Crisis de desaparecidos en México: Prueban con cerdos y drones para localizar fosas

AP

No solo los testimonios ofrecen pistas sobre dónde están los desaparecidos. También la naturaleza.

Mientras la cifra de personas desaparecidas en México sigue en aumento, un grupo de investigadores mexicanos coloca a los cerdos en el centro de sus experimentos para buscarlas de otra manera.

Asumen la lógica de los criminales: visten a los animales y reproducen las técnicas con las que los cárteles eliminan cuerpos. A algunos los encintan; otros son trozados. Los colocan en bolsas o los envuelven en cobijas. Los cubren con cal o los queman. Hay fosas individuales y colectivas.

Una vez enterrados los cerdos, analizan los cambios en cada fosa. Utilizan técnicas avanzadas de mapeo satelital, geofísico y biológico —con drones y a nivel de suelo— para que esos datos, junto con información sobre cómo actúa el crimen en la zona, ayuden a delimitar futuras búsquedas y a decidir dónde excavar.

La idea es poner la ciencia y la tecnología al servicio de la sociedad en el país con más desaparecidos de América Latina, sin haber atravesado guerras ni dictaduras militares.

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Autoridades acordonan el rancho Nextipac donde se encontraron restos óseos en el municipio de Zapopan. (AP) (Alejandra Leyva/AP)

Miles de madres, padres y hermanos caminaron durante años por territorios controlados por el narco para buscar a los suyos, sin más herramienta que una vara que clavan en el suelo para comprobar si está suelto y, luego, oler si emite algún tufo orgánico.

Así localizaron gran parte de los enterramientos clandestinos encontrados a lo largo del país y revelaron una realidad imposible de ocultar.

Ahora, los científicos buscan facilitar esas búsquedas al observar la naturaleza con la lógica del pescador que sigue a las aves para encontrar peces. Aseguran que la tecnología puede ser útil, aunque los resultados de los experimentos aún no ofrecen certezas.

¿Cuál es la cifra de personas desaparecidas en México?

Los desaparecidos en México ya equivalen a la población de una ciudad pequeña. Los primeros datos oficiales, en 2013, registraban 26 mil personas. Seis años después ya eran 40 mil. Hoy, la cifra oficial supera los 130 mil, más que Colombia, que vivió décadas de conflicto armado.

Desde 2007, poco después del inicio de la guerra contra los cárteles, se localizaron cerca de 6 mil fosas —aunque ese registro sigue incompleto, según los investigadores— y continúan apareciendo más, mientras decenas de miles de restos permanecen sin identificar. La ONU detectó “indicios” de que la desaparición forzada en México es “generalizada o sistemática”, debido a la complicidad o inacción de las autoridades.

¿Cuál es el estado de México con más personas desaparecidas?

Jalisco encabeza la lista con casi 15 mil 500 casos y es bastión del Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG). En marzo, el hallazgo de numerosos restos óseos y cientos de objetos personales en un rancho de reclutamiento del grupo, en Teuchitlán, colocó el tema en la agenda de la presidenta Claudia Sheinbaum y demostró que el horror continúa.

“Por eso estamos acá”, dice José Luis Silván, científico del CentroGeo, un instituto público de investigación en información geoespacial, y uno de los coordinadores del proyecto, iniciado en 2023 y financiado en parte por el gobierno británico.

Esto “no es ciencia pura”, reconoce. “Es ciencia con acción. Hay que aplicar todo lo aprendido de forma inmediata, porque la urgencia no permite esperar”.

La Universidad de Guadalajara, la Universidad Nacional Autónoma de México y la Universidad de Oxford se unieron en la parte científica del proyecto.

La Comisión de Búsqueda de Jalisco, encargada de alimentar el experimento con casos reales, representa la contraparte institucional. Se trata de funcionarios estatales que colaboran con las familias desde 2018, cuando se creó una red de oficinas estatales de búsqueda. Aunque la estructura sigue arrastrando problemas de impunidad, representó un cambio en la estrategia oficial.

También participa el empresario que dona los cerdos.

“Ningún otro país está empujando con tanta fuerza y creatividad nuevas técnicas”, afirma el canadiense Derek Congram, antropólogo forense experto en información geográfica, cuyos trabajos en América, África y Europa inspiraron este proyecto.

Pero Congram se muestra cauto. Advierte que no debe generarse una falsa expectativa. Aunque la tecnología puede resultar muy útil en ciertos contextos, “no es una solución mágica”. “El 90 por ciento de las búsquedas se resuelven con un buen testimonio y con excavación directa”.

