que el criminal confeso de Lozoya me produjo por hacer mi trabajo y documentar su desastrosa y corrupta gestión en Pemex. Cinco años en los que lo han dejado vivir en total impunidad, a pesar de haberse burlado de la ‘4T’. Cinco años en que “anónimos” y no tan anónimos, que siempre defienden las políticas gubernamentales, me atacan con las mentiras y falsedades de Lozoya. Ver para creer: ahora le creen al ícono de la corrupción con EPN. Diario.
En estos cinco años pienso que logré, en gran medida, deshebrar el caso de Odebrecht en México, y espero que el próximo 6 de agosto se enfile la conclusión de esta injusticia de una vez por todas.
Lo que hoy sabemos de Lozoya
A Emilio Lozoya y a su mamá, Gilda Austin, la FGR los acusó formalmente en el Reclusorio Norte de ser los únicos beneficiarios del dinero de Odebrecht. Por los delitos de lavado de dinero y delincuencia organizada pidió más de 20 años de cárcel para cada uno y la reparación del daño. Además, a él también lo acusó por peculado. No les pasa nada. Sólo llevan brazalete. Lo llaman mentiroso y han reconocido que no probó ninguno de sus dichos, pero no proceden contra él. A pesar de que vino quesque a cooperar, no fue extraditado.
Lozoya le mintió al mismísimo AMLO, quien recomendó su denuncia como lectura obligada.

Sabemos que fue falso que Fabiola Tapia, q. e. p. d. hubiera recibido dinero para luego dispersarlos en efectivo. Sabemos que los achichincles de Lozoya, Francisco Olascoaga y Rafael Arteaga, negaron haber recibido y entregado efectivo a persona alguna. Sabemos que Ricardo Anaya probó con documentos oficiales y videos que lo dicho sobre él no pudo haber sucedido. También sabemos que trató de incriminar con patrañas al presidente Felipe Calderón, Carlos Treviño, Pepe Meade y Pepe Toño González –inhale y exhale–, al grado que presentaron testigos falsos como Rogelio Gasca Neri y Héctor Moreira Rodríguez, afirmando hechos notoriamente falsos. Y tengo los documentos. ¡Así como lo están leyendo!

También sabemos, porque lo probé, que jamás recibí una bolsa o una colegiatura para no escribir mal de EPN y su gobierno. Además, con la foto en el Hunan, evidencié el pacto de impunidad entre este criminal confeso, la ‘4T’ y la FGR; vaya vida de mirey le dieron cuando aceptó ser, literalmente, the government’s bitch.
Fuerte doble
A pesar de estar probado todo esto, seguimos sin saber quién o quiénes pactaron con Lozoya. A cambio de qué, de cuánto y de a cómo. Porque todo indica que no sólo fueron beneficios procesales. Si fuera así, Lozoya ya estaría condenado y en la cárcel.
¿Será qué, como diría Octavio Paz, se los chingó dando algo ilegal? ¿Metálico?
Ese es el único equilibrio lógico: mentí, pero déjame en paz, porque si me voy, te vas conmigo. Lozoya hizo de sus acusadores cómplices. Alonso Ancira no se queda atrás. No hay mejor prueba de ello que la falta de consecuencias.
Por ello, mi asunto vale, por eso es importante. Por eso he rechazado llegar a acuerdos, pactar. Porque mi nombre y mi dignidad no tienen precio; porque soy distinta y porque no voy a traicionar a todas aquellas personas que me han apoyado, ayudado y asesorado para ganar.
¿Por qué le debe interesar que mi asunto se sesione y mi sentencia quede firme?
Porque, si queremos que las cosas cambien, nosotros debemos comenzar a cambiar y nunca quedarnos callados. Lozoya, quien cometió un sinfín de delitos y arruinó vidas y prestigios, está confeso. De todos los países en donde Odebrecht operó, sólo en el México de la ‘4T’ no ha habido consecuencias.
Su denuncia para salvar la cárcel lo vistió de cuerpo completo, mostrándonos lo peor de él. Su más profunda esencia: un hijo narcisista, manipulador y egoísta. Un hermano que juega en las ligas de Caín. Un traidor como esposo. El peor de los ejemplos como padre. No lo estoy difamando: lo describo y a las pruebas me remito.
En cambio, él sacó lo mejor de mí: me reinventé, me reconstruí, me hice otra. Más empática, más fuerte y siempre dispuesta a defender a quienes no tienen voz. Me comprometí conmigo para llevar las cosas al final, a forzar que el sistema de justicia funcione a pesar de las influencias, chicanas, pactos y tranzas.
Agradezco que esta SCJN quiera ponerle punto final y vuelva firme la única sentencia en México que existe y es lo más cercano respecto del asunto de Odebrecht.
Café bien cargado
Pido a la Segunda Sala de la SCJN que este miércoles haga el desechamiento de los impedimentos frívolos y sin sustento que, de manera chicanera, presentó Lozoya y su abogado, Alejandro Rojas Pruneda, a quien ya denuncié ante la FGR, para evitar ser sentenciado culpable por cuarta ocasión. Y así, la Primera Sala pueda concluir la historia poniéndole punto, no punto y coma.
No podemos –no se debe– olvidar que Lozoya, al mentir y causarme daño moral, inventó también una red de corrupción contraria a lo sostenido en las diversas declaraciones de Luis Weyl ante el departamento de Justicia de Estados Unidos: Odebrecht tuvo un solo agente en México, y ese agente fue Emilio Lozoya Austin.
A todos nos conviene que la justicia prevalezca, que los capítulos se cierren, que las chicanas fracasen, que las sentencias se dicten, que los juicios terminen, que la verdad se sepa y que ganen los que tienen razón. Por eso, si gano yo, ganamos todos.