Los aranceles y las falacias

 Rubén Moreira

Maromas y brincos son la estrategia para posicionar el supuesto éxito de nuestra diplomacia en el complicado tema de los aranceles que impone al mundo el señor Trump.

El gobierno nos recetó en días pasados un mensaje en su cuenta de X: 
“No hay aranceles adicionales para México en la nueva política comercial de Estados Unidos. Los productos del T-MEC están exentos de tarifas: continúa la buena relación, cooperación y diálogo permanente entre ambos países, con respeto a las soberanías”.

La realidad es muy distinta a lo que se presume. A productos mexicanos se les impusieron aranceles, incluso a componentes de aquellos que están amparados  en el casi extinto tratado de comercio.

Abundemos en los antecedentes y condicionantes.  

1.- Los ahora entusiastas defensores del tratado, en su momento, eran unos rabiosos opositores al mismo, 2.- el señor Trump, no obstante haber signado el acuerdo comercial en su primer mandato, hoy está decidido a demostrar quién es el dueño del balón y la cancha, 3.- nos encontramos en un mal momento para México: en los últimos seis años, la errática política económica de Morena nos hizo perder competitividad y oportunidades para el desarrollo.

En materia de energía y en relación con los días de Peña Nieto, hoy dependemos más de los vecinos del norte. Sin las importaciones, el país entraría en un colapso casi inmediato.

El gobierno anterior, entre otras cosas, dejó de invertir en exploración petrolera, paró la extracción del gas shale, construyó una inservible refinería y espantó a los inversionistas con interés en las energías limpias.

En el caso de la famosa y cada vez más distante “soberanía alimentaria”, la producción de maíz va en picada. 

Para el 2025 vamos a importar 25 millones de toneladas, cuando en 2018 eran 18 millones. De no hacerlo, faltaría producto para satisfacer el 50 por ciento de la demanda. En el caso del frijol, se requieren 375 mil toneladas del extranjero, algo así como el 30 por ciento de lo que el país ocupa para completar su consumo anual.

La realidad es que el régimen no tiene margen para levantar la voz ante las andanadas de los vecinos: el crecimiento económico que se pronostica es nulo, la inmensa deuda heredada del pasado gobierno es un lastre y los requerimientos presupuestales para cubrir los compromisos contraídos en elefantes blancos auguran que la borrachera de la deuda seguirá.

Al gobierno y a Morena solo le queda seguir en su realidad alterna y “planchando” la tarjeta de crédito.  Lo que sea necesario para cubrir las apariencias, taparle el ojo al macho y mantener la ilusión de bienestar.  

Y que quede claro: a los vecinos del norte no se les va a molestar ni con el pétalo de una declaración.

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