Culiacán: el desabasto alimenticio

Felipe Guerrero Bojórquez

Culiacán no sólo está sitiado y la mayoría de las familias en calidad de rehenes en sus hogares, sino que ahora se está presentando otro grave problema: El desabasto alimenticio. Ya se siente la escasez de los productos básicos y en muchos anaqueles no hay huevos ni leche. Es la consecuencia inmediata de la guerra.

Y que no salgan con que esto es alarmismo, sino que las compras de pánico empiezan a dejar vacíos los anaqueles de los supermercados, los estantes de los abarrotes y los Oxxos en la mayoría de las colonias.
Los grandes proveedores suspendieron sus operaciones, es decir han pararon la movilidad de sus camiones distribuidores por la inseguridad y el miedo que se siente hasta en el viento.

“Hasta el silencio me da miedo porque detrás de él se esconden el estruendo de las balas”, me dice una amiga universitaria. Y es cierto porque Culiacán se convirtió en una zona de batalla permanente, las 24 horas del día.

En las colonias populares los abarrotes, que se surten mayormente de los centros de abasto, se están quedando sin mercancía porque los vehículos de distribución de productos internos igualmente se han paralizado.

Los productos de Coca-Cola, Bimbo, SuKarne y Lala, han cancelado sus actividades en la ciudad y a ello se han sumado medianas cadenas de productos locales que, debido a la guerra entre la mayiza y la chapiza, están paralizadas.

El gobierno le pide a los comerciantes que levanten sus cortinas, pero nadie confía porque las fuerzas de seguridad solo actúan como observadoras.

La gente ve como hasta la policía de tránsito les abre el paso a las largas filas de camionetas con hombres armados. Y en el fondo quizá tengan razón porque al final de cuentas son el eslabón más débil en las cadenas de mando. Si los cientos de soldados y policía de todos los niveles solo la hacen un papel presencial y los helicópteros artillados del Ejército sólo gastan combustible dando vueltas ¿porqué ellos, con unas pistolitas y reducido personal, tendrían que enfrentarse a los poderosos civiles armados hasta los dientes? En fin.

Si la guerra se prolonga en la ciudad y sus alrededores y, por lo mismo, todo sigue paralizado ¿los gobiernos estatal y federal han tomado previsiones?

El desabasto es real, se empieza a sentir y dentro de no mucho tiempo el desespero, aparte del miedo, puede instalarse en la población, mucha de la cual, los que pueden, empiezan a abandonar Culiacán.

Así son las guerras y, si el gobierno no la conflagración, el cerco cada día se volverá más estrecho. Que le pregunten a los vecinos de las diversas sindicaturas, cuyos brazos carreteros están tomados y, en el caso de Costarica, incomunicada porque su entrada principal fue zanjada para que no entrara y saliera vehículo alguno.

La guerra entre los diversos y poderosos grupos del crimen organizado no parece tener fin, porque por encima del gobierno ellos son los dueños del territorio. En tanto la escasez crece porque los grandes y medianos proveedores no quieren arriesgar más. Ya han perdido muchos vehículos y mercancía y, en tanto, la población empieza a sentir las consecuencias. Sí, son los saldos de la guerra provocada por la incapacidad y complacencia histórica del Estado mexicano. ¿Hasta cuándo?

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