Claudia Sheinbaum y el nuevo sistema político mexicano

Antonio Ocaranza Fernández

A principios de los años 90, cuando el éxito de la negociación del Tratado de Libre Comercio y el liberalismo social de Salinas de Gortari alimentaba su confianza, José Ángel Gurría se atrevió a aseverar que el grupo en el poder gobernaría sobre la siguiente generación, pero no duró ni una década. Hace unos días, Gerardo Fernández Noroña, el ex precandidato a la presidencia por la alianza del gobierno, hizo una declaración similar anticipando que “no nos sacarán (del poder) en décadas”, y es muy probable que tenga razón.

El presidente López Obrador alcanzó el poder para Morena, pero será Claudia Sheinbaum quien finque las bases de la consolidación de la Cuarta Transformación que perdure por muchos años. En los próximos seis años México experimentará un profundo cambio en, al menos, seis elementos del sistema de poder:

1. Una nueva estructura de gobierno: la aprobación de una nueva ley de la administración pública y la absorción de organismos autónomos por parte de secretarías darán forma a nuevas dependencias y una organización burocrática diferente. El efecto inmediato será la disolución de contrapesos y la formación de super secretarías con amplia discrecionalidad.

2. Una nueva burocracia: se creará una nueva clase de funcionarios públicos. Los jefes de departamento serán subdirectores y luego directores generales. Funcionarios de carrera de administraciones pasadas serán sustituidos por parientes y militantes con un sello morenista que se monopolizarán puestos. La incógnita es si el gobierno se convertirá en una agencia de colocación de simpatizantes, muchos de ellos sin la preparación adecuada, o si se establecerá un nuevo servicio de carrera que, aunque con la escuela de Morena, sea un cuerpo profesional y debidamente preparado.

3. Una nueva estructura de Estado: la presidenta, con amplia supremacía en lo federal y estatal, eliminará la separación de poderes. El Congreso y la Suprema Corte estarán alineados con los designios del Ejecutivo. La gran mayoría de los estados, dependientes del presupuesto federal, aceptarán las instrucciones del gobierno central, en especial si provienen del mismo movimiento político.

4. Una nueva élite política: se conformará una nueva clase política con pedigrí, códigos y fidelidades de la 4T. Morena se convertirá en un partido más institucional alrededor de la presidenta. Políticos de Morena, Partido Verde, Partido del Trabajo y de organizaciones afines, intercambiarán posiciones con flexibilidad, en una especie de puerta giratoria entre partidos políticos y administración pública. Se romperán las alianzas electorales. El Partido Verde, por ejemplo, pensará que puede tener más éxito con candidatos propios en elecciones estatales y federales que si se suma a una propuesta con Morena, siguiendo el ejemplo de Movimiento Ciudadano.

5. Una nueva élite económica: con acceso a fondos públicos, licitaciones, adjudicaciones directas y obras públicas, nuevos empresarios de peso nacional y estatal crecerán alrededor de gobiernos morenistas y probablemente desprecien tener nexos con las cúpulas económicas que tradicionalmente han dominado el espectro financiero e industrial de México. Serán los “nuevos ricos” de la 4T, con un origen y formación distinta de los empresarios del “neoliberalismo”, pero alimentados por la misma ambición y deseo de dominio y riqueza.

6. Un nuevo cuarto poder: después de mofarse y debilitar a los medios de comunicación en el gobierno del presidente López Obrador, Morena y su élite económica comprarán periódicos, estaciones de radio y TV, sitios web y youtubers o crearán nuevos, para conformar corrientes de opinión pública que apoyen al gobierno. Los medios vinculados a la oposición, que habían sido financiados por gobiernos estatales del PRI y PAN, tendrán que acomodarse al gobierno, encontrar nuevas fuentes de financiamiento o sucumbir a las ofertas de nuevos empresarios cuatroteístas.

Algunas de estos cambios serán parte de un diseño deliberado, como las reformas a la administración pública o la eliminación de organismos autónomos o diputaciones plurinominales, y otros serán producto de la evolución natural de las tendencias iniciadas con López Obrador. Unos serán promovidos por el gobierno federal y otros se detonarán alrededor de los gobiernos de los estados.

Ya sea por designio o por inercia, desde el centro o la periferia, los 12 años de gobierno morenista consolidarán los cambios que López Obrador inició y que cambiarán la faz del sistema político y su vinculación con las élites económicas.

En este momento, hay pocas cosas en el horizonte que impidan que se construya el segundo piso de la Cuarta Transformación. Una sería la división entre grupos de la izquierda mexicana que en el pasado han desperdiciado oportunidades debido a rencillas, celos y luchas de poder. Otra, los límites que establece la relación con Estados Unidos. Y otra, el peso de los mercados financieros. Pero, si se disciplinan, los morenistas podrán presumir, “nosotros sí sabemos gobernar” -robando a los priistas la frase de la que se ufanaban- “y lo haremos durante décadas”.

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