El dolor social y el familiar no se politizan
José Carlos Ontiveros Salas
Dos manifestaciones sociales que cimbraron las estructuras políticas del estado, sin un destello del hartazgo ocasionado por una inseguridad intolerable.
La inconformidad social representada en los contingentes que llenaron calles y banquetas no constituyen un desafío a la autoridad sino un obligado recuento de las fallas ante una inseguridad que no han sabido controlar.
La evidencia quedó a la vista. Las dos manifestaciones fueron un detonante de lo que la sociedad molesta puede llevar a cabo. Responder como se anuncia con otra manifestación pagada por Morena no es lo que más le pude favorecer al mandatario estatal. Es jugar con fuego ¡uidado!
Las concentraciones fueron numerosas, mucho más la del día de ayer. Es un síntoma de que la armonización política y social no ha funcionado y eso expone de manera la gobernabilidad estatal. No se trató de enfrentar a las autoridades en una especie de reto. Se demostró coraje social fuera de toda intervención político-partidista.
Los grupos que rodean al gobernador se han manifestado en su defensa, como se advierte en diversas notas que circulan en redes sociales, nadie los cuestiona de que lo hagan o no, lo que se debe poner en claro no es la confrontación sino buscar métodos efectivos que armonicen la inconformidad con el compromiso gubernamental en esta situación de crisis.
Se requieren equilibrios y no confrontaciones que nada le abonan a resolver la crisis de violencia e impunidad. Ojalá que la estrategia empleada de apoyo al gobernador no provoque enconos mayores entre quienes han sufrido en carne propia los embates de una criminalidad que parece no tener puntos de inflexión.
Un entendimiento que reconozca que hay razón en los manifestantes para exigir paz y tranquilidad en una sociedad desamparada y a merced de los grupos criminales. No se está exigiendo un esfuerzo que rebase las capacidades y posibilidades del gobierno en enfrentar con la mayor eficacia en la detención de esos caballeros de la maldad.
La renuncia del gobernador como demanda ciudadana, es parte del coraje de las familias afectadas que no debe provocar reacciones que vuelvan más difíciles los entendimientos entre el agravio social y el entendimiento gubernamental. Lo que más debe preocupar es arribar a una alianza efectiva para enfrentar con firmeza el embate criminal que mucho daño ha provocado a familias y empresarios.
No se trata de fijar tiempos probables para que este flagelo delincuencial disminuya o se acabe. Hay que demandar que los titulares de las áreas de seguridad pública y procuración de justicia realicen su trabajo con esmero, coraje y pertenencia a sus deberes y obligaciones.
Tampoco es momento para desconfiar de las evaluaciones del centro estatal o nacional de control y confianza, ya que eso debe ser parte de otro momento para no distraer las estrategias que deban implementarse y aplicarse para parar esa horda de criminales
En este asunto se mezclan bastantes cosas que desnaturalizan los resultados que deben establecerse como metas en un proyecto de acabar con este fenómeno delincuencial. Las manifestaciones deben verse como una reacción social natural ante la ola criminal que ha impactado funestamente en muchos hogares y empresas. Luto en numerosas familias y cierres de establecimientos comerciales ante la evidente incosteabilidad para mantenerlas en operación.
Los homicidios, la desaparición de personas o levantones, destrucción por incendios de algunos negocios y robos de vehículos que se multiplican escalofriantemente todos los días. La estadística es impactante y desafiante cuando registra cifras que son de temor y preocupantes y mucho más cuando los autores de dichos hechos no son detenidos por ninguna autoridad.
No den pinceladas alocadas, aquí no se trata de confrontaciones porque este asunto no es del prian u otros partidos políticos contra morena. Es una reacción social que no debe minimizarse o que se le tilde a los manifestantes como grupos sociales manipulados por intereses políticos contrarios al gobierno.
La inseguridad en Sinaloa es un problema real y siniestro, ya son más de cuatro meses. Ayuden al gobernador a sacudirse ese estigma que le han adjudicado. La estabilidad política gubernamental pende de las mejores orientaciones que deba recibir de su círculo de operadores políticos, que al parecer no los tiene ¿Lo llevan o no a despeñarlo políticamente? las orientaciones armonizantes con la sociedad no han sido por lo que se ve, las más afortunadas.
¿Usted qué opina?