Narcoperiodismo

Álvaro Aragón Ayala

¿A quién le sirve la narco-información que los periodistas proveen a sus lectores, radioescuchas o televidentes? ¿Cuál es la importancia del periodismo en la construcción de la realidad y el ocultamiento de la verdad? ¿Los periodistas están obligados a opinar de todo? ¿Qué impacto tiene en los hogares las narraciones periodísticas sobre la violencia?

Las preguntas flotan en los espacios periodísticos de Sinaloa. Los enfrentamientos de grupos de civiles armados en Culiacán y otros municipios de Sinaloa con saldos fúnebres, trágicos, obligan a reflexionar sobre la “gestión” de la información, su enfoque y el interés del gremio por difundir o callar los sucesos bajo la mirada crítica y autocrítica de la corrupción periodística.

Javier Arturo Valdez Cárdenas (Javier Valdez), periodista que fue asesinado el 15 de mayo de 2017, reveló, durante una entrevista que ofreció a Deyanira Morán, conductora de Prisma de Radio UNAM durante una de las ediciones de la Feria Internacional del Libro -ahí presentó su libro “Narcoperiodismo”- que “el narco manda en las redacciones”.

El periodista acotó: “somos objeto de violencia, pero yo no me veo retirado o dejando este tema de lado, en el país alguien lo tiene que decir”. Agregó que esta profesión se encuentra vulnerable, dado que “el periodista está en medio de un páramo, nadie defiende al periodista, el mismo gobierno criminaliza la profesión (…) es el periodismo de la nada, de la oquedad, infiltrado por el narco”.

Valdez precisó que los dueños de los medios de comunicación han priorizado el negocio encima del periodismo y ser reportero, “es pisar un suelo de muchos cuchillos, una zona pantanosa. El costo que se paga por una cobertura es muy alto”.

El crimen de periodista, el cual sigue causando opiniones encontradas, ocurrió cuando mantenía diferendos con comunicadores a los que él, en su momento, dio todo su apoyo para sacarlos del anonimato y lo traicionaron, abandonando, por “intereses” particulares, el proyecto Río Doce. Javier Valdez sospechaba que podrían haber estado relacionados con el narco o servían de informantes a la DEA.

En la jornada violenta que atrapa a Culiacán hay quienes, convertidos en “dueños de la “verdad” o “adalides de la comunicación”, han estallado en cólera por la profusa difusión de los narco-sucesos otorgada por algunos medios y por las “benditas” redes sociales que, paradójicamente en estos casos, parecen cajas de resonancia del mismismo infierno.

El primer día de la crisis de seguridad en Sinaloa, esos periodistas, especialistas en construir mentiras, intrigas tenebrosas, en redacción de infamias, “limpieza” de crímenes de Estado y la tergiversación de la verdad, trataron de inventar un falso clima de tranquilidad, fabricar novelas, fantasías gubernamentales.

En el libro “Narcoperiodismo”, Javier Valdez denunció la forma en que el narco y la delincuencia organizada tomaron por asalto al periodismo, cómo eliminan a quienes publican noticias que no aprueban o cómo se alían con reporteros y redactores. Por medio de encuentros intensos con periodistas y editores, el autor reveló qué hacen los sicarios con los periodistas comprometidos y cómo se infiltran en los periódicos.

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