AMLO y Sheinbaum: las metamorfosis que vienen
Saúl Arellano
Ovidio utilizó para la que es quizá su más grande obra, el título de “Las Metamorfosis”. En ella narra el conjunto de transformaciones que viven o padecen seres divinos y mitológicos. Pero el término nos alerta en sí mismo que se trata de cambios sustanciales, es decir, esenciales: no son sólo alteraciones en la forma aparencial, sino que se trata de auténticas mutaciones que los llevan a ser algo radicalmente distinto a lo que eran originariamente. En ese sentido, no es casualidad que también Kafka haya utilizado el mismo título para una de sus obras más populares y en la cual se narra la agónica transformación de un ser humano en un horrible insecto.
Las personas con poder, aunque afirmen lo contrario, están siempre en busca de más poder. Esa es una de las grandes constantes en la historia de la humanidad; y mientras mayor sea el poder acumulado, más frenética será su búsqueda o afán de conservación. De alguna manera puede pensarse que por ello se inventó una noción de un “poder difuso” en las democracias modernas; pues en un marco constitucional y legal, ese poder se vincula al ejercicio de un cargo que tiene temporalidad definida.
De manera especial, los autócratas buscan por todos los medios permanecer en el cargo; y recientemente, han desarrollado una siniestra lógica de legitimación al utilizar estructuras institucionales altamente eficaces en la organización de procesos electorales; pero que sirven únicamente para mantenerlos en el poder en los cargos que les envisten de poder, todo ello en “clave democrática”.
Considerando lo anterior, una de las grandes incógnitas que se habrán de resolver en los primeros seis meses del gobierno de Claudia Sheinbaum será cómo y hacia dónde se dirigen las metamorfosis que habrán de vivir ella y Andrés Manuel López Obrador. Hasta ahora, ha de subrayarse, la presidenta electa ha sido impecable en su estrategia para llegar a la presidencia de la República, hasta el grado de que algunos han sostenido que hay una relación de subordinación con el actual titular del Ejecutivo, la cual habrá de mantenerse a lo largo de su mandato.
Sin embargo, no hay nada, y menos aún en el contexto del presidencialismo mexicano, que permita suponer que eso es correcto. Se decía, por ejemplo, que Zedillo obedecería “a pie juntillas” a Carlos Salinas, y terminó encarcelando su hermano y obligándole a prácticamente un “auto destierro” en Irlanda. Vicente Fox, por su parte, era en efecto un lacayo, pero de su propia ignorancia y exabruptos. Calderón ejerció de manera vertical y autoritaria la presidencia y Peña Nieto hizo lo propio, hasta que él y todo su grupo fueron derrotados y prácticamente desaparecidos del escenario político nacional.
El poder de López Obrador parece omnímodo; pero eso se debe al inmenso poder de un régimen presidencialista que garantiza muy amplios márgenes de actuación y discrecionalidad en la toma de decisiones; que efectivamente se llevó a sus extremos en la presente administración. Pero siendo así, la “enorme silla presidencial” que traslada a Claudia Sheinbaum le permite a la presidenta iniciar con los mayores márgenes de actuación política de que ha dispuesto cualquier personaje político en los últimos cincuenta años en México.
Como decía un clásico, “en política no hay vacíos de poder”. Y eso es lo que difícilmente puede pensarse que dejará la presidenta electa. Por el contrario, parece ser que, cada resquicio que no había sido conquistado por AMLO estará en su mira; y que cada elemento construido bajo la poderosa narrativa y estrategia propagandística de la llamada 4T buscará potenciarse y llevarse a varios niveles más allá de lo conseguido hasta ahora.
Qué tan eficaz será la doctora Sheinbaum en ese cometido, estará por verse. Pero de que al poder que ya tiene buscará sumarle todo el que esté a su alcance, es una probabilidad tan alta que puede asumirse casi al nivel de lo que algunos llamarían “una verdad moral”. Y desde esta perspectiva, la primera metamorfosis que habremos de atestiguar es precisamente la de la Dra. Sheinbaum que, de ser “parte y par” en los liderazgos dentro de Morena, ahora se colocará por arriba de todos ellos y habrá de definir cuáles son las respuestas y prioridades para atender las incontables urgencias que enfrenta el país.
La segunda, pero simultánea metamorfosis que viene es la de Andrés Manuel López Obrador, quien tomó la decisión inédita desde hace muchas décadas, de gobernar y determinar, unipersonalmente, las decisiones de mayor calado para el país, hasta el último minuto de su mandato. En efecto, a diferencia de la rendición y retirada de Peña Nieto prácticamente al día siguiente de la elección de López Obrador en julio del 2018, AMLO ha llegado al exceso de obligar a la presidenta electa a acompañarlo a giras inútiles y en las cuales le quita tiempo invaluable a la presidenta electa para meditar, tomar distancia de temas y procesos y reflexionar detenidamente de qué es lo que requiere México, más allá de la voluntad del presidente en turno.
Es cierto que el poder que tiene AMLO se ubica más allá del cargo; pero su magnitud y alcances estarán notablemente disminuidos una vez que no sea el depositario de la banda presidencial. No tendrá más el mando sobre las fuerzas armadas; no podrá levantar el teléfono y dar instrucciones que se acaten sin chistar; no contará con la plataforma y tribuna mediática; será, lo quiera o no, otro ciudadano, con mucho poder, pero sólo eso. Ahí habremos de saber en lo que habrá de convertirse.
Investigador del PUED-UNAM