Sinaloa: el “Estado profundo” y la pérdida de credibilidad gubernamental
Álvaro Aragón Ayala
Las teorías de la conspiración cobran fuerza en el escenario estatal y rompen la tranquilidad institucional generando incertidumbre entre la población. Sinaloa se mueve bajo las “normas” de una especie de “Estado profundo” y el discurso gubernamental suena a quimera convenenciera y barata. Hay enormes vacíos por todos los temas no hablados y el silencio y la distorsión provocan implicaciones negativas.
La perorata del odio rompió la lógica del cálculo político y los episodios de violencia política despertaron a una sociedad aletargada terminado igualmente con los procesos de amnesia social. El exterminio político alcanzó estatus de “naturalidad” y la agenda oficial mediática es el escarnio público. Todos sospechan de todos y todos esgrimen su mejor coartada.
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Adriana Margarita Ochoa del Toro, coordinadora de Comunicación Social, quedó en medio de las presiones de quienes integran redes de poder, cubiertas o encubiertas, que aspiran a escapar de toda crítica por mínima que parezca. La piel de los funcionarios es de cristal ahumado. Si en un principio se creyó que renunciaría al gabinete por no congeniar con el “estilo” de gobernar, hoy Adriana se aferra desesperadamente a su coto de poder.
Sin embargo, falla, ya no cumple con sus funciones. Sus estrategias de comunicación no le alcanzan para proteger a nadie, incluso ella está expuesta por mantener una dinámica de criminalización y linchamiento público contra los críticos y adversarios de sus patrones. Ya no le son suficientes la Agenda Setting y la Agenda Building ni los contratos millonarios de publicidad para mantener la narrativa gubernamental. La pérdida de credibilidad atribuida a Adriana está arrojando saldos catastróficos.
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Una vez que se pierde la credibilidad se pierde el poder de acción. No es una teoría, es una realidad tangible. En esa vorágine de falta de confianza de la población se zambutió también la Fiscal Sara Bruna Quiñonez Estrada al prestarse al juego de las redes del poder que operan en las catacumbas del gobierno del Estado. El pueblo no le cree. La constante de recurrir a hipótesis fantasiosas cada vez que ocurre un delito de alto impacto la hunde en el descrédito.
Sara Bruna es sostenida en el cargo por quienes creen que si ella cae o renuncia se les amputará el brazo perverso y prefieren cargar con el lastre de una Fiscal mentirosa, incierta, que perder ese espacio codiciado también por los poderes fácticos. La funcionaria estatal ya no puede ocultar que es víctima de una enfermedad degenerativa. Se le observa espantada, con la mirada perdida en el horizonte.
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Del 26 de junio para acá, han surgido en todos los medios de comunicación periodistas que se dicen especialistas en criminología y criminalística, gurús en los temas de narcotráfico, gente que dice conocer, incluso a control remoto, las entrañas y las estructuras de los poderes fácticos armados de Sinaloa, e inventan historias, novelas, para mantenerse vivos y captar más audiencia o lectores en el mercado de la comunicación.
La verdad es que no saben nada de nada, pero dicen saberlo todo, sorprendiendo la facilidad con la que le otorgan veracidad o crédito público a las más intrépidas narrativas que van surgiendo día a día, aportando, en la ignorancia del tema, su granito de arena mediático que incita a confrontación y a la desestabilización de Sinaloa. Los nuevos expertos en la agenda periodística sobre el narco no tardan crear en su imaginario autores intelectuales, materiales (directos o indirectos), autores mediatos, coautores, etc., de sucesos que cimbran la opinión pública.