La labor del periodista se ha convertido de tinta negra a sangre roja
Javier Coello Trejo
Es innegable que los mexicanos hemos perdido la capacidad de asombro, cada día que pasa es más evidente la falta de empatía y la poca respuesta que existe ante la ola de violencia que se vive en nuestro país.
Para algunos es, incluso, normal ver la televisión o leer el periódico y encontrar muerte tras muerte; entonces, la tinta negra ahora es roja.
Toda esta sangre derramada y el dolor del pueblo mexicano se han vuelto costumbre a causa de la falta de un Estado de derecho y la gran impunidad que existe, aún cuando el actual presidente Andrés Manuel López Obrador asegura que no es así.
En México, la violencia en contra de los periodistas ha alcanzado niveles alarmantes, pues desde que inició este gobierno en 2018, aproximadamente 47 periodistas han sido privados de la vida de manera dolosa, siendo que otros cuatro periodistas han desaparecido y, hasta la fecha, se desconoce su paradero.
Este fenómeno que vive México surge con motivo de la imparable impunidad, así como por la ineficacia de las instituciones de procuración de justicia y seguridad, generando, a su vez, una atmósfera en la que no existe el Estado de derecho.
Así, entonces, México se encuentra en uno de sus momentos más violentos de la historia y, hablando de los periodistas, se ha propiciado un ambiente de censura provocada por el terror.
El aumento de violencia contra los periodistas durante el sexenio en el actual gobierno es innegable, y lo afirmo conociendo que, desde el año 2000, 163 periodistas han sido privados de la vida dolosamente en México, siendo que aproximadamente 47 de estos casos se han dado a partir del inicio de la actual administración.
Incluso, existe el dato estadístico de que la violencia en contra de la prensa ha aumentado en un 62 por ciento en comparación al sexenio del expresidente Enrique Peña Nieto, pues se han registrado 3 mil 409 ataques contra la prensa, es decir, aproximadamente un ataque cada 14 horas. Estos ataques que menciono incluyen acoso, amenazas, censura, daño físico, secuestro y represalias, entre otras cosas, algunas de estas conductas, incluso, ejecutadas directamente desde las llamadas mañaneras.
Primero, hemos de mencionar, a manera de ejemplo, el atentado que sufrió Ciro Gómez Leyva en diciembre de 2022. Aquel día, mientras Ciro regresaba a su casa, sicarios lo abordaron y detonaron sus armas de fuego con el propósito de asesinarlo. Afortunadamente, Ciro sobrevivió; sin embargo, no se omite que este incidente ilustra perfectamente los grandes riesgos a los que se enfrenta la prensa y los periodistas día a día, incluso para aquellos de alta gama.
Después de todo, Ciro Gómez Leyva es un periodista reconocido y altamente respetado en el país, pues ha llevado a cabo diversas investigaciones que han evidenciado la corrupción que existe en nuestro país dentro del servicio público, cosa que lo ha puesto, desgraciadamente, en el ojo de individuos y grupos con intereses oscuros que se sienten vulnerados cuando la verdad sale a la luz. El atentado que sufrió Ciro, mi amigo, no solo destacó su gran valentía, sino también el riesgo al que ahora se enfrentan las personas que comparten su noble labor.
Otro caso trágico y absurdo es el asesinato de Alejandro Martínez Noguez en Celaya, Guanajuato. El 4 de agosto de 2024, Martínez Noguez, un periodista que había trabajado en diversos medios de comunicación, fue privado de la vida a causa de múltiples detonaciones de arma de fuego mientras estaba dentro de un vehículo de la Secretaría de Seguridad Ciudadana (SSC) de Celaya y en compañía de elementos de la misma, quienes estaban ahí para ‘protegerlo’ y ‘escoltarlo’. Este caso demuestra la ineficacia y, en muchos casos, la complicidad de las fuerzas de seguridad en la protección de los periodistas.
Ahora bien, la censura y violencia en contra de la prensa y el ámbito periodístico no se limitan únicamente a homicidios y homicidios en grado de tentativa, también se incluyen otros tipos de violencia que, incluso, se ve provocada y ejecutada directamente por las altas esferas de poder.
Se estima ilustrativa, más no limitativa, la fuerte campaña de desprestigio y ataques verbales que ha sufrido Carlos Loret de Mola, otro de los periodistas más reconocidos en nuestro país, quien, en diversas ocasiones, ha sido objeto de acoso y desacreditamiento por parte directa del presidente Andrés Manuel López Obrador durante sus ‘mañaneras’. Es de observar que, este último, ha tachado a Loret de Mola de “mercenario”, “neoliberal” y “mentiroso”.
Todos estos casos sirven como un mensaje para el resto de los periodistas y la prensa sobre las posibles repercusiones que pueden existir en el libre ejercicio de su profesión, sobre todo cuando sus investigaciones versen en las evidentes fallas del actual gobierno. Después de todo, el año 2022 ha sido el más mortífero para los periodistas de las últimas décadas.
¿Qué nos queda? ¿Qué nos falta? ¿Qué se necesita para que México despierte? ¿Por qué no se exige se implementen políticas rigurosas y efectivas? ¿Por qué las instituciones se encuentran evidentemente incapacitadas y alejadas de su objetivo? ¿Dónde está la autoridad? ¿Dónde está el Estado de derecho?
Es urgente y necesario que existan acciones efectivas. Necesitamos fomentar la sensibilización, obtener la verdad, respetar los derechos humanos de las víctimas, proteger al pueblo mexicano y aplicar de forma coherente e irrestricta el Derecho; todo esto solo para que nuestra sociedad recupere su capacidad de asombro y exija justicia.
Finalmente, el Estado de derecho y la libertad de prensa, como un derecho fundamental, son pilares para la existencia de una verdadera democracia y su defensa es una responsabilidad compartida que no puede ser ignorada, pues la censura propicia la demagogia, y la historia nos ha demostrado que la demagogia se traduce en dictadura.