Un poder oculto tras el apellido Coppel

Benjamín Bojórquez Olea

En México, donde la línea entre los intereses económicos y políticos es difusa, el apellido Coppel simboliza la convergencia perfecta entre ambas esferas. Más que una empresa, el Grupo Coppel es un emblema de poder que va más allá de su vasto imperio comercial. Su influencia no solo se refleja en la expansión de sus tiendas o la creación de servicios financieros como BanCoppel y Afore Coppel, sino también en la capacidad de moldear políticas públicas y tejer redes estratégicas con actores políticos clave.

La relación entre los Coppel y el poder político no es circunstancial; es una estrategia que se ha perfeccionado con el tiempo. Desde Sinaloa, este apellido ha construido una red de alianzas que ha permitido al grupo empresarial consolidarse no solo como un gigante del comercio, sino también como un actor que influye de manera determinante en decisiones gubernamentales. Una de las figuras clave en esta dinámica es Javier Gaxiola Coppel, quien fungió como el secretario de Economía anterior. Su cargo no solo fortaleció la conexión entre el sector público y los intereses de su apellido, sino que también reflejó cómo los Coppel han sabido insertar a sus representantes en posiciones estratégicas que aseguran un entorno favorable para sus negocios.

Otro actor esencial en esta narrativa es Quirino Ordaz Coppel, exgobernador de Sinaloa y actual embajador de México en España. Su designación no solo representó un movimiento estratégico del gobierno federal, sino también una puerta abierta para que los intereses empresariales del apellido Coppel encontraran un nuevo escenario internacional. Como embajador, Ordaz Coppel desempeña un papel que trasciende la diplomacia: su presencia en España refuerza los lazos económicos y comerciales que benefician indirectamente al grupo empresarial. Su papel estratégico asegura que los tentáculos de influencia de los Coppel no solo operen a nivel local, sino que también se expandan a escenarios globales donde las negociaciones políticas y económicas pueden tener un impacto significativo.

El caso de Gaxiola Coppel y Ordaz Coppel evidencia cómo el poder económico puede traducirse en influencia política y viceversa. Durante la gestión de estos actores, el discurso oficial ha sido el desarrollo y la inversión, pero detrás de este lenguaje optimista subyace una realidad inquietante: las decisiones tienden a beneficiar a conglomerados empresariales como el Grupo Coppel, dejando al margen a los pequeños y medianos empresarios. Esto genera una pregunta inevitable: ¿a quién realmente sirven estas políticas?
Además de ellos, otros actores clave como Ernesto Coppel Kelly y Agustín Coppel Luken han desempeñado roles visibles en la representación pública del grupo. Mientras uno se ha enfocado en el ámbito financiero y la expansión comercial, el otro ha consolidado su influencia en redes empresariales y fundaciones que posicionan al grupo como un referente social, pero también como un actor con intereses claros en la agenda política. Estas figuras no solo representan los intereses de la empresa, sino que también son piezas fundamentales en la construcción de una narrativa que legitima su poder e influencia.

Sin embargo, el verdadero impacto de los Coppel va más allá de los cargos visibles o de los nombres que encabezan las instituciones. Los tentáculos políticos de este grupo se extienden hacia actores sociales y políticos destacados en Sinaloa, operando con una sutileza que escapa al ojo común. Estos tentáculos funcionan como herramientas para influir indirectamente en decisiones clave, ya sea a través de respaldos económicos, el financiamiento de campañas o la creación de condiciones que convierten a estos actores en piezas útiles dentro de su estrategia de poder.

La metáfora de los tentáculos no es gratuita. Como un pulpo que extiende sus extremidades para cubrir múltiples frentes, los Coppel han logrado influir tanto en decisiones del gobierno estatal como en la percepción pública de su empresa. Apoyos a organizaciones civiles, patrocinios a eventos sociales y vínculos estratégicos con líderes comunitarios se traducen en un blindaje que les permite operar con ventaja. Cada actor influenciado se convierte en un engranaje más de su maquinaria de poder, asegurando que las políticas públicas mantengan su mirada hacia intereses que les beneficien.

El verdadero poder de los Coppel radica en su capacidad para estar en todos los frentes: comercio, finanzas, filantropía y política. Su permanencia en estas esferas no solo responde a su habilidad empresarial, sino a su destreza para negociar y establecer alianzas con quienes toman decisiones cruciales para el país. Las exenciones fiscales, los permisos y las políticas favorables no son concesiones al azar; son el resultado de una relación simbiótica entre el poder económico y político que, en última instancia, desplaza los intereses de la mayoría en beneficio de una élite privilegiada.

GOTITAS DE AGUA:

El apellido Coppel no es solo un referente empresarial; es un símbolo de cómo el poder económico puede infiltrarse en la política y moldear el futuro de una región. ¿Hasta qué punto estamos permitiendo que los intereses privados dominen las prioridades públicas? Mientras los Coppel continúan consolidando su influencia, México enfrenta una realidad donde los despachos empresariales parecen tener más peso que las urnas. En un país donde la democracia debería regir, los apellidos poderosos siguen demostrando que, más que el voto, lo que decide el rumbo son las negociaciones detrás de puertas cerradas.

Y aquí yace la verdadera crítica: mientras los mexicanos luchan por oportunidades en un sistema desigual, los grandes nombres como Coppel siguen marcando el ritmo del poder. ¿Es este el país que queremos construir, donde las decisiones importantes se toman en función de los intereses de unos pocos? Tal vez sea hora de cuestionar no solo a los políticos, sino a quienes realmente mueven los hilos desde las sombras, tentáculo a tentáculo.

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