¿Qué indicio ofrecen las plantas, insectos y mapas?

Silván, ingeniero informático de 52 años especializado en información geoespacial, recorre un sitio experimental con 16 fosas donde se enterraron cerdos hace dos años.

Los cerdos comparten alrededor del 98 por ciento del ADN humano y se parecen a las personas en tamaño, distribución de grasa y grosor de la piel.

Crecieron flores por fósforo acumulado en la superficie; eso no se había visto el año pasado”, comenta Silván mientras toma medidas. “Las madres buscadoras dicen que esa flor amarilla siempre aparece en las tumbas y se guían por ella”.

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Colectivos aseguran que este tipo de flor amarilla suele aparecer donde hay fosas clandestinas, aunque no es una regla. (AP) (Alejandra Leyva/AP)

Un dron, llegado desde Colombia, sobrevuela el terreno con una cámara hiperespectral, utilizada por primera vez en búsquedas de desaparecidos. Esta tecnología, común en minería, mide la luz reflejada por sustancias en el suelo —nitrógeno, potasio, fósforo— y detecta variaciones a medida que el cuerpo se descompone. Esa “huella” de colores puede indicar cuándo y dónde excavar en una fosa real. Por ejemplo: un aumento de clorofila hace que las plantas luzcan más verdes.

Los terrenos experimentales, resguardados por universidades, también son analizados con drones térmicos, escáneres láser y pruebas que identifican anomalías en movimientos sísmicos o en la conducción eléctrica del subsuelo. Una fosa es, en sí misma, una anomalía.

También es un “microsistema” vivo, explica Tunuari Chávez, director de análisis de contexto de la Comisión de Búsqueda de Jalisco.

En un pequeño laboratorio subterráneo, se analizan los insectos y plantas hallados en los entierros, junto con muestras de suelo. Las paredes están cubiertas de mapas, gráficos e imágenes generados por las tecnologías utilizadas.

Un enterramiento reciente, con una ventana de acrílico, permite observar en tiempo real la descomposición de un cerdo.

En Zapopan, municipio de la zona metropolitana de Guadalajara, el suelo también ocultaba restos. Colectivos de familiares presenciaron cómo peritos localizaban bolsas en una zanja con ayuda de una excavadora, en un fraccionamiento donde las obras se suspendieron en febrero. Guerreros Buscadores reporta más de 240 bolsas. Hasta mediados de julio, la fiscalía hablaba de 38 personas.

Investigación nace tras la desaparición de los 43 de Ayotzinapa

El proyecto comenzó en 2014, cuando la esposa de Silván, impactada por la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, le preguntó si el CentroGeo podía hacer algo.

“¿Para qué sirve la ciencia o la tecnología si no es para resolver problemas?”, se preguntó entonces.

Desde los años 80 se emplea el georradar en búsquedas. En los 90 se incorporaron las mediciones de resistividad eléctrica. Más adelante se sumaron imágenes satelitales, cada vez más precisas y accesibles. En paralelo, universidades estadounidenses como la de Tennessee crearon “body farms”, donde agentes del FBI estudian la descomposición humana.

Después, sistemas de información geográfica se aplicaron para localizar fosas en España, los Balcanes, Colombia o Ucrania. Estos métodos permiten identificar patrones criminales y cambios en el territorio.

Los mejores resultados se obtuvieron cuando antropólogos, informáticos, botánicos, sociólogos, etnólogos, geólogos y criminólogos trabajaron de forma conjunta.

Silván y su equipo comenzaron a recopilar esas experiencias para aplicarlas en México.

Tras algunos análisis satelitales para el caso Ayotzinapa, enterraron cerdos al sur de la capital y realizaron otro experimento para estudiar rastros químicos de los materiales usados por criminales. Comprobaron que la cal se detecta fácilmentelos hidrocarburos, el ácido muriático y la carne quemada, no.

En Jalisco, el equipo de Chávez confirmó que las desapariciones coinciden con la ruta del cártel desde los puertos del Pacífico —por donde entran químicos para fabricar fentanilo— hacia Estados Unidos. La mayoría de las víctimas aparece en el mismo municipio donde desaparece.

Chávez y su equipo analizaron suelos, caminos y tiempos de traslado entre puntos, para identificar los sitios más adecuados para replicar fosas reales.

En 2023, lograron identificar a una adolescente de 17 años que la fiscalía había clasificado como hombre de 34. Para ellos, fue la prueba de que el enfoque multidisciplinario funcionaba. Ahora buscan perfeccionarlo.

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