2022: la desaparición de los partidos políticos
Carlos Ramírez
México ha carecido, en su construcción histórica, de partidos políticos como estructuras de participación de la sociedad en el ejercicio de áreas de poder. Los partidos han derivado –siguiendo la maldición de la ley de hierro de la oligarquía de Robert Michels de 1919– en meras estructuras administrativas al servicio de grupos dominantes y nunca fueron canales definición ideológica o de propuestas de gobierno.
El año de 2022 va a ser clave para percibir el fracaso de los partidos: Morena seguirá como un movimiento de movimientos al servicio del presidente de la República y su proyecto personal de gobierno. El PAN podría ser el único que sobreviva como organización alrededor de una idea conservadora, pero sin funcionamiento estrictamente partidista, sino al servicio de la oligarquía que hoy lo domina y que mañana puede ser otra.
El PRI perdió la función para la que fue construido en 1929 en la coyuntura del agotamiento del modelo caudillista de liderazgo y la necesidad de instituciones para la distribución pacífica del poder. Las motivaciones del PRI ya no existen: la Revolución Mexicana no es siquiera un hecho histórico y ha sido borrada del discurso ideológico, el eje presidencialista es una de las causas del deterioro político de las instituciones y las bases corporativas que definían las propuestas de gobierno han derivado en negocios privados de líderes marcados por la corrupción.
El PRD ha sido la gran frustración del socialismo y del populismo y hoy quedó en manos de un grupo que lo administra en función de sus intereses. Nacido del ADN de la Revolución Mexicana cardenista –un socialismo utópico en modo de capitalismo monopolista de Estado–, liquidó los resabios del viejo Partido Comunista Mexicano, fue incapaz de reconstruir los sectores corporativos cardenistas y perdió sus expectativas al ser utilizado como instrumento caudillista de Cuauhtémoc Cárdenas y de López Obrador. Hoy el PRD aparece como un partido al servicio de la clase empresarial más conservadora: la Coparmex, y la representa sin rubor ni conflicto ideológicos.
Los pequeños partidos carecen de ideología y se han convertido solo en espacios de negociación de apoyos políticos con los grandes: Movimiento Ciudadano está controlado por Dante Delgado, un viejo político priísta; el PT fundado por Raúl Salinas de Gortari hoy suma sus votos a morena de López Obrador; y el Partido Verde vende sus votos al mejor postor.
Aunque existen experiencias históricas recuperables de alianzas ideológicas oximorónicas, la coalición PAN-PRI-PRD está articulada al proyecto de nación conservadora de la Coparmex y carece de una propuesta propia surgida de algunos puntos de coincidencia en esas tres organizaciones partidistas. La alianza opositora nació para confrontar la mayoría absoluta de Morena-PT-PV y para tratar de reventar en el legislativo las iniciativas del presidente López Obrador.
Pero lo malo de esta coalición opositora radica en el hecho de que su propuesta no es de funcionalidad de instituciones republicanas, sino de defensa de los intereses de la democracia liberal empresarial capitaneadas por la Coparmex y el caudillo populista de ultraderecha Claudio X. González. El contrasentido se localiza en que la propuesta de reconstrucción del Estado de López Obrador podría encontrar coincidencias en las corrientes históricas nacionalistas del PRI y del PRD e inclusive del PAN republicano.
Sin embargo, la coalición no representa la amalgama histórica de esos partidos, sino que se construyó para conseguir fondos empresariales para el acaparamiento de cargos públicos a favor de las oligarquías que controlan esos tres partidos. La crisis alrededor de la nominación del candidato coalicionista a gobernador de Hidalgo ha mostrado la ausencia de ideas y proyectos y ha refrendado que se trata del tráfico de intereses para los grupos que detentan el control partidista.
El peor mensaje que queda se puede encontrar en el hecho de que la actual configuración de partidos y alianzas nada podrá hacer contra el liderazgo personal del presidente López Obrador y la posibilidad hasta hoy de mantener la presidencia de la república para Morena cuando menos otro sexenio más. Hasta ahora los mensajes de los partidos se centra en el reparto de curules plurinominales, porque Morena tiene garantizadas las gubernaturas y la presidencia.
Por ello, el gran debate político de este año debería centrarse en la desaparición funcional de los partidos y en la necesidad de nuevas organizaciones de participación de la sociedad.
Con información de Indicador Político